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Viernes, 11 de julio de 2014

Cuando el beso y el repudio van juntos

Este jueves tuvo lugar Besos públicos, un besazo colectivo para manifestar descontento por la visita de Vladimir Putin. Aquí, una reflexión en torno de los métodos de repudio y los avances de los derechos lgbt

 Por Mario Pecheny

Hay distintas maneras de hacerle entender a un político o política el repudio a sus acciones o inacciones. Por ejemplo, por principios, estoy en contra del outing (hacer conocer la vida sexual de alguien o de su familia), aun en el caso de los políticos o jueces más nefastos. Pero sí estoy, por supuesto, por el reclamo público, sin ponerse a la defensiva, en materia de derechos sexuales o de aborto. Estos reclamos tienen a la Justicia de su lado y les corresponde a los antiderechos justificar, si pueden, por qué excluyen a los gays y a las lesbianas de los derechos humanos más básicos, a las y los trans, o a las mujeres que quieren decidir sobre sus vidas. Un besazo es una manifestación simpática, pero bien clara para agitar en torno de estas cosas.

Están los políticos que hacen daño, y los que dejan hacer daño. En ambos casos me parece bien repudiar. Repito, porque el respeto de la diversidad sexual está del lado de la democracia, los derechos humanos, la Justicia. Reivindica cuestiones que el Estado de derecho mínimo y la democracia política mínima sostienen: igualdad ante la ley, libertad de expresión (incluyendo la sexual y de género), libertad de asociación, etcétera.

Recuerdo que allá por el ’95 presenté como estudiante un texto sobre lo que se llama el efecto boomerang en ciencia política. Es decir, cuando un grupo interno que no tiene mucha fuerza a nivel del país, cuando se encuentra en un contexto de relación de fuerzas desfavorable, logra instalar en la agenda o conseguir cosas en parte gracias al apoyo recibido por otros actores en las arenas centrales o en otros países. Es conocida la historia de cuando Menem fue a Estados Unidos y lo increparon por la denegación de la personería de la CHA. Presionado, tuvo que decir públicamente que se le daría la personería. A modo de boomerang, lo del besazo puede ser útil para que los propios militantes en Rusia o políticos lgbt friendly allí se agarren de eso y agiten. En ese sentido me parece una buena y “barata” acción (barata en el sentido de que no implica grandes erogaciones para nadie), capaz de contribuir a que haya menos persecución en Rusia. Bienvenido pues un besazo “romántico” que haga pública la felicidad de este acto, pero sobre todo un besazo político. También será un mensaje recordatorio a los de aquí.

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