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Viernes, 31 de octubre de 2008

GLTTBI

A brocha gorda

Trava Trash

 Por Naty Menstrual

San Telmo estaba gris y caía una lluvia fina, esa garúa molesta e insistente que tantas veces me arruinaba el día. Salí de casa con una sola meta, dispuesta a no dejarme tentar por mis bestias. Esta puta vez mis bestias no me harían ceder aunque sufriera las tentaciones más diversas.

Llegué al cíber y con la velocidad masturbatoria de mis diez dedos aliados seleccioné todos los textos de mi blog para meterlos en un CD y hacer el correspondiente registro.

El material era bastante y se hacía la hora del cierre, eran casi las 13 y cerraba 13.30. Llego sobre la hora, empujo la puerta de blíndex. Pregunto. Una rubia joven y amable me alegra el día entendiendo que no todos los empleados públicos tienen que tener cara de oler mierda. Me informa. Veo de refilón a un trío de canas que se comentan algo en secreto y uno me mira. Mantengo la mirada. La ley la baja haciéndose el mononeuronal. Eran sólo esos humanos pedorros que hacen la carrerita para ser alguien. Una era mujer. Bah... se supone. La torton poli le decía a otro con cara de chusma barrial que yo era un trava... Perceptiva, inteligente y rápida como un rayo, el femenino en cuestión. Me desconecté del Trío Los Panchos, no era yo María Martha Serra Lima. A otra cosa mariposa. Aleteé hacia otro lado.

Llegó mi turno. Llené el formulario. Entregué. Me dieron el comprobante y salí rajando. Había peleado con mis tentaciones, lo había logrado.

Quería llegar al cíber de la esquina de casa. Cuando di la vuelta en la esquina de México y Chacabuco, un pendejo preadolescente rubiecito con pinta de gas helio en la cabeza andaba en bicicleta y me miró riéndose, y, mirando a un amigo que estaba en la esquina, dijo con ojos de costado, disimulando:

–Che... ahí viene Carlito. ¡Qué hacé, Carlito!

Nunca me miró directamente; yo sí lo miré y le grité a él con voz de Edmundo Rivero:

–Sí, sí... Carlito... ¡el que te rompió el culito!

El amigo rió y el bocón se sintió ridiculizado.

Me fui a casa a poner un CD de Amy Winehouse. Pensaba irme del mundo a pasear sola por algún lado de mi inconciencia mientras la música sonara. Había sido un día lindo, a pesar de ciertos detalles no tan ínfimos. El pendejo en bicicleta: no sé qué futuro tendría, si compraría alguna propiedad con los años, si saldría chorro drogadicto o sería intelectual... Cómo saberlo, la vida nos da sorpresas y lo más probable era no cruzarlo nunca más. Pero no pintaba Picasso de eso, seguro... Quizá sí, Pijazo.

Qué me importaba si pintaba o no pintaba. Yo pensaba aferrarme a una brocha gorda humana, para que la vida me usara de lienzo al terminar el día y deslizara sobre mi cuerpo una satisfactoria y erótica pincelada.

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