soy

Viernes, 16 de mayo de 2014

BDSM ILUSTRADO

Dog training

 Por Pablo Pérez

Insistió en tener nombre de perro y le puse Rowlf, nombre difícil de pronunciar y que uso poco. Se lo puse por el perro pianista de El Show de los Muppets. Pero cuando le doy órdenes sencillas o le expreso mi afecto, prefiero decirle “perro”: “Echado a los pies, perro” o “Vení, perro, chupámela” o “Te quiero, perro”. Su nombre lo uso en pocas ocasiones, por ejemplo cuando toca el timbre de casa y, para no bajar a abrirle, le tiro la llave desde el balcón. Ahí le pego un grito que parece un ladrido “¡Rowlf!”, y siento como si estuviera hablándole en idioma perro, que manejo porque también fui alguna vez el perro de alguien. Rowlf atrapa el manojo de llaves con precisión ninja y me mira orgulloso de su hazaña, espera que una vez que en casa lo premie, entonces le digo “¡Buen perro!”.

En el mundo BDSM, el juego de roles Amo-perro tiene muchos adeptos y se superpone en general con el de Amo-esclavo. Cada vez son más los accesorios de cuero o de látex disponibles: máscaras con hocico y orejas de perro, guantes que inutilizan los dedos, rabo con plug incluido. El juego no tiene misterios, pero sí muchas dificultades, basta con pensar en un perro real: anda en cuatro patas; come en el piso sin manos con la cuales llevarse el alimento a la boca, la falta de movilidad en los dedos (para eso los guantes específicos) le dificulta además realizar muchas acciones, por ejemplo masturbarse (en eso un perro real tiene la ventaja física de poder lamerse). Un excelente documento donde, además de ilustrar con excelentes fotos, un esclavo anónimo cuenta su vida como perro, es el blog diario

deunesclavo.net: “Nada hay más gratificante para un perro que recibir una caricia, especialmente si viene de su Dueño, de su Propietario. Si además esa mano viene de una mano enguantada, bien sea látex o cuero, sobre una capucha... las sensaciones se multiplican. En el caso de Rowlf, el trato como perro no es estricto, lo dejo sentarse a la mesa para comer y puede hacer uso de sus manos y, salvo durante las sesiones donde los roles se ponen en juego al ciento por ciento, tiene permitido andar en dos patas. Eso no me impide considerarlo un perro las 24 horas, sin dejar de disfrutar el plus de las ventajas de que sea un perro-humano, como poder ir al baño solo o saber lavar los platos. Pero sobre todo lo que me interesa es que aprenda lo mejor que los perros tienen: ser buenos compañeros. Me gusta pasear con él por la ciudad, o que esté echado a mis pies lamiéndome las botas mientras trabajo o miro televisión. Cuando habla demasiado, le digo: “Aprendé a ser perro”, y se calla y me mira con ojos suplicantes. Entonces le acaricio el lomo y le doy un beso en el hocico.

Compartir: 

Twitter

 
SOY
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.