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Viernes, 10 de julio de 2015

SELLO PROPIO

La semana pasada murió Jorge Alvarez, editor esencial y visionario de los ’60, impulsor de Puig, Piglia, Quino, Copi. Fue un mecenas irreverente que vivió a su aire en una época tan culturalmente estimulante como sexualmente prejuiciosa. Fue también responsable de gran parte de la estética del rock argentino como productor de Manal, Sui Generis y Almendra, y de crear –como lo amenazaron en 1977– “una juventud contestataria”. Sin embargo, en sus últimos años decía no haber guardado ni un disco, ni un libro de los centenares que editó, ni una foto de aquella época de oro. “No vivo de recuerdos”, le dijo a SOY en una de sus últimas entrevistas, desde el geriátrico, en sus activos ochenta.

 Por Facundo Soto

Me habían contado que Jorge Alvarez gritaba a los periodistas, que les pedía merca... Cuando toqué el timbre del geriátrico no sabía con qué me iba a encontrar. Volví a visitarlo varias veces para la sesión de fotos, pero no estaba de humor para hacérselas. Lo que sigue es el encuentro con el editor de Manuel Puig, Rodolfo Walsh, David Viñas, con el fundador de la Editorial Jorge Alvarez, que seguía trabajando desde el geriátrico para la Biblioteca Nacional. Fue el creador del sello Mandioca y un descubridor incesante de talentos, desde Sui Generis hasta Almendra. Exiliado en España durante 12 años no ocultó su sexualidad; pero tampoco la exhibió porque “eso” nunca fue un tema de su interés. No creía en la lucha por la visibilidad y reflexionando llegó a la conclusión de que la lucha fue interna, porque era impensable exteriorizar algo que todavía estaba en conflicto interno. Reservado en su vida personal, no tenía pareja ni hijos; el mundo gay, para él, era así. La sexualidad, a su edad, decía que era algo que lo tenía sin cuidado. Falleció el sábado pasado, a los 83 años. Esta entrevista fue la última que dio, y es nuestro modo de homenajearlo.

¿El movimiento cultural de los ’70 era machista y homofóbico en la Argentina?

–El tema gay en esa época era tabú. Los argentinos siempre fueron muy extraños.

¿Había discriminación entre los músicos?

–No. Yo estaba en otra. No me interesaba el tema. Pero sí es cierto que los argentinos eran bastantes retrógrados.

¿Cómo te llevabas con ellos?

–Nunca lo tomé como un tema que me importara. Nunca tomé el tema gay como un tema de lucha...

O de liberación para poder ser uno mismo y no tener que andar mintiendo u ocultando lo que cada uno es...

–Se suponía que los rockeros venían a liberarnos, pero en algunas cosas nos (y se) reprimieron. Yo me quedé un poco afuera de estos temas. Nunca fue mi fantasía luchar por nada que tuviera que ver con esta cosa. Yo tenía que aceptarme; aceptar lo que era. No podía pretender cambiar nada...

Claro, es como que en esos tiempos tenías que aceptarte y no te quedaba resto para pensar en la lucha...

–Exacto. Estábamos un paso anterior, la lucha era interna.

Pero... ¿aportó algo el movimiento hippie?

–La liberación de las costumbres. La ruptura de un cierto modelo que se transformó en otro más moderno, más actual, más político. Pero, no me parece que haya sido vital, sino un transcurrir, como corresponde a una época. Pasó. Siguió y vinieron otros. A mucha gente le parece “ah ah ah”. Romántico, el pasado... Pero la nostalgia es atroz. Todo lo que huele a nostalgia no me gusta.

Desde la imagen aportó el movimiento cultural de los ’70, ¿no? Las tapas de los discos de Sui Generis donde aparecían los dos abrazados, con un pañuelito rosa, de la mano en un bosque...

–Eso es Gatti y Gatti es muy así... Y eso contribuyó con las niñas, fue un éxito para las mujeres.

Bueno, una vez Charly dijo que a las chicas las calentaba ver a dos chicos juntos...

–Sí, seguramente... Pero esas son las percepciones de Charly. Y ojo que él también es bastante prejuicioso... Lo vi hace dos o tres años, y no me interesa su mundo.

Un músico me contaba que se encontró a Billy Bond, el gordo barbudo de La Pesada del Rock’n roll, con shorcito de cuero y musculosa rosa andando en patines por Miami...

–Billy es muy lanzado, en el sentido que le da lo mismo cualquier cosa. Billy se liberó de los prejuicios argentinos. Los argentinos han sido muy prejuiciosos, con relación al sexo, digo, ¿no? Y Billy no. A él nunca le importó nada.

¿Y cómo veías el tema gay en el mundo literario en los ’70?

–Nunca fue un tema de mi preocupación.

¿Y qué cosas te preocupaban?

–Mi trabajo. La preocupación era material, económica sobre todo. Y el manejo de ese mundo, que es difícil, porque el mundo de la literatura o del rock son mundos difíciles.

¿Por qué?

–Por los egos.

¿Te acordás de la primera vez que leíste La traición de Rita Hayworth? ¿Cómo te llegó el manuscrito?

–El libro iba a salir por Sudamericana. En ese momento me hacen juicio y me meten dos meses de prisión condicional. El libro estaba en pruebas de página. Entonces me llama el gerente Vidal Buzzi y me explica lo que está pasando. Los dueños de Sudamericana tenían miedo y me preguntaron si yo tenía miedo. Yo no tengo miedo, les dije. Leí el libro. Me pareció un libro totalmente publicable, sin ningún tipo de inconveniente. Entonces hablé con Puig, previa decisión de Sudamericana de pasarme el libro.

¿Y cómo conociste a Manuel...?

–Manuel era un tipo con todos los inconvenientes, ventajas y desventajas, de un escritor; sobre todo porque era de provincia y tenía ciertos prejuicios. Supongo que la lejanía...

¿Prejuicio en relación a qué?

–La gente de provincia mira a los capitalinos como si fueras sapo de otro pozo. Hay cosas que no controlan, no manejan. Supongo que deben tener muchos miedos. Pero tampoco nada que sea demasiado atípico. Es típico de ese tipo de personajes, ¿no?

Pero también suelen ser más desprejuiciados... En The New York Times dijeron que murió acompañado de sus hijas. Pero sus hijas eran sus amigos escritores que a él lo llamaban “mamá”.

–Yo creo que Puig era atípico, no tipificaba la realidad de la Argentina, sino que era “él”. Había crecido y nacido en ese tipo de mecanismo y así desarrolló su carrera.

¿Y en qué lo veías atípico?

–Yo no lo veía diferenciarse de la masa, establecer diferencias. Atípico en relación a lo que eran los escritores de la época. Atípico en todo, en su talento, en su forma de escribir, de comunicarse. No había muchas clases de Manuel Puig en la realidad. Era simplemente Manuel.

¿Llegaron a ser amigos?

–Nunca fui amigo de los escritores. Bueno, de algunos sí, como de David Viñas o Beatriz Guido o Torre Nilsson. Pero ser amigo te implicaba, en el caso editorial, un peligro. Porque estableces diferencias que corresponden, no a una relación profesional, sino a una relación de otro tipo. Entonces eso interfiere. Manuel era un poco paranoico. Siempre estaba con miedos. Entonces era difícil mantener una relación con él; por lo menos para mí.

No fue el típico escritor latinoamericano, era diferente...

–Tenía ciertos modismos, pero no más que otros. No más que Pepe Bianco, por ejemplo, y hacía correctamente su labor literario. Nunca fue la cosa gay un inconveniente dentro del desarrollo literario argentino.

Enrique Medina me contaba que David Viñas, cuando presentó un libro suyo, en el ‘78, remarcó las “malas palabras” del libro y leyó eso; ahí hay prejuicios...

–Seguramente. Viñas era un poco cerrado a ése nivel... Pero jamás escuché nada contra Manuel...

¿Cómo lo recordás?

–No. No. No. No trabajo de eso. Las anécdotas corresponden a la intimidad de las personas. Cuido no solo mi intimidad, sino la de ellos; porque si Manuel no lo contó en su momento, no tengo porqué contarlo yo.

¿Y vos?

–Bien. Tengo un reconocimiento que no esperaba. Pero claro, yo me ausenté mucho de la Argentina. Me fui en el ’77. Pensá que no volví hasta el ’90. Fueron esos 12 o 13 años nefastos. Y me fui porque si no, me hubieran matado, no les faltaban ganas.

¿Te vienen los recuerdos de la época de la librería en la calle Talcahuano, donde se hacían los happenings?

–No vivo del pasado. Fijate que después 400 libros que edité y no sé cuántos discos, no tengo nada. Sigo para adelante.

Volviendo al tema gay: Tener que esconder la sexualidad, vivir mintiendo ¿no es un problema?

–Yo no lo veo al tema gay como a un problema, aunque sé que lo es. Lo tomo como a una antigüedad. A mí me da escalofrío esa especie de obsesión del homosexual de transformar su realidad en una sociedad burguesa. Casamiento. Divorcio. ¿La lucha es por eso? Está mercantilizado. Yo trato de estar afuera de eso porque me parece demodé. Fuera de mi pensamiento. Hay mucha gente que está un par de pasos más adelante. No me gusta estar pensando en el pasado. Antes era más tapado todo, de otra manera. Ahora es... Bueno, la libertad es libre. Cada cual puede pensar lo que quiera...

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Imagen: Nora Lezano
 
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