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Viernes, 4 de julio de 2014

DANZA

Alguien te está mirando

Cinco bailarines y, en el medio, un tutú. Looking explora la irrupción de la diferencia y la influencia de la mirada ajena.

 Por Alejandro Dramis

Cinco cuerpos esbeltos reposan de pie en un espacio tan neutro como el vacío emocional que emiten sus rostros. Luces bajas que se intensifican y en la inmensidad de la escena los jóvenes, estáticos, se observan y se descubren, dos de ellos, entre pasos tímidos y bailes minimalistas, intercambian un tutú de alambres maltrechos, como una ironía del género enquistado o un gesto de necesidad femenina entre tanta masculinidad. Los dos bailarines interpretan danzas románticas de movimientos cálidos, propias del ballet blanco del siglo XIX, y en el silencio que musicaliza sus pasos los otros tres muchachos observan algo incómodos la belleza de sus raras coreografías. Los tres, ahora más confundidos, provocados e interpelados por esas técnicas tan templadas como antiguas, reaccionan. El motor de Looking es una reflexión corporal acerca de la mirada del otro y lo que emana de ella: el deseo de lo ajeno, el vértigo de lo desconocido y la construcción de uno mismo a partir de la otredad. Las actitudes expresadas en el movimiento de los cuerpos mudos, musicalizadas únicamente por la respiración de los protagonistas y por el roce de sus extremidades, logra que los tres mirantes modifiquen sus vivencias a raíz de un sentimiento de oposición/atracción hacia los dos bailarines clásicos que, impolutos antes, comienzan ahora a sucumbir frente al deseo del encuentro, en la posibilidad de un abrazo, un beso. La obra, que transforma el lenguaje de la danza en un estar polisémico teatral y emocional, se propone investigar el papel que juega la identidad móvil en cada unx de nosotrxs, cuestión que ya asomaba en Apnea –el anterior espectáculo de la Compañía David Señoran– en la que su director e intérpretes indagaban sobre la pérdida de la motivación de los deseos adversos de un grupo de jóvenes en su pasaje a la adultez. En Looking también los deseos juegan un rol fundamental y se problematizan desde un primer momento, los pares de opuestos que transitan todo el tiempo el espacio ilustran esa indispensable comunión de los ingredientes diversos de las relaciones humanas. Así, las dualidades clásico-contemporáneo, observador-observado, ficción-realidad, espectador-actor, ruido-silencio y claridad-oscuridad, entre tantas otras, complementan el cuadro que representa la metáfora cotidiana de lo que somos como personas, tan opuestxs y complementarixs como el abrir y el cerrar de los ojos que nos observan.

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