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Viernes, 28 de agosto de 2015

SERIE II

“Tengo cáncer, ¿cómo están?”

 Por Magdalena De Santo

La historia de Tig Notaro es la siguiente: la torta hace una peli con una chica paki, se desmaya y la internan con una infección muy grave en el intestino (C-IDFF). Adelgaza infinito. A la semana, su madre se muere repentinamente. Al mes le diagnostican cáncer en ambas mamas. Su cercanía con la muerte la hace vibrar sobre la absurdidad y componer ese monólogo aclamado por comediantes y público. Tig hace un stand up en un escenario importante de Los Angeles, Largo at the Coronet, y encara al público con la frase del millón de dólares: “Buenas noches, tengo cáncer, ¿cómo están?” .Y ahí se catapulta a la fama con una cínica paradoja: el mejor momento de su carrera se yuxtapone con el declive posible de su existencia. Eso garpa: se convierte en el CD de stand up más vendido del año 2012. Con la prensa imparable y la fama viene la doble mastectomía y la desaparición definitiva del cáncer. En la vorágine, a Tig le resulta imposible reconectarse con su arte. Se siente insegura. Extraña a su mamá. No se siente bien con su cuerpo. No sabe qué hacer en el escenario. ¿Qué pasa cuando pusiste tanto arriba de las tablas y luego ya no te queda resto para reinventarte? En ese abismo, tiene una relación compulsiva por WhatsApp con la chica paki de la película pero decide cortar el asunto porque no iba ni para atrás ni para adelante. Sola, con la reciente operación, sin dar en la tecla con el humor y sin compañera, decide que quiere embarazarse. Pero su cuerpo no lo resiste. Cambia de plan y decide subrogar un vientre con sus óvulos. Debe hormonizarse y eso puede que le despierte el cáncer nuevamente. Pero nada la frena. Flashea que es un modo de conectarse con su propia madre. Se hormoniza y consigue una mujer dispuesta a llevar adelante el embarazo. Finalmente la chica paki vuelve desconsolada porque la extraña y se hacen novias, y lo único que desean es ponerle unos pantaloncitos cortos a quien está por venir. A la implantación del óvulo en el cuerpo de otra mujer, Notaro, lo llama Jack. Y esperan el llamado del médico a ver si prendió. La cámara registra el desasosiego. Era la última chance y Jack no prendió. El documental termina cuando juntas van a una sala de adopción.

Si bien Tig Notaro es considerada un ícono lgbt, el documental Tig nunca dice la palabra lesbiana, butch, chonga, o algo. Se alude a su inexpresividad como fórmula de la carcajada. De sus silencios como ecuación feliz para el público. Pero que esa cara de nada, medio parca, tenga algo que ver con su identidad, nada. Sí se alude lo que le costó a la paki asumirse con Tig, pero la palabra maldita no se pronuncia. Tampoco tiene amigas lesbianas ni bisexuales ni trans. Se la muestra bastante autosuficiente y solitaria, a lo sumo con algunos otros comediantes varones que inspiran su trabajo. Este objeto creado por Netflix es la historia de una sujeta que se esfuerza porque el hermoso sueño americano la guía: construir una familia que sólo con amor romántico e hijitos es pasible de celebrar.

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