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Viernes, 31 de octubre de 2008

EPA

Hechos y derechos

El hombre de mi vida

Si al carisma, contradicciones, belleza y elegancia de Jörg Haider les faltaba algo para convertirse en la Lady Di de muchos austríacos, era un fatal accidente sobrepasando limites de velocidad luego de una cena romántica con alguien indebido. Y así fue. O más o menos. Porque el ex presidente, líder de ultraderecha y declarado admirador del nazismo, este 11 de octubre tuvo su accidente mortal regresando a casa luego de tomarse muchos tragos en un conocido bar gay. La derecha, la xenofobia, la intolerancia, se confirma una vez más, no son asuntos privativos de la heterosexualidad, aunque muchxs sientan la obligación de camuflarse de hétero para ejercerlas.

Que Haider era gay —casado y con dos hijas, ¡y nadie habla de bisexualidad!— era un secreto a voces que sus adoradores prefirieron no escuchar mientras que la prensa progresista de Londres y Berlín se regodeó en deslizar en cuentagotas durante 20 años. Pero el día después de la muerte, las necrológicas mundiales entornaron un poco más la puerta del closet: Austria se quedaba sin el líder más abiertamente xenófobo después de Hitler, el que dijo que los campos de concentración fueron campos ejemplificadores, y además perdía a “un gran coqueto, que cambiaba de camisa como de ideas, siempre rodeado de apuestos jóvenes mucho más bellos que eficientes”. Es decir, dieron rienda suelta al cliché de la loca tapada, disparando la saña contra el racista de Haider, y de rebote contra el estigma homosexual.

Si faltaba algo, a los dos días, su sucesor en el partido, Petzner, declaró compungido que acababa de perder “al hombre de su vida”, que habían estado juntos en aquel bar esa noche, que la esposa de Haider sabía y consentía, y que ambos eran mucho más que amigos. Apurado por las preguntas, negó que fueran amantes, pero el escándalo ya se había desatado y, como se puede prever, Petzner se quedó sin el cargo que su compañero durante años le había prometido. Mientras tanto, ¿la comunidad gay de Viena lo sabía y nunca lo dijo? El dueño de un legendario bar gay responde: “Lo sabíamos, pero temíamos que al decirlo nos convirtiéramos en el blanco del odio brutal como lo han sido los inmigrantes”. Porque el partido de Haider, dicho sea de paso, no impulsó políticas pro pero tampoco anti comunidad Glttbi. Con Haider muerto, los ratones bailan. El semanario Taz publica ahora que le gustaban los jovencitos y que como la ley en Austria considera menores a los que no cumplieron 18, se buscaba eslovacos, que son mayores por ley desde los 15.

¿Acá termina el gran deschave? Atención, porque la historia de esta derecha tapada promete convertirse en un “campo de ejemplificación”, como decía Haider. A la saga se ha sumado hace unos días la esposa de Haider, suspendiendo la cremación y reclamando una nueva autopsia, porque tal vez alguien lo drogó... Tal vez los seguidores ansiosos por borrar la homosexualidad del horizonte puedan creerse aquello de la pastillita en la Coca que te hace hacer lo que no querés. Habrá que averiguar, si la autopsia da bien, hace cuánto la estaba tomando, pobre.

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