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Viernes, 9 de mayo de 2014

Solución final

Se cumplen diez años del suicidio de David Reimer, el chico que luego de un accidente en su circuncisión fue convertido en cobayo del entonces prestigioso Dr. John Money, que pretendió convertirlo en niña. Su historia, con ese final drástico y con su principio siniestro, sigue siendo ejemplar. El mundo científico y el de los adultos en general no pueden menos que cuestionarse la intervención en los cuerpos infantiles, y las aberraciones que se siguen cometiendo en pos de la normalización y la felicidad de quien debe decidir por sí mismo.

 Por Lucas Días Ledesma y Andrés Mandieta

Un 4 de mayo de 2004 –hace ya diez años–, David Reimer (también llamado en un principio Bruce y luego Brenda) decidió terminar con su vida a los 38 años de edad en su aldea natal de Winnipeg, en Canadá.

Fue protagonista de una historia que dejó al descubierto las maniobras nefastas que muchas veces la medicina aplica a nuestros cuerpos, a nuestras historias y a nuestras identidades. David Reimer –legalmente inscripto como Bruce Reimer– nació junto a su hermano gemelo Brian en 1965. Poco tiempo después de nacer fueron sometidos a una circuncisión –algo habitual en esa región del país–, la cual tuvo consecuencias terribles para David. Durante la intervención, el cauterizador eléctrico falló, quemando por completo su pene, que producto de una necrosis terminó por caerse.

Ron y Janet Reimer –padres de David–, desesperados, comenzaron a buscar una solución inmediata para su hijo, temían que dicho incidente convirtiera su vida en un completo infierno. Fue así que un día vieron por televisión al Dr. John Money, un importante sexólogo y psiquiatra de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore. En esa aparición mediática, el doctor explicaba a grandes rasgos su teoría sobre “la naturaleza vs. la crianza del niño”. Quería demostrar científicamente que el género es tan incierto que tan sólo con un cambio en la práctica de su aprendizaje y una “reasignación de sexo”, el niño podría adoptar fácilmente el género que se le impusiera durante la crianza, es decir, partía de la premisa de una base biológica irreductible que guía el destino de los sujetos, sin posibilidad de la (auto)construcción. Ron y Janet quedaron convencidos de que Money era la respuesta a sus plegarias, así que no dudaron en comunicarse con él.

Lo que los padres de los gemelos desconocían era que tanto Money como su equipo de la Johns Hopkins estaban desesperados por comprobar su teoría, y vieron en el caso Reimer una oportunidad enorme. Podrían utilizar al pequeño David (en ese momento aún Bruce) como su “conejillo de Indias”, contando con el valor agregado de disponer de un sujeto de control, el gemelo Brian, en el cual se observarían las diferencias que aportaban las distintas formas de sociabilización.

Para comenzar, el doctor convenció a los padres de que era necesario transformar a David –de casi dos años de edad– en una niña. Para esto fue imprescindible someterlo a una cirugía en la que le extrajeron los testículos y convirtieron el tejido sobrante en una neo-vulva. Además debieron cambiar el nombre del pequeño Bruce por el de Brenda. Todo esto quedó sepultado en un pacto de silencio: “Bruce” nunca debería conocer su verdadera identidad o de esta manera el experimento fracasaría.

Los Reimer siguieron al pie de la letra todo lo propuesto por el doctor Money, criando a sus hijos como niño y niña. Janet enviaba de vez en cuando por escrito “los progresos de Brenda”, y una vez al año la familia visitaba al equipo médico de la Johns Hopkins. Los “avances” eran celebrados por gran parte de la comunidad médica y gente cercana a este campo.

Cuando los niños cumplieron 7 años, el psiquiatra Money dio a conocer públicamente su investigación con el nombre de “estudio John/Joan”, asegurando que se trataba de un total éxito. También escribió un libro al respecto titulado Hombre y niño, mujer y niña: el mismo fue tomado en cuenta para varios estudios científicos, psiquiátricos y psicológicos alrededor del mundo. Por su parte, la revista norteamericana Time arrasó en ventas al publicar un artículo haciendo referencia al caso.

La realidad era completamente opuesta. David nunca se sintió Brenda, no se identificaba con el rol femenino que le impusieron y se negaba rotundamente a realizarse las intervenciones quirúrgicas que le sugerían a menudo. El mismo afirmó años después que su vida en ese entonces era una pesadilla.

Las terapias a las que “Brenda” asistía regularmente con Brian cada vez se volvían más traumáticas. En un testimonio que los gemelos –ya adultos– dieron para un documental del segmento Horizon de la BBC, contaron que Money los sometía a situaciones y preguntas que les resultaban terroríficas para su corta edad. Les mostraba imágenes sexuales muy explícitas, así como también los obligaba a desnudarse en contra de su voluntad. Todo con el fin de que “Brenda” pudiera adaptarse a la feminidad impuesta y diferenciarse completamente de su hermano.

La situación dio su giro final cuando “Brenda Reimer” decidió dejar de asistir a las terapias en la clínica Hopkins y amenazó con suicidarse si “la” obligaban a seguir yendo. Los Reimer accedieron al pedido y decidieron contarles a sus hijos toda la verdad que habían ocultado durante años. “Brenda” dejó para siempre ese nombre con el que nunca se identificó y adoptó el nombre de David; también optó por realizarse una reasignación de sexo (faloplastia).

Luego de esto parecía que la vida de David había tomado otro rumbo, mucho más feliz. Se casó a los 23 años con una mujer soltera con tres hijos. Se terminó por separar tiempo después, aunque Jane –ex mujer de David–, afirmó en varias entrevistas que tuvieron una linda relación.

El periodista John Colapinto publicó en el año 2000 el caso de Reimer desde la perspectiva de David, y más tarde escribió un libro con su historia que terminó por influir en varias prácticas médicas. David recibió bastante dinero por las ventas del libro; sin embargo, su situación financiera era sumamente inestable, lo que sus amigos íntimos creen pudo haber influenciado en la decisión de terminar con su vida.

Brian Reimer, por su parte, también decidió suicidarse con una sobredosis de pastillas que tomaba para tratar su esquizofrenia. La relación de los hermanos nunca fue la misma después de que este último supiera la verdad.

El Dr. Money dejó de publicar sobre el caso “John/Joan”, al tiempo de que los Reimer dejaran de visitar su clínica, pero nunca admitió el fracaso de su experimento. De hecho, se negó hasta el día de su muerte, en 2006, a dar declaraciones al respecto.

David Reimer fue probablemente una víctima más del discurso androcéntrico de la medicina que no respeta y que envía directo al quirófano a todo aquel que no posea una corporalidad acorde con el esquema clásico, dicotómico y binarista de hombre/mujer.

De todos modos, tengamos en cuenta que el género –a diferencia de lo que creía Money– es una construcción sociocultural que conforma nuestras identidades, no puede ser mera imposición, constreñimiento, cárcel subjetiva de nuestra materia corporal, sino que también es apropiación y reapropiación a partir de poner en disputa el deseo, un deseo que habilita identificación, una puesta en práctica de quiénes somos, lo que permite la resignificación de un yo inscripto en tramas de poder, en juegos de relaciones, en escenas de alteridad y mismidad.

Hoy, en el contexto de una Ley de Identidad de Género (bajo la doctrina de la autopercepción) en nuestro país, seguramente tanto David como su familia hubiesen tenido otras herramientas y el relato sería otro. ¿O no?

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