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Viernes, 4 de julio de 2014

Jamaica y los abominables

Maurice Tomilinson, abogado activista amenazado de muerte en Jamaica, presentó la película Abominable Crime en el pasado Festival Asterisco. Tomados de la mano, él y su marido, Thomas Decker, un pastor protestante canadiense, hablaron en exclusiva con SOY acerca de la realidad de una isla que dista mortalmente de ser el oasis que el imaginario adorna con humito y rastas. Entender el trato que reciben los abominables pone en contexto las infelices palabras de Monseñor Aguer.

 Por Magdalena De Santo

Acá en el sur, les abominables estamos amparad*s por la ley, lamentó Monseñor Aguer hace unos días. Mientras tanto —probablemente para su alegría— en siete países se castiga la misma abominación con pena de muerte, y en otros setenta y ocho, la homosexualidad es considerada una actividad ilegal, un crimen. Jamaica está en la lista.

Lejos del imaginario del amor y el respeto, en el Caribe pega mucho menos el sol que la homofobia. La población lgbt jamaiquina no fuma porro semidesnuda frente al mar transparente, no canta en abrazo fraternal con los tres pajaritos de la mañana. Todo lo contrario, está asediada por la persecución legal y social. Se trata de una isla chica en la que es difícil pasar desapercibid*, un infierno grande en el que retumban disparos y alaridos entre mucha pobreza. La marginación lgbt en Jamaica comienza con el rechazo y expulsión del hogar familiar y puede terminar con viviendas en los caños bajo la lógica de la prostitución, tratamiento para enfermos, tras las rejas, en apedreo público avalado o, en el mejor de los casos, en una suerte de exilio político. En Jamaica, la homofobia es un continuum que se imprime tanto en los papeles constitucionales como en la fiestas callejeras.

Penado por la ley

El Código Civil jamaiquino describe a los homosexuales tal como chilló días atrás el señor Aguer: un crimen abominable. “La ley data de 1864, cuando todavía éramos colonia británica. Se sentencia a prisión y hasta a 10 años de trabajo forzado cualquier forma de intimidad entre hombres, aun si se toman las manos en la privacidad de su habitación”, explica Maurice Tomilinson. Lo peor de todo es que nadie nos protege. Desde luego, “la policía no investiga crímenes contra gays porque éstos ya son considerados criminales”, continúa Maurice Tomilinson.

El artículo 76 de la Ley de delitos contra personas juzga el sexo anal entre varones; a las mujeres directamente ni las nombra, aclara el abogado de sonrisa amplia. “El abominable crimen de la sodomía” juzga también los meros intentos de contraer sexo anal consentido y prohíbe cualquier “escándalo público entre hombres, ya sea en ámbitos públicos o privados”, según define contradictoriamente el artículo 79. En efecto, “el último arresto fue en 2005, cuando un policía espió por la ventana de una casa. Encontró a dos adultos, uno de 58 y otro de 60 años, teniendo algo de intimidad”.

Hubo un tiempo en el que ya nadie apelaba a este tipo de “faltas” y habían sido descartadas de facto, pero actualmente se las vuelve a invocar con fines abusivos por parte del aparato de seguridad, control y vigilancia civil. “La mayoría de las veces, la policía usa esta figura legal para extorsionar a las personas. Si ven a dos chicos juntos en la oscuridad van a tratar de pedirles una coima para no acusarlos. Y si ven a demasiados hombres yendo a una casa, el dueño te puede amenazar por hacer cosas ilegales y. de este modo, extorsionar.”

¿Cómo es tu historia, Maurice?

—Tuve que huir de Jamaica en el 2012 porque un diario jamaiquino publicó unas fotos no autorizadas de mi casamiento con Thomas. La boda fue en Canadá. Luego decidí volver a Jamaica para activar; para continuar con el trabajo que estaba haciendo, enseñando legislación, antidiscriminación, ayudando a los grupos a organizarse y documentar los abusos a los derechos humanos.

¿Se puede hacer activismo lgbt en un contexto legal tan restrictivo?

—Bueno, tenemos grupos underground y algunos espacios de DD.HH. que nos sirven de máscara para que nosotros podamos actuar. No se hace activismo de protesta sino legal, se actúa desde la política y la ley, ya que se aspira a la transformación legal.

¿Y a vos cómo te afecta tu visibilidad, corrés peligro?

—Como yo puedo irme, soy más visible. Ellos no saben cuándo estoy por ir. Tengo un chofer a mi disposición, caigo, hago lo que tengo que hacer y me vuelvo a ir. Aunque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos hizo peticiones al gobierno para que me proteja, se desoyó completamente. Y sí, mi vida está en riesgo, tengo muchas amenazas de muerte.

¿En que trabajás actualmente?

—Estoy trabajando en casos que desafían la ley antisodomía en Jamaica y el Caribe, como abogado de Mundo sin sida. Uno de estos casos es contra los estados de Trinidad y de Belice, porque directamente no permiten la entrada de homosexuales en su territorio. La ley jamaiquina no es la peor del Caribe. En Trinidad, por ejemplo, la condena es a cadena perpetua. También estoy trabajando en un proyecto que se llama “La casa de Dwayne”. Dwayne era una adolescente trans de 16 años que fue asesinada el año pasado en una fiesta pública. Estaba en la calle, vestida como se autopercibía, y otra chica miembro de su propia iglesia la mató, la acuchilló. Luego le dispararon y le pasaron con el auto por arriba. Nadie identificó a l*s agresor*s.

¿La juventud corre mayor peligro?

—Uno de los grandes problemas es que los padres de la juventud lgtb expulsan a sus hij*s de la casa desde los 10 años, como a Dwayne, a causa de su orientación sexual. Estas personas son forzadas a irse a los suburbios, vivir en las calles, entre las cloacas, y a prostituirse como única salida laboral. Como reciben más dinero por sexo sin condón, el 90 por ciento de es*s jóvenes está infectado con VIH. El gobierno se negó a proveer un refugio para ell*s, entonces nosotros estamos tratando de forzarlo a que provea al menos un edificio: “La casa de Dwayne”.

No, mujer, no llores

“Hicimos una investigación que reveló que el 82 por ciento de los jamaiquinos se asume abiertamente homofóbico”, comenta Maurice. “Quisimos poner un anuncio de tolerancia en la TV y el canal nos respondió que no. Tienen miedo de poner un anuncio que aboga por los DD.HH. de los gays, ya que la policía los puede inculpar de promover una actividad ilegal.”

El problema no son sólo las leyes, sino sus derivaciones culturales. Por citar un caso, la música nacional vehiculiza, incita e incluso reclama crímenes de odio. El clásico sonido ragamuffin hoy se traduce en la emergencia musical de Buju Banton, uno de los cantantes actuales más famosos de Jamaica, que se deleita con la oda Bum Bay Bay, “dispárale al maricón”.

Según los entrevistados, la homofobia no era parte de la cultura jamaiquina, sino que fue reimpuesta por fundamentalistas norteamericanos. “Yo, hablando como no jamaiquino, cuando pienso en Jamaica tengo la imagen de Jamaica como era probablemente en los años ’60 y ’70. Cuando era una sociedad muy tolerante, con la imagen de Bob Marley, One Love, marihuana, todos cantando y bailando. Pero Jamaica capitaliza esa imagen para el turismo. Lo que pasó sobre todo hacia fines de los ’70 y ’80 fue la exportación de un nuevo fundamentalismo cristiano de los EE.UU. a Jamaica. El gobierno jamaiquino no reconoce ese aspecto que transformó su propia cultura; gasta millones de dólares en campañas y en una imagen que ya no es la verdadera de Jamaica”, argumenta Thomas, pastor protestante de la Comunidad Metropolitana canadiense y marido de Maurice.

Jamaica y toda la zona caribeña es un sector sumamente empobrecido, atravesado por el colonialismo y sometido a flagelos económicos y raciales de gran escala. Por supuesto, la homofobia no es exclusividad de ellos, pero es llamativamente pronunciada respecto de otras latitudes. Aquí un arzobispo podrá gritarnos abominables, pero cuando los contextos son más adversos estos dichos no sólo son injustos, sino que pueden ser literalmente mortales.

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