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Viernes, 22 de agosto de 2014

CORTE Y CONSTRUCCION

Mi día después

El cuerpo como envase o el cuerpo como territorio. La cirugía como destino o como obligación. Por qué decidí quitarme los senos y cómo me sentí el día después

“Nací en un envase equivocado.” Escuché esa afirmación cientos de veces. Quizá se utiliza como una respuesta estratégica o política, tal vez es la manera más sencilla que encuentran algunxs para explicar las identidades disidentes. Cuando me preguntan, respondo que yo simplemente nací. Otras veces juego, y digo que nací en un envase vacío que me permite darle la forma.

Sin cortes

Mucho se cuestiona cuando una identidad trans decide cambiar su género sin someterse a un tratamiento hormonal o a cirugías. Miquel Missé, sociólogo y reconocido activista trans español, hace una interesante reflexión al respecto. “La transexualidad clásica es la que señala que el individuo quiere modificar su cuerpo desde la infancia. Pero también hay gente que cambia de género y ni tan sólo desea modificar su cuerpo. Para algunos es un debate filosófico, que no les supone nada, para otros es clave dentro de la construcción de su identidad como persona. La gente piensa mucho en la transexualidad vinculada con la operación, pero la operación es una anécdota en la vida de la persona transexual.” Entonces, ¿qué problema existe si unx decide construir su corporalidad sin someterse a una intervención quirúrgica? En mi caso, mi masculinidad no se rige por la ausencia o la presencia de un pene, tal vez me someta a esa cirugía en un futuro o quizá nunca.

Con cortes

Lo que sí sé es que los senos me molestaron siempre. Su presencia me hizo caer en una realidad que de niño jamás me cuestioné –el tema de los géneros–. Mi cuerpo comenzó a modificarse y se formaron de a poco dos bultos en mi pecho, que hasta último momento los consideré tumores. Suena fuerte, pero así lo sentía. La mastectomía bilateral con masculinización del tórax (así figura en los papeles de consentimiento que firmé) a la cual me sometí hace un par de meses sin duda forma parte de una decisión personal que tenía tomada hace mucho tiempo. A pesar de tener clara la decisión, me tomé casi tres años para investigar. Vi miles de videos en YouTube y me pasé horas analizando fotografías de mastectomías. Me preocupaba mucho lo estético, cómo quedarían los implantes de pezón, qué tan grandes serían las cicatrices. En definitiva, me puse tan perfeccionista que pretendía algo imposible.

Al final me terminé decidiendo y también opté por operarme de forma privada –no es un dato menor–, mis padres podían ayudarme a solventar los gastos. El cirujano conmigo se portó muy bien. ¿Tengo que agradecerle el doble? Aclaro esto, porque parece que algunas personas creen que las manos de un cirujano que opera personas trans tienen un valor agregado.

Despertando de la anestesia

Me llevaron al quirófano. Una vez acostado, los médicos comenzaron a marcar mi cuerpo y delimitar con fibrón negro la ruta que iban a seguir. Yo estaba vaya a saber dónde, tratando de contener el miedo y el frío que me producía estar en esa habitación. Hasta que... me dormí.

Cuando desperté tenía el pecho comprimido por vendas, por cintas y por la faja que me hicieron comprar. Colgando, dos drenajes que se iban llenando de sangre. Ya había pasado “lo peor”. El posoperario no es tan complicado como pensé, pero se deben tener ciertos cuidados: no podés levantarte solo, no podés levantar los brazos ni realizar movimientos bruscos. Hay que tomar recaudos para evitar infecciones y que la cicatriz se ensanche. La verdad es que no se puede estar solo, yo afortunadamente recibí la compañía, el afecto y los cuidados de mis padres.

Ya pasaron tres meses. No tener que estar comprimido por una faja te da otras libertades, como las de disfrutar abrazar a la gente con fuerza, caminar erguido y respirar inflando el pecho, meterse al agua y que el sol te pegue en la espalda, elegir mis remeras y camisas sin pensar si el color o la tela me marcarán la faja. Las cicatrices se han ensanchado un poco, es verdad. Probablemente las retoque en una operación ambulatoria o tal vez no. Al principio renegaba un montón de ellas, ahora me relajé, me di cuenta de que son marcas que alertan que este cuerpo fue construido en base a deseos. Que son mías y me hacen auténtico, porque como diría La Agrado (magnífico personaje de Todo sobre mi madre) “unx es más auténtico cuando más se parece a lo que ha soñado de sí mismx”

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En su serie “Every breath we drew”, el fotógrafo norteamericano Jess Dugan, según sus propias palabras, intenta “trabajar en las áreas grises para desdibujar género y sexualidad, verdad y ficción”
 
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