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Viernes, 2 de mayo de 2014

TEATRO

Tinto y miel

Tino Tinto vuelve a poner la locura genial de Urdapilleta en escena con su Miel de avispas. Tres actrices con sus respectivos aguijones en una colmena desopilante y feroz.

 Por Fernando Noy

Como su nombre lo indica, ese poderoso elixir cosechado en cuevas de tiempos inolvidables es de algún modo el comodín del juego que se reanuda: regresa la colmena urdapillética donde las avispas –encarnadas por tres excepcionales actrices– te muerden sin dejar huella, dejando sólo el aguijón de su miel envenenada de audacia, simpatía, felicidad concreta, poesía. Para decirlo sin verso: singular hecho teatral que por algo rima con antirritual, sin punto ni puto final...

¿En qué año se conocieron con Urdapilleta?

–Exactamente en 1986, presentados por Batato Barea en el Parakultural. A los dos meses ya estábamos haciendo nuestro primer show juntos: Vestidos bobos, con Silvia Armoza y Batato en el mismo sitio donde estrenamos Los Peinados Yoli. Un espacio llamado Taxi Concert de Sergio Rosenfeld, en Cuba y Blanco Encalada.

¡Me acuerdo! ¿Y después?

–En todas las obras del fabuloso Trío de Mujeres Descontroladas (Batato-Urdapilleta-Tortonese) yo era asistente de dirección y además hacía luz y sonido. Algunos títulos inolvidables como El puré de Alejandra, Alfonsina y el mal, Las locas que bailan y bailan, y esa cúspide que fue María Julia La Carancha o una dama sin límites, que se hizo estando ella en pleno poder. Urda después de terminar cada función me llevaba aparte para preguntar casi obsesivamente cómo había salido. Escuchaba muy atento, con el maquillaje corrido, su sudor perfumado por todo el cuerpo, esos ojos de mirada intensa entrando en los míos como para indagar si mis elogios eran verdaderos. A veces vuelvo a recordar ese modo tan intenso en que alguien como él recibía cada palabra o gesto que le transmitía, y me parece un premio muy valioso, más que cualquier otro.

Nunca dejaron de ser amigos.

–No. Incluso cuando se refugió en su ostracismo invulnerable estábamos conectados por el número telefónico que debía mantener en el más absoluto secreto. Hasta que aproximadamente hace dos años lo encontré una tarde muy fría de otoño por aparente casualidad en la esquina de su casa. Fue un instante increíble de alegría y carcajadas escandalosas. Le pregunté hacia dónde iba. Me pidió que lo acompañara a la ferretería. Estaba por plastificar el piso de su departamento. Dimos un montón de vueltas por todo San Telmo, entramos en no sé cuántos lugares a pedir presupuesto. No parábamos de criticar en broma y reírnos al ver las lijas o el revividor de colores. Estábamos pasando la última vez juntos sin sospecharlo.

¿Cómo lo definirías?

–Intentar definir a semejante mago de la escena no es posible sólo con palabras, ni siquiera con una imagen: un caballo de fuego voraz, noble y con las alas siempre erguidas a las que el viento no ha doblado, ni siquiera la muerte. Por sobre todo tenía esa sinceridad inquebrantable en escena como en la propia vida. Poquísimos artistas como él se atrevieron a delatar lo que molesta, aunque moleste. Alejandro atravesó muchas mentes con cenitales poderosísimos de luz propia. Como actor resultaba realmente inclasificable. El más grande. Un poeta, autor de hoy y de clásicos de culto, parte de ellos están en nuestro panal para todos los que quieran disfrutarlo.

Urda me contó que te iba a ceder los derechos de sus textos porque tenías la capacidad de hacer lo que quisieras con todo lo suyo. Y ahora estás reestrenando. Contanos cómo fuiste armando esta puesta.

–Primero, el disfrute, leímos todo sin detenernos: libros, notas, reportajes, incluso descubrimos algo jamás representado. Luego vino el descubrir un anclaje en común. Para que el material se hilvane encontramos la radio como soporte o refugio que al mismo tiempo es un homenaje a ciertos programas con los que tantos nos criamos como El Tren Fantasma 9 pm o Radio Bangkok, por decir sólo algunos. De ahí, Miel de avispas aborda un formato radial y es “la primera radio itinerante” no en vano llamada: “RadioRueda”

¿Cómo surge el título?

–No tuvimos que dar muchas vueltas, Miel de avispas ofrece dulzura y ácido mortal en una misma dosis. Además, las avispas, diferenciándose de las típicas abejas, no mueren luego de picar. Ellas pueden seguir haciéndolo infinidad de veces, pero siempre seguirán vivitas y picando.

Pensar que hay tantos cuadernos inéditos que le quería regalar a su vecina la gran Rita Cortese. Y que atesoran sus hermanos, uno de ellos María Urdapilleta, también extraordinaria actriz con quien montara Urdapilleta en llamas. A propósito, ¿cómo lograste reunir a las intérpretes de Miel de avispas?

–Mi hermana, la genial Karina K, le pasó mi teléfono a Juliana Ibáñez, quien junto a Luciana Dulitzky y Adriana Monteleone habían trabajado con Juan Carlos Gené una obra que no se hizo porque Alejandro no cedía más sus derechos. En realidad siento como que las hubiera elegido el propio Urdapilleta.

¿Se conocieron ellas con Urda?

–Lamentablemente no. Además desconocían todo lo de aquellos años, no accedieron al Parakultural ni a toda esa movida a causa del tiempo, claro.

Es decir que se están ligando generaciones.

–Eso me importa mucho. Encima ellas, con apenas dos o tres marcas en los ensayos, enseguida captaron la desmesura y profundidad de cada texto tal como era de esperar, incluso deslumbrándome. En nuestra última charla telefónica, Alejandro primero comentó que estaba muy contento por haber logrado estrenar y, luego de una pausa, repitió la última pregunta, la misma que me hacía en aquellos camarines del Rojas: “Decime, la gente se ríe, Tino?.. Decime, decime...

¿Vos qué respondiste?

–No sólo se ríen, se van de paseo, se olvidan de todo, entran en un trance de carcajada colectiva y a veces una lágrima cae por la platea. Y a vos te agrego ahora esto: una lágrima que enseguida se esfuma, para transformarse en flechas marcando un camino de placer total que seguirá ahí, por siempre futuro.l

Sábado a las 22, La Clac, Av. de Mayo 1156.

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Imagen: Sebastián Freire
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