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Viernes, 10 de abril de 2015

BAFICI: ENTREVISTA EXCLUSIVA

¡Luz, cámara, sumisión!

Esta vez el Bafici dedica un foco del Panorama a la obra de Jan Soldat, director que viene registrando tópicos como la zoofilia, el sadomasoquismo y el fetichismo. Se proyectarán cuatro de sus documentales que exploran el BDSM: juegos de rol en una prisión especialmente diseñada y el íntimo retrato de un asesor fiscal que dedica su vida al autosometimiento. Soldat explica en esta entrevista cómo hacer cine con gente desnuda y viviendo su sexualidad, eludiendo el porno y también el activismo.

Con sólo 31 años Jan Soldat cuenta con más de 20 títulos, incluyendo los cortos, medios y largometrajes que viene produciendo y dirigiendo desde 2006. Su apellido suele ser recordado por el impacto generado con películas como Be Loved, que retrata la zoofilia en las relaciones emocionales y sexuales entre hombres y perros; Endlich Urlaub, un filmensayo en primer plano sobre la masturbación masculina, o Law and Order, un cortometraje que hace foco en las prácticas sadomasoquistas en la tercera edad. En el Bafici se podrán ver cuatro de sus obras: Prison System 4614, The Sixth Season, The Visit y The Incomplete: las tres primeras sobre los protagonistas y las actividades que transcurren en una prisión construida para el fetichismo sadomasoquista penitenciario y la cuarta, sobre un hombre de 60 años que vive encadenado a las paredes de su departamento con el único objetivo de profundizar el deseo de ser un completo esclavo de sí mismo y de los otros. En materia de gustos cinéfilos se confiesa muy cercano a Bruno Dumont, por su manera de mostrar una sexualidad alejada del erotismo o del porno, especialmente en las películas que tratan sobre relaciones psicológicas en las cuales la construcción de sus personajes se ubica por encima de sus cuerpos. También admira a Catherine Breillat, “por cómo ella muestra los cuerpos desnudos sin convertirlos en un signo sexual”. Soldat confiesa no estar muy interesado en seguir mirando películas sobre sexualidad. Su interés principal está en “los métodos documentales para registrar momentos, en cómo se pueden abrir espacios para que la gente ingrese y pueda ser representada ahí”. Tampoco ve a sus propios films como películas sobre sexualidad: “Son más acerca de gente que admiro porque viven sus fantasías, porque se sienten fuertes y ponen el cuerpo para defenderse frente a otros. Y eso es genial”.

Tus películas tienen un alto contenido sexual explícito pero están muy alejadas de la excitación. ¿Se podría considerar tu trabajo como un “cine postsexualidad”?

–Lo que a mí me interesa es ir detrás de los tópicos del porno o del erotismo, ir directo a las personas, a sus relaciones y a sus cuerpos. No me gusta que un film te recomiende practicar BDSM o te plantee que es genial ser gay, como tampoco me gusta cuando hace un juicio negativo sobre esos temas. Para mí es importante mantenerme siempre lo más neutral posible y que el espectador pueda tomar sus propias decisiones sobre lo que está viendo. Creo que es muy importante neutralizar los tópicos sobre los que yo filmo, para poder dar un salto desde el porno hacia lo cotidiano, para romper con el tabú y pasar de ese lugar hacia otra normalidad coexistente con otras realidades.

¿Ese punto de vista neutral es una manera de evitar un mensaje político/activista o algún tipo de intervención explicativa de tu parte?

–Sí, no estoy realmente interesado en dar mi opinión sobre cuestiones políticas o sexuales, no tiene nada que ver, y tampoco eso sería algo bueno para mis protagonistas. Ellos no tienen por qué explicarse y yo no tengo por qué explicarme. Igualmente, creo que no estoy libre de intervenciones personales: las hago cuando edito, cuando corto y encuadro. Intento concentrar mucho en las imágenes pero sin limitar, para que algo de esto que pueda resultar desconocido se pueda abrir sin intenciones moralizantes. Me interesa mostrar a los protagonistas siendo los soberanos de sus acciones.

Vigilar y castigar

Una prisión alemana, lúgubre, en medio de un bosque. Escenas violentas, presos maltratados por un guardia que los tortura para escucharles decir su propio nombre mientras ellos se rehúsan. La prisión no parece real, porque no lo es. Fue construida por Arwed, quien junto a su novio Dennis la regentea para quienes ingresan voluntariamente a someterse a su castigo y vigilancia. La cámara fija permite estar ahí casi sin ser visto. No es una cámara voyeur, es una cámara testigo: eso es Prison System 4614, un impactante documental sobre la sexualidad enmarcada en los juegos de rol y torturas penitenciarias, una cárcel que funciona casi como un spa o un Bed & Breakfast pero del fetichismo extremo.

Prison System 4614 transmite experiencias físicas muy intensas y reales. Hace que uno se sienta encerrado, asfixiado, a veces aturdido. ¿Eso forma parte de tu intención como director?

–Mi objetivo no es torturar a la audiencia, pero me parece muy importante mostrar y transferir el dolor cuando se hace algo que tiene que ver con el BDSM. Hace falta mostrar esa energía intensa para verlo, sentirlo, y para observar cómo mis protagonistas desean sentirlo. Y también abrir la posibilidad de que alguien pueda decir “a mí no me gusta, pero a ellos se los ve contentos haciéndolo y puedo compartir su felicidad sin hacer lo mismo”. Además, en la prisión se puede ver cuán seguro es todo y la comunicación que hay entre ellos, a pesar de las situaciones violentas. Captar imágenes “reales” es la mejor manera de mostrar esto, en lugar de hacer algo que sólo hable del tema. Al ver las imágenes quizá se puede perder el miedo y tener una experiencia que pueda convertirse en una expansión la propia realidad.

¿La presencia de la cámara alteró en algo la excitación sexual de los prisioneros?

–Por supuesto que en algún momento mi presencia en la prisión estaba interfiriendo e irritando su juego, porque yo era/soy alguien del exterior. Cuando me daba cuenta de eso intentaba ubicarme en algún lugar que no los molestara y que, a su vez, fuera un ángulo interesante para el espectador. También se puede apreciar en la película que los prisioneros le hablan a la cámara en algunas ocasiones, lo cual es una prueba de que me están aceptando, pero no creo que ser filmados los haya afectado de una manera sexual.

¿Y por qué accedieron a ser filmados, dado que el interés por registrarlos con la cámara parte de tu lugar como director y no de ellos como una posible fantasía?

–Es una pregunta interesante, de la cual sólo puedo sospechar una respuesta. Creo que aparecer en cámara es una chance para obtener atención y mostrar que lo que ellos hacen no tiene nada de malo, tal como la mayoría de la sociedad puede creer. Creo que mis protagonistas se sienten poderosos y orgullosos cuando pueden dar a conocer eso que es lo más importante en sus vidas, cuando saben que están siendo escuchados sobre lo que moviliza sus sentimientos y sus pensamientos.

En The Sixth Season, el guardiacárcel Dennis decide hacerle un regalo a su novio Arwed, quien ronda los cincuenta años y además de dirigir la prisión trabaja durante muchas horas en su granja. Dennis le obsequia las vacaciones ideales en su propio Four Seasons: secuestra a Arwed y lo aprisiona por una semana para que descanse, sometiéndolo a la custodia de un amo supervisado por el propio Dennis, que sigue de cerca a Arwed, lo afeita, lo encadena y lo masturba. En el mismo escenario, en el cortometraje The Visit se hacen presentes las visitantes más inesperadas: la madre y la abuela de Arwed. De paseo por el barrio, ambas decidieron darse una vuelta por la prisión para saludar a su hijo/nieto. La abuela examina los juguetes sexuales, hace sus preguntas y habla con los presos, generando lo que probablemente sea uno de los momentos más cómicos del cine documental actual.

Entre tanta violencia en la prisión aparece como contraste la relación amorosa entre Arwed y Dennis. ¿Cómo trabajaste la ternura de su intimidad con las escenas de tortura y sometimiento de los presos?

–Me encantó ver a estos dos hombres tan tiernos el uno con el otro. Es fabuloso, sobre todo en el contexto de la prisión. Decidí que podía hacer estos films gracias al amor que se ve entre ellos. Por eso quise que aparecieran esas escenas amorosas y las combiné con las escenas de violencia para poner en primer plano la riqueza y la complejidad de los protagonistas. Me gusta construir mis películas de esta forma, para que el espectador pueda manejar el poder o el dolor, pero también el humor y la diversión.

Y hablando de humor, ¿te sorprendió la presencia de la madre y de la abuela de Arwed que capturaste con tu cámara en The Visit?

–Sí, por supuesto. Me reí mucho esa tarde. La abuela tiene 94 años y una personalidad muy poderosa. Se la veía muy molesta por la tortura y por las cosas que pasan en la prisión, pero a su vez estaba muy abierta, curiosa e interesada. Me conmueve cuando las personas no asumen una postura ignorante por no entender lo que ven. Ella se toma muy en serio todo lo que pasa allí, porque ama a su nieto y sabe lo importante que es para él esa prisión que construyó con sus propias manos.

BDSM al desnudo

Un hombre sin ropa y de cuerpo arrugado se encadena en la cama de su habitación. Acaricia sus cadenas como si se tratara de las joyas más costosas. Así comienza The Incomplete, un retrato intimista de un asesor fiscal que vive solo y realiza los quehaceres de su casa al desnudo, excepto por los accesorios y las cadenas que cuelgan de su cuerpo, limitando su movilidad y su espacio. Entre la cotidianidad y la esclavitud autoimpuesta, Klaus Johannes Wolf narra sucesos de su vida frente a la cámara, muestra la última fotografía de su madre retratada minutos antes de morir, cuenta que su padre ocupó un alto cargo en el régimen nazi, lame las botas de un visitante ocasional, le hace sexo oral, se enrola en un campamento para esclavos sexuales en el que lo someten a realizar tareas denigrantes y castigos humillantes. Klaus siente mucho orgullo de poder jugar su juego en una sociedad hiperracionalista que no se permite jugar a nada.

¿Cómo lo conociste a Klaus?

–Lo conocí por Internet. Yo estaba buscando personas que vivieran su BDSM más en el día a día, como algo cotidiano. Busqué perfiles en un foro gay, vi el suyo, le escribí y quedamos en encontrarnos en su casa. Cuando llegué me abrió la puerta desnudo, comimos unas porciones de torta, hablamos durante horas y me mostró sus cadenas en la pared. Todo eso me pareció muy físico, muy existencial, y también muy cinematográfico, sobre todo cuando ató su cuerpo con las cadenas. Inmediatamente quise filmar eso.

¿Y cómo fue la relación entre ustedes mientras grababan esas escenas tan privadas y confesionales?

–El siempre se mostró muy complacido en hablar de su vida y de su objetivo de ser un esclavo. Hablamos mucho y al final yo tenía alrededor de 14 horas de material para editar. Esta película nos dio la posibilidad de conocernos y el resultado fue un film muy íntimo, personal y sincero. Y todo gracias a su modo de abrirse, especialmente en lo que se puede apreciar en los últimos momentos de la película, en esa última imagen, en esa apertura hacia mí como director y hacia todo el que esté mirando la película. Creo que es un gran momento para mis protagonistas cuando alguien se siente curioso por ellos, cuando hay un interés genuino por ver lo que hacen y cómo lo hacen, y yo como director trato de ser siempre lo más honesto que puedo y darles la mayor seguridad posible. Lo que muestro en mis películas no es otro mundo, es sólo algo diferente, una parte común de la vida y del amor, y de cómo se pueden vivir esas relaciones.

Programación: www.buenosaires.gob.ar/festivales

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