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Viernes, 29 de noviembre de 2013

CHONGOS

Miren el pajarito

Injustamente ensombrecido por el bulto y la espectacularidad musculosa de Tom de Finlandia, el genial fotógrafo Bob Mitzer regresa con sus cuerpos reales en una megaexposición en el MOCA de Los Angeles. Desde los clásicos cuerpos aceitados hasta los chicos cualunques, de carne y hueso.

Pionero en explorar la mirada homoerótica en la fotografía y el cine en la cultura visual estadounidense de posguerra, Bob Mizer se ganó entre fotógrafos, artistas e historiadores el apodo de “Hugh Hefner de las publicaciones gay”. La exposición, que permanecerá en el MOCA Pacific Design Center (Los Angeles) hasta el 26 de enero, que revisa su obra y la de su contemporáneo Tom de Finlandia, cuya fama le ha hecho bastante sombra al primero en la imaginería del siglo XX. La carrera de Mizer empezó en 1942, cuando abrió su propio estudio, el Athletic Model Guild, donde, a lo largo de 50 años, interpretó a través

de una lente kitsch los ideales americanos de masculinidad y carne fresca: entre fotografías en blanco y negro con iluminación dramática y primeros planos de genitales, retrató a más de diez mil hombres. Pasaron por su estudio estrellas de Hollywood (entre ellas, Arnold Schwarzenegger), estafadores, actores porno y Joe Dallesandro. Mizer inspiró a artistas como Andy Warhol, David Hockney, Gore Vidal, John Waters y Jack Pierson. Su fascinación por el cuerpo masculino indignó a muchos círculos religiosos y conservadores. En 1947, fue acusado de tener relaciones sexuales con uno de sus modelos menores de edad y cumplió una condena de prisión en un campo de trabajo forzado en California. Diez años más tarde, fue condenado de nuevo, esta vez por distribuir por correo imágenes de fisicoculturistas luciendo suspensores rudimentarios. Antes de su muerte, en 1992, lanzó Physique Pictorial, una revista de arte que incluyó a partir de 1957 los dibujos de Tom de

Finlandia. Tal vez el mayor mérito de su obra haya sido el movimiento: haber virado desde las representaciones viriles propias de la gramática del homoerotismo (ciclistas, leñadores, policías, vaqueros, obreros de la construcción, marineros) al prenuncio de una estética más inclusiva. La muestra logra seguirle el rastro en este recorrido y deja en claro las habilidades que el ojo de Mazer alcanzó para ir captando la belleza del cuerpo al natural, muchas veces a través del dispositivo del star system hollywoodense. Esto es: una alternativa a la exclusividad del musculismo plástico –que era la norma en los ’50– que rescató la fotogenia y belleza del “chico de al lado” presentado con una aproximación fresca y desinhibida al nudismo y la intimidad física entre muchachos.

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