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Viernes, 27 de septiembre de 2013

SALIó

Vuelve plebeya

Hay escritores que siguen escribiendo después de muertos. Como su versión de Evita, la Néstor vuelve del cielo para repartir textos radicales y amorosos que siguen provocando con un pensamiento que no descansa en paz.

 Por Cecilia Palmeiro

Plebeya, orientada a lo menor, la prosa de Néstor Perlongher es de una potencia, una inteligencia y una belleza barrocas que hacen dudar: ¿se trata de un ensayista que escribe poesía, o de un poeta que escribe ensayos? Si en su poesía neobarrosa él buscaba articular la lengua con el orden de los cuerpos para dar expresión a los microterremotos del deseo, puede decirse que su prosa carga con ese arsenal para disparar contra el sentido común y los microfascismos (algunos no tan micro) culturales. Para alegría de sus lectorxs (que deberían contar entre sus filas a todx queer interesadx en la transformación micropolítica), la editorial Excursiones lanza la esperada reedición, corregida y aumentada, de Prosa plebeya.

El libro nace originalmente en la década del 90, pocos años después de la infausta muerte de su autor en 1992, como un justo y necesario homenaje de sus amigos Osvaldo Baigorria y Christian Ferrer (sus compiladores). Esta iniciativa comenzó una oleada de publicaciones y reediciones post mortem que parece no detenerse (la próxima será una edición crítica de su correspondencia que editará Mansalva en 2014). La idea era reunir por primera vez en un volumen los ensayos, artículos periodísticos y cuentos del ya reconocido poeta. Si su poesía ya se había transformado en un fenómeno de culto (recuerdo que en los ’90 con mis amigxs gays escuchábamos la grabación de “Cadáveres” para aprender tonos de mariconería), sus prosas se transformarían (con esa primera edición) en clásicos del pensamiento queer latinoamericano, abriendo un capítulo aparte de nuestra historia intelectual y política. Una verdadera escuela de puterío, allí donde significaba soltar el deseo, hacer saltar todas las sexualidades, como un acto radical. Dicen sus compiladores: “El deseo –y no ‘lo gay’– fue el punto de anclaje de Perlongher para pensar lo político, en una época en que se proclamaba abiertamente que ‘todo lo personal es político’ pero en la cual los homosexuales ‘no existían’.

El libro se organiza en torno de los temas que más le importaron. Deseo y política reúne tal vez los textos más poderosos y disruptivos a través de los cuales nuestra Rosa Luxemburgo traficaba las ideas del Brasil de la apertura democrática y el desbunde arengando nuestro tímido underground posdictatorial, como el clásico Los devenires minoritarios. Desde 1981 hasta su muerte estuvo radicado en San Pablo, en lo que él mismo llamaba “exilio sexual”. Luego de ir preso por su “estilo de vida”, huyó de una invivible Buenos Aires para instalarse en los trópicos en su momento más interesante: una explosión de políticas minoritarias, agenciamientos colectivos del deseo que producían nuevos reclamos y nuevas formas de expresión y de acción política como transformación social inmediata. En el plano de las costumbres, el desbunde significaba una politización de lo cotidiano con base en el cuerpo como terreno de inscripción política pero también de lucha. El uso experimental de drogas psicodélicas y la sexualidad disidente jugaban un rol clave en estas exploraciones de formas de vida alternativas a la subjetividad dominante. Brasil era una fiesta, y la Néstor, una invitada de lujo. Mientras disfrutaba de su “democracia racial” brasileña (más aparente que real), llevaba y traía ideas a los dos lados de la frontera, ayudando a fundar el primer grupo gay del Brasil, Somos (llamado así en homenaje al inspirador Frente de Liberación Homosexual argentino). Desde ese paraíso que no duraría mucho más en función de la rápida institucionalización y neutralización de las identidades, sumada al tiro de gracia que el sida daría a esta suerte de revolución sexual (ver La desaparición de la homosexualidad), Perlongher intervenía en el circuito alternativo local contrabandeando a través de sus cartas textos que publicaba en revistas, como las feministas Alfonsina y Persona, las contraculturales El Porteño y su separata “Cerdos & Peces” y Fin de Siglo, o las anarquistas Fahrenheit 450, Utopía y La Letra A. Muchos de estos ensayos se dedican a analizar rigurosamente, en una escritura literaria, las distintas configuraciones del machismo en la Argentina desde el cual pensar distintas formas de la violencia: “El microfascismo está contenido en cada gesto, en cada detalle de la mampostería masculina ‘normal’ (...) Machismo = Fascismo, rezaba una vieja consigna del minúsculo Frente de Liberación Homosexual. Tal vez en el gesto militar del macho está ya indicado el fascismo de las cabezas”, se atrevió a decir en Matan a una marica, otro clásico del análisis de la violencia homofóbica, cuya escritura se acerca a un tratado neobarroso. Desde los resistentes edictos policiales que vigilaban la férrea moral cotidiana hasta los crímenes homofóbicos perpretados tanto por la policía como por dudosos chongos inseguros respecto de su deseo, se transformaban en objeto de este pensador callejero, que inauguraba en la Argentina un tipo de análisis luego catalogado como “estudios culturales”, para el cual la propia experiencia era tanto objeto de estudio como ámbito de acción y transformación social. La lengua emplumada de la Néstor (mil ambientes, onda todo que ver) no dejó títere con cabeza ni se privó de cuestionar la supuesta democratización de la década del ochenta: para lxs putxs, tortas y travas, seguía la dictadura de la moral burguesa. Ariel Schettini dijo una vez que la amistad de un puto y una mujer es en sí misma una célula revolucionaria por estar contra el patriarcado. De ese contubernio afectivo, la nueva edición nos regala “No destapes la olla que se nos mueve el piso”, un ensayo feminista sobre el aborto (tema pendiente si los hay). “Nena, llevate un saquito” es tanto el título de uno de esos textos que denuncian no sin humor la continuidad de aquellas prácticas represivas a través de la vigencia de los edictos policiales, como una de sus frases preferidas que debe decirse con tono de tía bonaerense: decía una cosa (nena, vestite decentemente que si no vas en cana por “puta”), y la contraria (saquito era un preservativo: la Néstor repetía esta frase en sus cartas a las feministas-putos Sarita Torres y Beba Eguía, mandándolas a coger, como locas).

Si en su poesía la voz se lanza a una desubjetivación travesti, este devenir es legible también en el inédito Brasil: la explosión de los travestis (1985), que anticipa la emergencia de un colectivo que haría furor años después en la política queer argentina. Perlongher denunció primero la continuidad entre dictadura y democracia, para luego cuestionar la identidad homosexual (una obsesión de toda su obra), como en El sexo de las locas, donde introduce la teoría del devenir de Deleuze y Guattari como antídoto contra la fijación identitaria, o La desaparición de la homosexualidad (1991), su texto “de despedida” donde señala un nuevo modo de desubjetivación: el éxtasis místico como salida de sí (antes buscada por otros medios más orgiásticos y menos espirituales). En esa última línea de su producción el libro incluye un apartado sobre Antropología del éxtasis, que reúne sus reflexiones en torno del Santo Daime, religión sincrética del Amazonas cuya mística deriva del uso ritual de la ayahuasca. Esta sección agrega como novedad el texto homónimo, la transcripción de un curso que dio Perlongher en el Colegio Argentino de Filosofía en su último viaje a Buenos Aires.

La sección “Barroco Barroso” muestra otra de las operaciones fundamentales de su poética: el establecimiento de un canon latinoamericano contemporáneo, que tiende puentes de plata entre escrituras corporales, vinculando escritorxs como Puig, Lamborghini, Arenas, Lezama Lima, Kamensain, Carrera, Glauco Mattoso, etc. Tal canon será de fundamental importancia para las generaciones posteriores, que redescubrimos la literatura latinoamericana como “cosa de locas”.

Bajo el nombre escolar-militar Malvinas Argentinas se encuentran los ensayos en torno del tema de la guerra, pero en términos de un análisis que articula identidad gay y territorialidad en términos nacionalistas, leídos en una clave que hoy llamamos queer y que resultan especialmente importantes ahora, cuando la cuestión Malvinas es reflotada para que un manto de nacionalismo recubra los antagonismos sociales y políticos tanto en nuestro país como en el Reino Unido.

Cabe mencionar que esta nueva edición no incluye los textos literarios recogidos en el apartado “Miscelánea” de la edición de Colihue, ni los poemas sobre Eva Perón, ni los Apéndices. Brilla, eso sí, junto a la reseña del libro el indomable y clásico Evita Vive, que no deja de sorprendernos ni estimularnos (no faltará quien en unos años escriba “Cristina Vive”, como ya Washington Cucurto hizo con Néstor Vive).

No deja de ser interesante el hecho de que la obra de Perlongher sea editada una y otra vez en sellos cada vez más independientes, como lo es la editorial Excursiones, dedicada al ensayo latinoamericano, dirigida por Nurit Kasztelan (dueña de Librería Micasa) y Sol Echevarría (directora de No-retornable). Es que a pesar de haber ingresado al canon, Néstor vive en la contracultura joven.

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