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Viernes, 1 de noviembre de 2013

ENTREVISTA

Hombre orquesta

Edgar no es abreviatura cariñosa de Edgardo. A Edgar De Santo lo bautizaron así por una abuela lunática y fanática de Edgar Allan Poe. Con una pata en la teoría y otra en la práctica, el guionista y director de Andrea. Un melodrama rioplatense –la película que tiene a Susy Shock como figura central– es también investigador y profesor de la UNLP desde 1997: “Uno de los primeros putos fuera del closet con un cargo importante” en esa universidad.

 Por Dolores Curia

Artista completo –escenógrafo, escritor, performer, instalacionista, videoartista y dramaturgo–, Edgar De Santo vive en La Plata, en una casa enorme construida en 1913, llena de color y de libros, “bien cachivache como yo”. En ella funciona un estudio de TV de cien metros cuadrados por el que pasan obras, fiestas y personajes y “donde no respeto los límites entre lo público y lo privado. A veces voy a visitar a amigos de Buenos Aires y te citan en un bar. Está perfecto, pero yo no lo vivo así. Si bien mi casa es mi bunker, también de ella entran y salen amigos y artistas todo el tiempo; cualquiera que pase por acá sabe que es bienvenido, que puede quedarse a comer y a dormir”.

Una vez pasó Susy Shock.

Y me cautivó. La conocí en persona casi por casualidad. Susy vino una vez a mi casa a un show que armamos. Esto fue hace unos dos años. Nuestro primer contacto intenso fue a través de libros, ella me dejó textos suyos y yo le regalé textos míos. Ahí empezamos a establecer un vínculo artístico-literario, hablar de cosas que leíamos y escribíamos, a hacernos devoluciones, etc. El guión de Andrea surgió a partir de la adaptación de un capítulo de Cosos, una rebelión argentina, mi segunda novela. De ella me atrapó todo pero, pensando en la protagonista, lo decisivo fue esta característica que tiene ella de ser una mujer con voz de barítono. Porque el argumento de la película es lo que le pasa a una mujer biológica que un día despierta con vos con la voz grave que asociamos a lo masculino. Ella trata de explicar que es una mujer biológica pero nadie le cree y surgen problemas. Susy no es simplemente una voz, hay algo de su decir que atraviesa toda su persona, sobre todo en esta determinación de no estar “aflautando” nada. Le mando un borrador, le encanta. A la posproducción la hicimos a distancia. Y terminamos filmado todas las escenas de Susy en un solo día, desde las 6 de la mañana hasta la medianoche. Ella hizo un verdadero trabajo de interpretación. Como director no tengo una fuerte idea de autoría, y entiendo que ésta se termina cuando la actriz se hace cargo del texto. Lo más pintoresco de la filmación fue la entrada al cementerio. No conseguí los permisos para filmar adentro, así que dijimos “¡ya fue!” y nos metimos igual medio de incógnito. Le armé a Susy un ramo con flores sacadas de un tacho de basura, le calcé mi saco negro, ensayó unas caras de dolorosa. Entramos en fila india a fingir que visitábamos a un pariente difunto, filmando a escondidas entre los sepulcros. Y resultaron ser las tomas más impecables de toda la película.

¿Qué nos podés contar de tu primera novela El preferido?

–Martín Villagarcía la definió como road movie y me parece que está bien. Es la historia de un muchacho, Patricio, que deambula por la periferia de La Plata en un viaje de exploración y yire. Se despliega desde un medio inhóspito y de abuso en la forma de un texto musicalizado que no respeta la cronología. El libro está estructurado según los movimientos de la Sinfonía número 3 de Beethoven y en cada capítulo lo que le pasa al personaje sucede en función de la música. Toda la novela funciona como un corte musical con lenguaje crudo y fuerte. Arranca con tutti y lanza muchas críticas hacia los discursos actuales sobre la diversidad sexual.

¿A qué te referís?

–Creo que hoy es más importante correr el eje de los discursos típicos sobre la diversidad a un planteo más ligado al estatuto de persona. Me interesa que en mi obra se vea un lenguaje directo y sintético (todo lo contrario de lo que soy yo cuando hablo). En cuanto a los discursos sobre la diversidad lo que veo hoy es sectarismo. Obvio que es necesario reconocer las grandes luchas. Pero creo, y lo digo tanto en lo que veo en la Academia como en el arte, que hoy es políticamente correcto hablar de otredad, pero siempre es Otro con mayúscula, ¿y quién se acuerda de los otros con minúscula?

Tanto desde el psicoanálisis, como desde la filosofía y los estudios queer se habla del Otro, pero hemos perdido la magnitud de las otras y otros singulares. Lo que quiero decir es que hoy no es suficiente decir “Soy gay”. Creo que hoy eso ya no define tanto.

¿Y cómo te definís?

–Paco Vidarte dijo una vez: “No basta con ser marica para que se te considere un tío legal. No basta con ser pobre, negro, bollera, parado, trans, proleta, sin techo para poder pasar del resto de la gente. No es verdad la excusa de que bastante tenemos con ser negros, pobres, maricas como para preocuparnos por los demás”. No basta agarrarse de eso para decir que uno no tiene responsabilidad sobre lo que les pasa a los otros. Y ahí aparece un poco el hermetismo que a veces tiene lo queer. Esto ocurre como consecuencia de algo bueno, que es que hoy es absolutamente lícito hablar de lo que tanto tiempo estuvo tapado. En Cosos, una rebelión argentina el contexto es la última dictadura argentina, un personaje es gay y otra lesbiana, pero de eso no se habla. Aparece una metáfora, que es un desaparecido gay que reaparece en el 2001 de De la Rúa en forma de pedo que inunda toda la ciudad de olor a mierda. Lo que sería una especie de explicación de por qué en avenida Corrientes hay tantos puestitos de sahumerios.

Como si fuera poco sos bailarín.

–Cuando era chico, entre los 13 y los 18, fui concertista de piano (pocos lo saben) y también hice la carrera de danza contemporánea. Mi muy reciente y breve vuelta a la danza fue con la obra El firmamento es eternamente azul. A Diana Rogovsky, la directora de esa obra, se le ocurrió agarrar a dos vejetes como mi partenaire y yo. Imagínate a mis 52 años interpretando una obra de danza contemporánea. Fue un revival y... ¡a mover la busarda! La obra tiene cosas muy interesantes. Estamos encapuchados, así se pierden los límites de la identidad. Se subvierten también los roles de género de la danza: es mi compañera la que me lleva a mí. La obra habla del amor como la posibilidad de soporte (en el sentido de mancarse uno al otro), como algo que va más allá de la genitalidad. Y eso tiene que ver con esto del gueto de la diversidad y la hipersexualidad. Si hoy yo me presento como puto, ya no siento que eso me defina suficientemente. En torno de lo gay se forman grupúsculos demasiado cerrados, algo así como un síndrome de Jockey Club. En ese contexto, mi caso es bastante extraño, tengo dos hijas, tuve grandes amores mujeres y grandes amores varones. Entonces, decir soy gay o lesbiana, ¿cuánto dice de uno? Cuando uno cuenta su preferencia sexual, la gente te imagina cogiendo. Ok, pero hasta el joven más insaciable, ¿cuántas horas le puede dedicar al sexo en su vida? ¿4? ¿Y las otras 20 qué hace? Estoy a favor de la variedad, de bajarse de la línea de montaje y cortar con la repetición.

¿En qué estás trabajando ahora?

–Vamos a presentar Andrea en varios festivales en 2014, entre ellos, el Festival de Cine Pink Latino en Toronto. Estoy por editar una nueva nouvelle, Tarumbas, inspirada en Cae la noche tropical, de Puig. Estoy compilando parte de la obra plástica y fotos de Ilse Fuskova para un documental que está en proceso sobre las militancias en los ’90 y 2000 en la Argentina. También estoy preparando una muestra sobre Juana Azurduy. Para traer a Azurduy a la vida usé fotos de Marlen Wayar rodeada de morrones rojos, verdes y amarillos.

Andrea se proyecta: hoy a las 18 en la Facultad de Bellas Artes de la UNLP. El domingo 3 a las 17 en el Centro Cultural del Borda, en el marco del Festival de Variedades (Av. Dr. Ramón Carrillo 375). El jueves 24 de noviembre a las 18 en la Facultad de Trabajo Social de la UNLP.

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Imagen: Sebastián Freire
 
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