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Viernes, 16 de octubre de 2015

ENCUENTRO NACIONAL DE MUJERES

LEYENDO ENTRE LÍNEAS

A treinta años del número uno de Cuadernos de Existencia Lesbiana, primera publicación lésbica del país y Latinoamérica, se reedita la edición aniversario con nuevas y no tan nuevas protagonistas. La presentación se realizó en el marco del Encuentro de Mujeres.

 Por Magdalena De Santo

Adriana Carrasco e Ilse Fuscova no son estampitas de un pasado recordado por la academia, tampoco ciudadanía ilustre que se cuelga en la pared, menos fetiches para abrazar ante cámaras de celular. No son de yeso, son de carne y víscera feminista hace más de treinta años y aún siguen gastando sus zapatillas. Lesbianas públicas que hoy siguen en el ejercicio del hacer sus deseos. Porque es el deseo lo que siempre motorizó esta publicación. Cuadernos de Existencia Lesbiana se abrió y sigue abriendo para obtener un espacio simbólico y de intercambio allí donde todo parecía estar negado. 

Se desvelan por el tiempo. Porque el tiempo pasa a la mano y las existencias lesbianas se multiplican con nombres propios, con mucho menos seudónimo o iniciales del temor que los primeros facsímiles a mediados de los 80. De aquellas letras mecanografiadas que podían provocar un despido en el trabajo o de la familia hoy nos encontramos con las que firman. Algo parece expresarse: las que damos testimonios somos, también, el resultado de una época que le debe a ellas un camino de visibilidad, coraje y exposición.

Que treinta años…

En el Encuentro Nacional de Mujeres, esta vez con sede en Mar Del Plata, se ve por primera vez la edición aniversario de Cuadernos de Existencia Lesbiana. Ambos soplan velas. Tanto los Encuentros Nacionales como los Cuadernos cumplen 30 años. Y no es casualidad. No sólo por las condiciones de posibilidad que brindó el advenimiento de la democracia, sino porque los Cuadernos tienen el propósito específico de estar en diálogo permanente con los movimientos de mujeres y con los distintos feminismos.

Así como en sus comienzos, los Cuadernos interpelan tanto a las hetero-feministas como a las lesbianas machistas. La intersección, o mejor, la convivencia entre feminismo y lesbianismo sigue siendo el espíritu central de la publicación. Casi en una simbiosis vital, de co-implicancia radical, que tanto la Carrasco como la Fuskova siguen sosteniendo. 

“Todas las mujeres son lesbianas salvo las que aún no lo saben”, escribe la provocadora Ilse. Y con esta oración se invierten las fórmulas de la heterosexualidad obligatoria. Partir del presupuesto contrario que el patriarcado nos achacó coincide con aquel intento espiritual con que años atrás las editoras abrazaban a la diosa –y que en esta publicación no se asoma. El gesto parece el mismo: crear verdades que hagan de nuestra existencia un lugar mucho más cómodo. Partir del universal, todas las mujeres son lesbianas, nos habilita a dejar de sentirnos extranjeras de la tierra hetero-patriarcal y llenar de nuestras concepciones de mundo, el mundo. 

Los Cuadernos no tienen pretensiones diversas, ni de cubrir un mosaico de identidades disidentes lgtbiq. Los Cuadernos se circunscriben y limitan sin temblar para insistir en la construcción del mundo retroalimentado por lesbianas políticas. ¿En qué sentido? En la línea de ruptura que hace de la ecuación mujer=heterosexualidad, aquella que Adrienne Rich acuñó con el concepto aún reverberante de continuum lesbiano.

“No se trata de presionar a toda lesbiana para que se etiquete, sino de que pueda elegir manifestarse -o no- desde el trabajo conjunto y no desde el temor o la prepotencia. Ni se trata de presionar a toda heterosexual para que haga suya la bandera lésbica, sino de que revise sus prejuicios y dé lugar al reconocimiento de lo común” afirma Mayra Blanchard, una histórica de los Cuadernos.

Hacelo vos misma y con tus manos

La emblemática publicación porteña, como ave fenix, retoma su viejo estilo facsímil autogestionado a base de voligoma y fotoduplicación. Se trata de 16 relatos en primera persona lésbica, en el que todas están invitadas a participar “alejada de producciones periodísticas occidentales, mecanizadas, en serie. No es una revista para el mercado ni para la productividad. Apenas en venta para costear su hechura” escribe Torricella.

Adriana Carrasco tiene años de periodismo encima -ha pasado larga vida en la redacción de Crónica. Y por ese conocimiento, lejos de replicar los mandatos machistas y jerarquizados de la prensa escrita, con su compañera de militancia, apostaron siempre a un periodismo independiente. Por decisión editorial, algunas erratas se cuelguen entre los renglones, con los tropiezos que tiene cada una de las autoras al momento de hablar con su propia lengua.

Durante los diez años se sostuvieron los Cuadernos, primera publicación lesbiana de nuestro país y Latinoamérica toda –entre el 1985 y el 1996. La artesanía fresca de las páginas se combinaba con las ilustraciones de la anarquista Josefina Quesada, artista surrealista ya fallecida, que estuvo con Fuscova y Carrasco desde sus acciones directas en la calle Lavalle: locas las tres armaron el Grupo Feminista de Denuncia. Hoy el arte está en manos de Maia Venturini Szarykalo, con una ilustración de tapa propia de sus escenas de la vida lésbica. Allí, en blanco y negro, una pequeña muchedumbre de lesbianas con nombre propio, alegres y asombradas  se encuentran con su existencia escrita. La gatita negra también quiere leer. 

En esta oportunidad no contaremos con las traducciones de la políglota y viajada Ilse (hablaba alemán con su papá y es profesora de inglés). No aparecen esas frases cortas en el medio de una página en blanco que alumbraban sintéticas y sin pretensiones academicistas la teoría lesbiana. Tal vez porque los nombres de Wittig o Audre Lorde ya no sean extraños, porque aquel laburo de artesanato de la preciosa cita se contemporeiniza con apretar F5 en el buscador de PDF. O quizá, porque la teoría local está tomando el centro de la escena.

Testigas modestas

En este número, además de encontrarnos con las palabras de sus editoras viajeras del tiempo –Ilse publica “Mi reflexión de hoy” y Adriana “Una historia de Cuadernos”, nos encontramos con dos artículos de excelencia conceptual. El de Mayra Blanchard, que no sólo rastrea autoras y militancias, locales y foráneas, sino que con perspectiva histórica y precisión argumentativa abre una serie tópicos aun vigentes entre activistas lesbianas ¿liberarse de la categoría mujer por su implicancia heterosexual y adscribir solamente a lesbiana o bien ensanchar los límites del concepto mujer para habitarlo sin las restricciones patriarcales? En esta línea teórica contamos también con una breve investigación de Cano y Castelli que muestra cómo Cuadernos penetró en los duros muros académicos.

Y fin de la teoría. Las más de veinte páginas que siguen son una puerta de entrada a las experiencias lésbicas: historias de vida, crónicas, cuentos, dibujos, manifiestos y testimonios de activistas y no activistas, de treinta años fuera del closet o unos pocos de cabeza rapada. 

Mónica Santino, en un ir y venir entre los recuerdos de sí, entre la desaliñada niña que fue, su militancia en la CHA y los partidazos de la villa 31, relata la sacralización de la pelota al piso y la cabeza levantada. Otro de los testimonios que aparecen es el de la cineasta Susana Blaustein. Al igual que en sus comienzos, donde la amistad personal con las editoras y el mandado epistolar se explicitaba, la mendocina nominada al Oscar en el 85 por su documental Madres de Plaza de Mayo, aquella que también en los 80 filmó “Susana”, -un hito de la historia del cine lgtbiq gracias a su desestabilizadora y adelantada política de autoexposición- narra por pedido expreso de Ilse, con sabor amargo, su exilio en Suiza sin más amor, y sin interés por el sexo.

En contraste generacional, Julieta Massacese y Euge Murillo, escriben cada una, a su modo, la experiencia de sus cuerpos sexuados. A la joven ensayista pertenece “Humedad 82%”, que mediante una serie de metáforas topográficas y una puesta en valor de la primera persona denuncia el vacío epistémico de la vulva en general y de la eyaculación femenina en particular. Por otro lado, de la autora de la novela La Fotografía Velada, tenemos un cuento suspendido en la química del encuentro de a tres. También hay más testimonios de cuerpas libres, amigas de fierro, del enfrentamiento con familias opresoras, machitos pajeros, feminismos lesbofóbicos y otras tantas trayectorias, como la mía: me han pedido que publicara una crónica vieja, cuando estaba en pareja con un tipo y fuimos a cenar con un filósofo famoso, Gianni Vattimo. 

Desde Chile, Manola en la Ola, escribe un manifiesto que declara el celibato rebelde para liberarse de la liberación sexual. Mientras que María Luisa Peralta, desde el otro lado de la General Paz escribe sobre no monogamia entre lesbianas con el tono de una anarquista que sale de cualquier patrón absolutista: así como la heterosexualidad no es para todas, ni la monogamia ni la no monogamia lo son. 

Sin purezas

El sueño de un purismo lesbiano sólo funciona como espada que nos decapita vida. Ilse visibilizó tanto su heterosexualidad pasada como la conquista de su lesbianismo sin vergüenza. Del mismo modo, los Cuadernos mostraron siempre que muchas, muchísimas, tuvieron el yugo de la heterosexualidad obligatoria al cuello hasta reconocerse lesbianas o bisexuales por un régimen que nos coarta. Cuadernos sigue hoy por la ampliación. El propósito es político: lesbianizar a las mujeres.  

Este número es un llamado a esa heterodoxia lesbiana, porque el aire marino sopla más allá de la endogamia que a veces ahoga. Hay un más allá que no es una isla lejana. Está en un cuaderno.

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