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Viernes, 25 de julio de 2014

MI MUNDO

CÁMARA LÚCIDA

Al estudio de Hashem El Madani asistían familias enteras, pero las fotos nunca eran estrictamente familiares. En los años ’50, entre disfraces, poses y cuentos, el fotógrafo libanés lograba capturar lo que cada uno tenía adentro. Sus fotos forman parte de una exposición sobre el mundo árabe que inaugura el MOMA (NYC) y que casualmente coincide con la guerra en Franja de Gaza.

 Por Cristina Civale

Entre la bisagra que se planta entre lo moderno y lo contemporáneo se exhibe por estos días en el New Museum de Nueva York –el museo que mejor rastrea las nuevas tendencias en el mundo del arte contemporáneo– la obra del fotógrafo libanés Hashem El Madani (Saida, 1928) en el marco de una gran muestra sobre el mundo árabe llamada Here and elsewhere (Aquí y más allá), título que evoca con total premeditación una película del mismo nombre rodada por Jean-Luc Godard en 1976, un film que se convirtió en un documental propalestino.

Lo casual de la oportunidad de esta muestra sobre el arte del mundo árabe en estos precisos días de ataques a la Franja de Gaza hace que esta exhibición, y la obra de El Madani en particular, cobren un significado nuevo e inesperado, con mucho más poder y contundencia que la que le puso su curador, el italiano Massimo Goni, recientemente nombrado director artístico de la institución.

LA CASA DE SHEREZADE

La cosa fue así. El Madani fundó a finales de 1950 un estudio comercial en Saida, la tercera ciudad en población del Líbano, un pueblo de pescadores al sur de Beirut. A su estudio concurría la clase trabajadora, según narra el artista Akram Zaatari, primero alumno de El Madani y actualmente fan, custodio y restaurador de la obra de su maestro. Según los dichos de Zaatari, director de la Arab Foundation donde se trabaja para la preservación de esta obra tan peculiar, El Madani recibía los encargos fotográficos de todo su pueblo y su estudio, no casualmente llamado Sherezade, permitía a los clientes a fotografiar contando sus mil y un cuentos con los atavíos que El Madani proporcionaba en su estudio.

Allí concurrían jóvenes milicianos o jóvenes que se disfrazaban de milicianos y se fotografiaban con una provocadora sensualidad de cuerpo entero y con ropa de entrecasa con su fusil como si se tratase de una flor. La sexualidad que exudan esas fotos es perturbadora en ese cruce que marcan entre el combate y los contoneos sensuales. Como toda la obra del arte contemporáneo árabe donde El Madani dejó su marca, las obras de estos tiempos de esa parte del mundo si algo tienen en común es la cruza entre batalla y sexo.

En el estudio Sherezade se organizaban –entre finales de los ’50 y principios de los ’70– pases de películas donde se veía desde El Gordo y el Flaco hasta comedias blancas de Hollywood. El Madani explica que sus clientes-vecinos concurrían con ganas de imitar a sus ídolos del cine, pero también reconoce que en las fotografías se dejaban llevar y exponían su propia identidad, una identidad que no exhibían fuera del estudio. Es como si entre esas cuatro paredes, enfrente de la única cámara de 35 mm del pueblo, se desatasen todas las inhibiciones y cada uno asistiese al rito de la toma en búsqueda de un espejo sesgado que lo reflejase completamente fuera de otros espejos prohibidos fuera de esas paredes seguras y camufladas de juego que constituían el estudio.

Así asiste la familia a retratarse, pero lo notable es que no lo hacen como familia, cada uno de sus miembros elige la soledad del retrato íntimo donde “ser” es un estado que sólo tiene contexto frente al propio cuerpo.

LA HETEROSEXUALIDAD VELADA

COMBATIENTE DE LA RESISTENCIA PALESTINA (1970)

Son notables las imágenes de parejas del mismo sexo, ya sean mirando a cámara tratando de soltar la inhibición, ya sea besándose en la mejilla o directamente en la boca. El vestuario siempre es muy cuidado, los hombres suelen portar su pañuelo que los marca como palestinos, las mujeres se calzan los vestidos que uno podría intuir que son sus mejores galas. La frescura y naturalidad de esta expresión de sexualidad alegre, festiva, sin inhibiciones, contrasta con la inexistencia de fotografías de parejas heterosexuales y esta ausencia tiene que ver con una prohibición. Durante el tiempo de vida en el estudio Sherezade estaba prohibido por ley que parejas de distinto sexo se fotografiasen en público y mucho menos besándose. La ley, sin embargo –torpe como mucha tantas otras–, no registraba que en su prohibición autorizaba lo que en otros lados era tabú. Y así las fotos de parejas del mismo sexo son lo más notable del corpus de la obra de El Madani.

EL ADELANTADO

La obra de El Madani, según explica el curador de esta muestra que ya fue tapa del suplemento de arte de The New York Times, se destaca allí como un hito que marca a la generaciones de creadores más jóvenes de una manera inconfundible. En las hendijas de estas creaciones nuevas la obra de El Madani marca a fuego su camino. En tiempos de restricciones sociales y políticas, una vez más la fotografía viene a iluminar la humanidad de las personas y eso es lo que hacen las viejas-nuevas fotos de El Madani, más contemporáneas que modernas, más actuales que probablemente las obras de sus compatriotas nacidos medio siglo después, más combativas que cualquier obra explícita sobre identidad y género: salieron de las tripas de sus retratados con la naturalidad bien árabe de quien se carga el poder que limita las declinaciones del ser. Y aquí están estas fotos de los que son y siguen siendo. De este modo el trabajo del legendario El Madani en sí mismo se convierte en un pivote alrededor de la cual más de una generación de artistas libaneses gravita y da vueltas. Cuando su obra se exhibe –no es suficiente decirlo sólo una vez– nos recuerda que la lucha para construir la identidad personal, ya sea frente a la cámara o en la vida real, es una lucha universal.

TARHO Y EL MARSI (1958)

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MODELOS ANONIMAS (1970)
 
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