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Viernes, 6 de diciembre de 2013

1° DE DICIEMBRE DÍA MUNDIAL DE LA LUCHA CONTRA EL SIDA

El Estado y el bienestar

Del abandono disfrazado de asistencialismo de los años noventa a la interrelación con organismos de la sociedad civil y con los derechos humanos, se ha recorrido un gran camino. El doctor Carlos Falistocco, codirector del Programa Nacional de Sida y ETS del Ministerio de Salud de la Nación, ofrece un diagnóstico sobre la situación de la Argentina en relación con tratamientos, nuevas drogas y prevención.

 Por Gustavo Pecoraro

El doctor Carlos Falistocco, doctorado en la Universidad Católica de Córdoba, realizó su residencia pediátrica en el Hospital Materno-Infantil de Mar del Plata y la especialización de Infectología pediátrica en el Hospital Garraham de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En 1993 ingresó a la Fundación SPES, trabajando con pacientes pediátricos y personas viviendo con VIH en seguimiento por consultorio externo, y en 1998 integró como asesor médico el proyecto “Disque Salud Pregunte Sida”, perteneciente al Ministerio de Salud de la Nación. Desde 2011 es director del Programa Nacional de Sida y ETS del Ministerio de Salud de la Nación.

¿Cuál es la situación actual del sida en Argentina?

–Desde 1998 tengo la experiencia de trabajar en el Ministerio de Salud y he visto pasar crisis y situaciones complicadas en Argentina en lo que se refiere a atención, medicamentos o acceso a la salud.

Claramente nuestro país tuvo un crecimiento increíble en políticas para la pandemia del sida, no necesariamente dado estrictamente por la dirección de Sida. La sociedad ha ido cambiando (cosa que en otros países no sucedió) y empezó a tener una mirada desde los derechos humanos. Esto es lo que ha permitido –en gran medida– tener la dirección de Sida que tenemos, que cuenta con recursos desde hace tiempo, algo que no es un cambio de mi gestión sino un cambio que viene de mucho antes.

Esos recursos permiten garantizar la oferta universal.

–Me referí a los derechos humanos porque hemos vivido grandes hechos que tienen que ver con eso, como el acceso a la salud, la Ley de Identidad de Género, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Salud Sexual, o sea, un montón de leyes que fueron acompañando y que fueron dándole un marco a nuestra respuesta, más allá de los medicamentos como eje de propuesta.

Durante muchos años la dirección de Sida tuvo una respuesta absolutamente asistencial, y en los últimos 6 o 7 años hemos empezado a tener una visión mucho más integradora desde la prevención, el acceso a la salud, y obviamente la respuesta asistencial que acompaña a todo el resto. Esto es un cambio fundamental.

Hace 20 años el gobierno menemista no entregaba medicación y la sociedad civil cortaba la calle Bernardo de Irigoyen frente al ministerio como forma de protesta. ¿Y ahora?

–Yo fui también uno de los que protesté frente a este mismo ministerio. En un momento decidí poner un pie en los dos frentes, mantuve mi rol en la sociedad civil reclamando por la calidad de los medicamentos mientras asesoraba al programa de lucha contra el sida (como se llamaba en aquel momento a esta dirección), porque me parecía que eran dos instancias desde las cuales uno podía construir.

Durante mucho tiempo hubo un enfrentamiento del Estado y la sociedad civil tratando cada uno de luchar por distintas cuestiones.

–Creo que el Estado se dio cuenta de que no podía seguir avanzando sin la sociedad civil, y la sociedad civil también entendió que el Estado no necesariamente es su enemigo. Gran parte de los proyectos que llevamos adelante no podrían ejecutarse si no tuviéramos a la sociedad civil acompañándolos.

¿Cómo es la vinculación con el resto de los programas de sida a nivel provincial?

–Somos un país federal, donde existe un programa nacional y programas provinciales. Los últimos tres años se han creado más de 30 programas municipales que nosotros hemos alentado, porque creemos que los programas municipales son los que mejor ven las necesidades y las realidades de cada una de las personas. Los que mejor pueden evaluar que, más allá de los problemas de salud, las personas tienen problemas de vivienda, de alimentación, de educación, sociales. Desde Nación compramos los recursos (medicamentos, reactivos, preservativos, folletería, etcétera) y derivamos a todas las provincias. Los programas provinciales no necesariamente dependen de Nación. Si bien hay una dependencia histórica, no existe la dependencia política.

¿Se escuchan las necesidades específicas? ¿O se imponen agendas?

–Las provincias son las que definen cuáles son los temas prioritarios, pero hay algunos temas que no sólo los ofrecemos, sino que podríamos decir que los imponemos. Uno de ellos es la transmisión vertical (nota: transmisión del VIH de la madre a su hijo durante el embarazo, el parto o la lactancia). En 2014 se va a hacer un análisis de cada uno de los pacientes nacidos durante este año con trasmisión vertical a nivel local, con todos los actores involucrados, porque esto no debería seguir pasando. No deberíamos tener más casos. Y esto es lo que estamos trabajando mucho con los municipios, porque es donde más se ven los resultados.

¿Qué pasa con el rol de las organizaciones de la sociedad civil ante los nuevos planteos de no financiación para Argentina del Fondo Mundial de la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria?

–Hace unos años, la suspensión del dinero del Fondo Mundial fue una de las mejores cosas que le sucedió a Argentina (y me ha costado mucho el decirlo). Esto obligó a que el Estado tomara el rol que debería haber tomado tiempo atrás, que es hacerse cargo de la prevención.

En Argentina la prevención siempre estuvo a cargo de financiamientos externos.

–Exacto. En ese momento el Estado comienza a hacerse cargo y la dirección de Sida comienza a incorporar y desarrollar los equipos de prevención, que hoy es uno de los equipos más grandes de Latinoamérica, con mucho material. Por otro lado, fue la oportunidad para que el Estado financiara algunas de las actividades de la sociedad civil, siempre dependiente del financiamiento externo o del voluntarismo. Este es el segundo año en que el presupuesto de la dirección de Sida contempla un porcentaje que va dirigido a subsidios para proyectos de la sociedad civil, pudiendo garantizar pasajes, eventos y material que salió del financiamiento de esta dirección y cuyo destino fueron las organizaciones. Obviamente que esto nunca alcanza, que es mínimo, pero por lo menos demuestra un entendimiento de que las organizaciones no pueden sostenerse desde el voluntarismo. Para 2014 aumentamos un 50 por ciento este presupuesto, y estamos intentando armar una propuesta de proyectos para que las organizaciones acompañen las líneas de trabajo de la dirección de Sida y que el financiamiento acompañe a estos proyectos y a las organizaciones. La última intervención del Fondo Mundial fue puntual. Los dos millones de dólares que aportó pueden estar perfectamente absorbidos en el presupuesto nacional, tomando en cuenta que nuestra dirección tiene un presupuesto de más 120 millones de dólares anuales, y también dejando claro que la mayoría de ese dinero se va en medicamentos.

¿No sería una buena oportunidad para que fuera el Estado el que distribuyera ese financiamiento externo y no el Mecanismo Control País (MCP), que tan desprestigiado está y que tantas dudas provoca?

–Esto tiene que ver con un planteo del Fondo Mundial que requiere de la existencia de un MCP (que en nuestro país fue muy difícil por el tema de las representatividades) y de una selección de un receptor principal externo, un MCP que acompañe y ahí vayan los fondos distribuidos al país.

Siempre va a haber dificultades en la interacción, pero la propuesta del año pasado fue una propuesta muy abarcativa porque estaban todas las poblaciones, incluso se podían unir las ONG.

¿Cuáles son los planes de la dirección de Sida para el 2014?

–El trabajo sobre la transmisión vertical es prioritario, algo que podría decir que es casi personal, porque además de haber dirigido los proyectos relacionados con este tema en los últimos diez años, yo soy pediatra. Más allá de ello, creo que es algo en lo que no se puede transigir. Las otra prioridades son promover el testeo voluntario, confidencial, con información, y con clara derivación a los centros de salud. Utilizando las técnicas que quieras, pero bajo estas circunstancias. Lo aclaro porque el testeo rápido (que se ha implementado con bastante fuerza en los últimos tiempos) puede ser fantástico, siempre y cuando esté bien hecho, haya control de calidad del proceso y la persona que se haga este testeo tenga atrás un equipo de contención para sostenerlo después del resultado. Salir a testear por testear para nosotros no tiene mucho sentido. El testeo masivo no tiene mucho sentido si no está acompañado por información. Para eso este año cambiaron los algoritmos diagnósticos, se agregaron cinco algoritmos, se trabajó materiales, concientizando a la población, pero también a los servicios de salud, de ofrecer el test porque más del 30 por ciento de la población argentina que está infectada desconoce que lo está, y tenemos un alto porcentaje que se sostiene en el tiempo de diagnósticos tardíos, sobre todo en heterosexuales masculinos (un 30 por ciento), hombres que tienen sexo con hombres (un 20 por ciento) y en mujeres (15 por ciento).

¿Cuál es la relación entre gente con diagnóstico y gente en tratamiento?

–En Argentina hay aproximadamente 70.000 con diagnóstico, y 50.000 bajo tratamiento. Seguiremos trabajando en promover el testeo, descentralizar el testeo para que no sea en el servicio de infectología de los hospitales, sino que esté disponibles (con todas estas consideraciones) en los centros de salud, en las unidades de atención primaria, y que el personal de salud lo ofrezca independientemente de las razones por las que uno va a atenderse.

¿Hay un seguimiento sobre la adherencia al tratamiento?

–Otra de las prioridades es que cerca de un 30 por ciento de las personas que están bajo tratamiento no han logrado la indetectabilidad de la carga viral, y eso es hablar del fracaso del tratamiento. Estamos apuntando a la calidad de los esquemas de los tratamientos, o reduciendo y/o mejorando los tipos de mediación (este año se ha incorporado una droga de un comprimido diario con las tres drogas que se necesitan para los pacientes que inician tratamiento).

También incorporamos un equipo de adherencia (Nota: la adherencia es el cumplimiento terapéutico. La disposición para empezar el tratamiento y su capacidad para tomar los medicamentos tal como se los recetaron), decidimos empezar a distribuir pastilleros, folletería, recetarios que puedan ayudar a suministrar dos o tres meses de medicación, tratando de que haya stock para aquellos pacientes que sean realmente adherentes y que no tengan que ir todos los meses.

Ver el tema del sida desde un punto médico solamente, es un modo de reducir el probelma y también las soluciones...

–Durante mucho tiempo trabajamos individualmente en distintas poblaciones pero nos dimos cuenta de que había un marco general, que era el marco de los DD.HH. Lo que empezamos a ver es que uniéndonos con otros organismos como la Secretaría de DD.HH. o el Inadi, e incluso algunas fundaciones, podíamos dar una respuesta más contundente no sólo a denuncias de falta de atención, de discriminación o de falta de trabajo, sino a cuestiones que van más allá de la salud. Nos permitió unirnos con el Ministerio de Desarrollo y ver las soluciones, por ejemplo, para las personas que necesitan una vivienda.

¿Vamos en un camino hacia la cura del sida?

–Seguramente vamos a una evolución que nos lleva a la cura, y al descubrimiento de una vacuna. Recordemos que el sida es una de las enfermedades que más movilizó a la ciencia y que logró mayores avances en muy corto tiempo. La gran preocupación es que la base de la transmisión del VIH está socialmente asociada a las conductas sexuales. Si lo pensamos en relación con otras patologías, como por ejemplo la sífilis, que es una enfermedad que se conoce hace años, que tiene formas fáciles de diagnosticar, medicación que la cura (antibióticos muy económicos) e incluso legislación que obliga a realizar VDRL antes del casamiento, sin embargo seguimos teniendo una epidemia de sífilis, y esto es porque la sífilis está asociada a una conducta básica humana como la sexualidad, y que es muy difícil de modificar socialmente, estigmatizando, provocando el miedo en las personas, como ocurre en sociedad y países donde se criminaliza la sexualidad de los seres humanos.

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