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Viernes, 29 de mayo de 2015

ADIÓS A TOTO

El sol del ocaso

 Por Dani Umpi

“Lo que queda es pobreza simbólica.” Así remató Franco Torchia vía Twitter, horas después de dar por finalizado su programa radial de medianoche, homenajeando al artista que “le enseñó a sentir”. Tras cada hashtag de #CiudadanoToto (el nombre de su proyecto solista) que se fue sumando durante horas de palpitante telepatía radiofónica, había alguien que sabía que ese temblor cuando Toto cantaba “era para él”. Cualquiera que haya escuchado Adicta entiende la cita anterior. Fue el primer lunes frío del año.

“El día no ayuda”, me dice una amiga por WhatsApp. No estamos hablando de sol, sino de estrellas. No estamos hablando de “seres de luz” sino de los que la buscan en los rincones y, cada tanto, por suerte o dedicación, la encuentran. Ser fuerte cuesta mucho trabajo. A veces uno está solo. A veces uno está acompañado por alguien que no se da cuenta de que necesitás estar solo. La voz de Toto era esa cueva espejada en la que nos refugiábamos de la obscenidad del día, la grandilocuencia del mundo y los sabelotodo. Con esa coraza podríamos volvernos meteoritos, constelaciones. Unos lo acusaban de desafinado. Otros queríamos entrar dando besos y mordiscos en su ritual de declamador, de fetiche inalcanzable. Y el fetiche, como bien sintetizó una vez Boris Izaguirre, vive sediento, “protegido por el vicio, escudado por el miedo o atrapado en sus contradicciones”. Entre cada canción había una pausa para que le preguntáramos “¿Qué querés? ¿Qué te ame más?”. Sus ojitos en rímel escapaban del flequillo susurrando “sí”. Los puños se abrían, las gargantas se rasgaban, el sudor y las lágrimas rompían las remeras, las medias de red pegadas al cuerpo, descascarándose. Pieles de serpientes redimidas. Nos marchábamos de un recital o apagábamos el discman. ¿Hablamos de Rudie Martínez? No. Vayan a verlo en vivo que tiene un proyecto musical nuevo espectacular. ¿Hablamos de Shh, el mejor disco de no sé qué año según tal revista? No. No lo encuentro en Spotify. Se lo regalé a un amigo cuando se fue a vivir a España para que musicalice nuestros mejores recuerdos. En la “pobreza simbólica” que se viene podremos hablar de Toto como si fuese un poeta, un dios, un marginal, Venus Mercurial..., lo que se le antoje al mito. En Twitter dicen que Toto ya está entre los grandes, muy tranquilo. Otros lo seguiremos sintiendo en la piel, en las dudas y los deseos incomprensibles para este mundo que no nos basta.

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