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Viernes, 29 de agosto de 2014

¿Para qué sirve el INADI?

Con casi 20 años desde su creación, el Inadi se ha vuelto un concepto de alto poder simbólico que remite al respeto debido entre lxs unxs y lxs otrxs. ¿Cuál es su alcance en situaciones concretas? ¿Qué se espera de este organismo y qué puede ofrecer?

 Por Dolores Curia

El exabrupto transfóbico de Jorge Lanata y toda su cola –los medios en general y los programas de TV en particular aprovecharon para colar la injuria incluso disfrazada de solidaridad con la presa elegida– trae a la punta de la lengua una palabra en especial: Inadi. Así como la sigla CHA o la lista que el mismo Lanata enuncia incompleta como si le pesara (lgb....) se han convertido en las últimas décadas en sinónimo de homosexualidad o de sexualidades no normativas, el Inadi resuena como sinónimo de, como mínimo, corrección política y un límite a la discriminación. Más que eso, en versión Capusotto es el mensaje del Inadiiii (“Tolerancia y respeto: todos podemos llegar a comer caca”). “Llamemos al Inadi” o “Que no te agarre el Inadi” son expresiones que dan cuenta de la presencia de este ojo absoluto de un fantasma disciplinador que nos mira a todos y todas. Se diría entonces que tras los dichos cavernarios lanzados por Lanata (la forma en la que confunde género con genitalidad y asocia autopercepción del género con locura, ya sea por ignorancia o mala fe), el Instituto debería haber caído con todo el peso de la ley sobre el periodista. Y, sin embargo, sorprende que la respuesta de Pedro Mouratian, su interventor, sobre este punto minimice el hecho en un ejercicio que propone ningunear la bestialidad para marcar la firmeza de un logro obtenido. Entrar en el juego, parece decir el interventor del Inadi, es retroceder: “Lo más grave de lo que dijo Lanata es que pretenda con eso que volvamos sobre un tema que hoy ya está saldado, es decir, los derechos que instaura la Ley Identidad de Género están fuera de discusión. Ya se ha dado la discusión en el Congreso y en la sociedad. El debate que ahora hay que dar es hacia adelante: cómo saldar la deuda con ese colectivo tan maltratado, cómo dar respuestas concretas a las demandas insatisfechas del sector que tienen que ver con derechos básicos como trabajo, salud, educación”.

¿Qué ha hecho el Inadi concretamente frente a este episodio?

–Nosotros tenemos una denuncia en trámite que hizo la Federación LGBT, que terminará en un dictamen. Florencia de la V seguramente podrá usar el dictamen del Inadi como antecedente en caso de que ella decida iniciar una demanda ante la Justicia. Paralelamente hemos trabajado con la Defensoría del Pueblo, que llevó adelante una acción concreta. Cuando se trata de denuncias que involucran a los medios audiovisuales, promovemos interconsultas, fijamos posiciones, otros organismos nos consultan, debatimos con ellos. La Defensoría y también Afsca ya habían iniciado un trabajo específico, y nos pareció que era lo correcto: se apunta a que Lanata se forme en género, se disculpe o dedique horas de su programa a informar sobre el tema.

Cada vez que alguien injuria de este modo, enseguida aparece la pulsión de que debe disculparse. ¿Hasta qué punto es útil eso?

–Pedir disculpas es reconocer que uno ha tenido una práctica o comentario discriminatorio. Para la persona que ha sido víctima es importante que la disculpa exista. Lo interesante sería que a partir de esto se pudiera dar un debate profundo en vez de seguir banalizando el tema. Ahí la temática puede ser reutilizada como disparador para otros objetivos... Es raro que Jorge Lanata haya dicho que estaba a favor de la sanción de la ley y después lance estos comentarios. Lo que ha ocurrido aquí es que hay una persona que dice cosas tremendas contra otra en torno de una discusión que ya fue dada. Huele más a una chicana con otros objetivos.

Frente a esta acción de la Defensoría, Lanata dijo sentirse censurado.

–Nadie vulneró su libertad de expresión. De hecho sigue hablando en el mismo sentido. Por supuesto que cada uno puede decir libremente lo que opina, pero el límite está en que hay que ser respetuoso con el resto de las personas. El límite es la agresión. En la Argentina hay libertad de expresión, la prueba es que se han dicho tremendas barbaridades de la presidenta de la Nación y no ha habido ningún tipo de censura por eso. Hay libertad de expresión, pero también hay una Ley de Identidad de Género que marca los límites para que ésta no se convierta en maltrato.

¿Cómo surge el Inadi, cómo fue pensado en sus orígenes?

–Es un organismo del Estado nacional que funciona en la órbita del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Fue creado para promover políticas públicas y, a largo plazo, cambios culturales contra racismo, xenofobia y discriminación. Se crea a partir de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA. La Federación de Entidades Arabes y la dirigencia de la comunidad judía lo promueven. La agenda del ’95 poco tiene que ver con la que fue la de 2005. La poca incidencia del Inadi en otras épocas no tuvo que ver con quienes lo llevaban adelante en esos momentos sino con el poco respaldo político que había recibido hasta el kirchnerismo. Nadie dudaría de la capacidad intelectual y moral de Raúl Zaffaroni; sin embargo, la falta de respaldo político en su momento hizo que el organismo no pudiese avanzar. Ni siquiera le pagaron el pasaje para ir a la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, en Durban (Sudáfrica, 2001). Eso habla de una mirada sobre el tema.

¿Cuándo y cómo empieza a cambiar esa mirada?

–En 2005, en la Argentina se aprueba por decreto un Plan Nacional Contra la Discriminación, elaborado por sectores sociales, académicos y políticos, la Secretaría de Derechos Humanos y el Inadi. La lucha contra la discriminación pasa a ser política de Estado. Comienzan a discutirse leyes que incluso empiezan a superar lo que el propio plan contemplaba. Por ejemplo, el plan hablaba de unión civil y, sin embargo, la evolución de nuestra sociedad y las organizaciones consiguieron que se lograra el matrimonio igualitario. Según las encuestas, hoy el 70 por ciento de la sociedad está a favor de que se haya sancionado el matrimonio igualitario.

Inadi de nadi

Hace meses, en una emisión del programa Hoy, hoy, hoy, el magazine de CN23 que conduce Pablo Marcovsky, el abogado mediático Mauricio D’Alessandro polemizaba, poniendo en duda la utilidad del Inadi: “En mi experiencia ha sido un instrumento bien intencionado, pero inútil, meramente testimonial. Nada de lo que hacés ahí tiene efecto considerable. Necesitás hacer un laburo tremendo para que te den un dictamen. Y si te lo dan, luego sólo te sirve para ponerlo en un cuadrito. El Inadi entra en la bolsa de tantas otras instituciones que tienen buena estima y hasta popularidad, pero una eficacia real nula. He visto a lo largo de mi carrera que los jueces se mueren de risa con un dictamen del Inadi”. La abogada mendocina Carolina Jacky, en una entrevista publicada en este suplemento, también mostró una visión crítica sobre el Instituto: “En lo simbólico le pongo un 10. Pero en utilidad no puedo ponerle la misma nota. Como no tiene poder de policía, no puede multar, ni ejecutar sus dictámenes. El discriminador no está obligado a cambiar su conducta. Funciona para la conciliación en los casos particulares, pero contra la discriminación en las estructuras grandes, como la policía; hay que ir con algo más fuerte que un reto. Por otro lado, a partir del momento en que sos discriminado, tenés un plazo de dos años para iniciar una acción legal por daños y perjuicios. Cuando, por ejemplo, iniciás un reclamo en Defensa del Consumidor, interrumpís la prescripción de la acción legal que puedas ejercer. Es decir, podés hacer el trámite con ellos y después, además, ir con un abogado sin riesgo de que se te venza nada. En cambio, cuando empezás los trámites con el Inadi, el plazo para la acción legal sigue corriendo. Mucha gente no lo sabe. Quizás obtienen el dictamen favorable allí, pero cuando se quieren acordar se pasaron los dos años y ya es difícil iniciar una acción judicial privada. El dictamen me ayuda como prueba, pero si el cliente me viene con los plazos vencidos, me las tengo que rebuscar”. ¿Qué responde Mouratian a estas críticas? “Que sería preciso distinguir cuáles son las tareas del Inadi y cuáles no. Nosotros tenemos el centro de denuncias y una dirección de asistencia a la víctima. La idea es examinar si la situación denunciada constituye discriminación. Cuando verificamos que se trata de una situación de discriminación, se hace una investigación, se piden informes y explicaciones a las personas denunciadas y a terceros, se reciben testimonios, etcétera. Si esa investigación da resultado positivo, se admite el caso y se brinda apoyo a la persona discriminada, con el objeto de incidir en el cese de la conducta denunciada. La admisión o la desestimación se cumple previa emisión de un dictamen, que es una opinión no vinculante, aunque jurídicamente fundada.”

“Opinión no vinculante” significa que no hay obligación de cumplirla. ¿Por qué el Instituto no tiene poder de policía? ¿Debería tenerlo?

–Esa no es nuestra función. El Inadi debe promover una agenda pública de los sectores vulnerados. Nuestro estudio de los temas desde el punto de vista de las convenciones internacionales de DD.HH. y nuestra cercanía con la sociedad civil hacen que nuestra opinión sea escuchada en distintos ámbitos. ¿De qué serviría tener capacidad punitiva si no puedo transformar las prácticas a nivel social? ¿De qué serviría tener una Ley de Matrimonio Igualitario que la mayoría de la gente rechazara? La Justicia está para actuar sobre los hechos puntuales y nosotros en ese punto podemos ayudar. Pero la verdadera tarea del Inadi es transformar nuestra matriz cultural. Entender un organismo como el Inadi solamente desde lo denunciativo y el castigo sería limitar su esencia y seguir repitiendo un modelo caduco. Está bien que haya sanciones y multas (y los organismos para aplicarlas existen), pero eso no sirve de nada si no educamos. Hemos hecho, por ejemplo, el Manual de Buenas Prácticas para Periodistas, una mirada rápida para acercarse desde otro lugar a los grupos vulnerados, a debatir con más profundidad. Tenemos 23 delegaciones en todo el país y representaciones comunales, donde trabajamos fundamentalmente en sensibilización y la capacitación, abriendo posibilidades de empleo a distintos grupos vulnerados. El Inadi no tiene la estructura para obrar con las funciones de la Justicia, porque para eso está la Justicia. Sin embargo, se está dando cada vez más un fenómeno: la Justicia nos pide una opinión sobre cómo vemos determinadas situaciones sobre si determinado acto es discriminatorio o no.

¿Cuáles son las denuncias más frecuentes?

–El Inadi recibe entre dos mil y dos mil quinientas denuncias por año. Unas ochocientas terminan en dictámenes, pero las demás se resuelven por la vía del acuerdo, la mediación. La mayoría de las denuncias expresan como motivo “discapacidad”, sobre todo se refieren a problemas de accesibilidad urbana. Luego son muy frecuentes las denuncias vinculadas con salud y actividad sindical. Las denuncias se incrementan no porque haya mayor discriminación, sino porque hay mayor emponderamiento de los grupos vulnerados, que tienen cada vez más capacidad de reconocer cuáles son sus derechos. Hay mayor reconocimiento de qué es la discriminación. Intentamos, cuando vemos que es posible, ir siempre primero por la vía amistosa de la conciliación. La persona denunciada siempre tiene derecho a ser oída, presentar su descargo, ofrecer pruebas. En los casos laborales cuesta más solucionar por vía amistosa. En general, el que denuncia lo hace a los fines de obtener del Inadi un dictamen que le sirva luego en sede judicial y ya viene con asesoramiento jurídico previo como estrategia para preparar mejor una posible acción judicial. Fuera del ambiente laboral las soluciones pasan por hacer que se detenga la discriminación y algún modo de reparación que puede ser económico o un pedido de disculpas.

¿Qué tan útil es para la víctima tener un dictamen favorable desde el punto de vista judicial?

–Los dictámenes del Inadi fijan una posición y le sirven al denunciante para llevar esa instancia a sede judicial. Tener un dictamen favorable te da una eficiente prueba muy bien recepcionada por la Justicia. Muchas veces funcionamos como acompañantes a la hora de llevar una denuncia ante un juez. El año pasado, por ejemplo, hubo un caso que llegó hasta la Corte Suprema de la provincia de Buenos Aires. Una nena fue abusada por un mayor de su familia. Un juez había considerado que por las características socioculturales de esa menor se justificaba el abuso, ya que pertenecía a un grupo social que suele iniciarse sexualmente a muy temprana edad, por ende absolvían al adulto. Cuando el tema llegó a la Corte Suprema de la provincia finalmente ésta tomó el dictamen del Inadi y en base a él revirtió esa sentencia terrorífica. El abusador fue condenado.

Poder sólido y simbólico

“El lenguaje suele sorprendernos porque hace aflorar nuestros pensamientos más ocultos –explica Laura Pardo (directora del Departamento de Lingüística del Conicet)–. Aun cuando no queremos expresar prejuicios por miedo a que los otros nos miren mal, el lenguaje siempre deja trazos de quiénes somos realmente. Esa conciencia de estar diciendo algo mal visto está conectada a lo que se denomina ‘discurso políticamente correcto’. No puede pensarse un cambio en la acción sin que haya antes un cambio en el decir. Hoy, y gracias a instituciones como el Inadi, los ciudadanos y los medios están cada vez más atentos a las manifestaciones de la discriminación. Esto no significa que no haya personas que, por ejemplo, justifiquen la esclavitud o las desigualdades basadas en el género, pero ese pensamiento queda acotado a ámbitos íntimos. De a poco, pero cada vez más, las diferentes formas del machismo, homofobia y segregación, más o menos solapadas en los medios, son rechazadas por los ciudadanos/as.” En algunas de las parodias del Inadi que se hacen en los sketches de Peter Capusotto y sus videos, esta conciencia de que “alguien está mirando” puede tomar formas más laxas que las de la simple corrección. Doblegan la apuesta y abren el juego a la ironía. Así es como en uno de los sketches del “Inadiiii” un oficinista defiende su preferencia por la caca de perro, la calienta en el microondas común y, mientras la engulle, pide respeto y tolerancia a sus compañeros de trabajo. Pardo entiende que “cuando una sociedad puede reírse de algo que se vuelve recurrente, como la participación del Inadi o la llamada de atención de que se respete la diversidad, estamos frente a algo que se ha tornado presente, que forma parte de nuestra cultura popular”. También los personajes de Capusotto Padre Progresista y Micky Vainilla podrían pensarse en esta línea: provocan desde la grieta y las contradicciones de la conciencia entre el deber decir, las convicciones sinceras y el enano fascista. Mercedes Moglia (docente investigadora de la UBA en el Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva) agrega: “Varias veces escuché, en programas radiales, ‘no digas eso porque te va a llamar el Inadi’, esa referencia chistosa entre conductores no es lo mismo que la referencia explícita y humorística que hacen Capusotto y Saborido, por ejemplo, con su personaje de Carotenuto (presentado como ‘el hombre con acento judío que no es judío’). Su humor logra instalarse cómodamente en una dimensión tan difícil de lograr como es la sátira. Reutiliza códigos, lenguajes y formas convencionales de comunicación vigentes de un modo lúdico y se fuga hacia el absurdo. Al parodiar los argumentos discriminatorios con Micky Vainilla, o ciertas expresiones de la tolerancia con Carotenuto, se pone en evidencia que, si esos discursos son reconocibles y parodiables, es porque en el fondo nuestra sociedad sigue siendo discriminatoria”.

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