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Viernes, 6 de noviembre de 2015

MES PASOLINI/ NOVIEMBRE 1975-2015

Días de Sodoma

El napolitano Massimo Fusillo es uno de los más notables críticos italianos contemporáneos. Profesor en la Universidad de L´Aquila, especialista en Pasolini y también uno de los fundadores del Leather Club Roma, el primero en el centro-sur de Italia. Invitado por la Universidad de Tres de Febrero, participó del Coloquio “Pasolini y el Tercer Mundo” con el que el lunes pasado se conmemoró el 40º aniversario de su muerte.

 Por Diego Bentivegna y Adrián Melo

¿Cuál es a tu juicio la herencia más fuerte hoy de Pasolini como escritor, como cineasta y, en general, como intelectual?

-Pasolini no tiene hoy herederos directos, y su herencia no está en un aspecto singular o en un trabajo específico. Está, en cambio, en el conjunto de su obra magnánima y siempre en devenir: es su creatividad inagotable, que se expresa en casi todos los lenguajes posibles; es su búsqueda continua, fruto de una angustia febril, de una disonancia con el mundo y con la cultura dominante.

¿En qué medida y de qué modo las posiciones públicas de Pasolini en torno a cuestiones como el genocidio cultural, la falsa tolerancia, el aborto, la escuela, es decir, las posiciones del Pasolini “corsario” y “luterano”, siguen siendo hoy posiciones válidas?

-El pensamiento político de Pasolini es un pensamiento apocalíptico, motivado por fuertes componentes autobiográficos (la desaparición de sus objetos de amor y de obsesión: los muchachos subproletarios y “bárbaros”). Aunque hoy, junto con su cine, es la principal causa de su éxito internacional, creo que es la parte más débil de su obra. Algunas de sus posiciones ya habían sido sostenidas por la Escuela de Frankfurt; en otras, ha demostrado ciertamente lucidez y anticipación. A veces, en cambio, se dejó arrastrar por su emotividad: no creo por ejemplo que haya habido un genocidio cultural (la palabra “genocidio” es, seguramente, exagerada), incluso hoy, en una época de globalización extrema, las culturas locales no han desaparecido: se hibridaron con las culturas hegemónicas, creando interesantes fenómenos como lo “glocal”. No siendo con todo un primitivista, Pasolini tiene un defecto común a muchos pensadores apocalípticos: demonizar el presente, en cambio de intentar comprenderlo, y mistificar los orígenes, el pasado arcaico.

Si su pensamiento político te parece demasiado apocalíptico, ¿en dónde te parece que reside su actualidad? ¿Por qué siempre volvemos a él como un gurú?

-La actualidad es su interés por todo el lenguaje expresivo, esto de pasar del cine a la literatura, al teatro, a la pintura. Contaminar todo el lenguaje. Usar la palabra para exprimir la insuficiencia de la palabra en una cultura como la nuestra que se define como multimediática. Después de Pasolini podemos pensar o imaginar una literatura impura, que no aspira al producto terminado, cerrado, liso, sino que, por el contrario, se contamina con otras artes y saberes, con el discurso social y político. Una literatura intermedial, que se hace cuerpo, se hace performance. La otra actualidad reside en sus escritos y pronunciaciones sobre la cuestión ecológica, sobre el medio ambiente, que son cuestiones contemporáneas.

La obra de Pasolini hace un recorrido desde el sexo festivo como presentación alegre de los cuerpos capaz de derrocar a la sociedad burguesa hasta el sexo mercantilizado. ¿Qué te parece que fue, finalmente, el sexo, para el poeta y para el hombre?

-El sexo es para Pasolini un sustituto de lo sagrado. En la cultura tecnológica contemporánea es el sustituto de lo sagrado que se ha perdido. La dimensión sacra que constituye un control de la razón y que tiene una dimensión rica en memoria, en historia, ligada al cuerpo, el cuerpo ligado a la memoria, al rito y por ello a lo sagrado. En su vida personal, el sexo es una obsesión, una obsesión ligada al amor idealizado, a los muchachos de los suburbios, al proletariado y al subproletariado.

¿Creés de todas formas que puede haber aún esperanza socialmente subversiva en el sexo? ¿Tal vez en relación a una cópula de mixtura de clases sociales?

-La palabra “subversiva” o “transgresora” perdió mucho de significado. Es en cierta forma ahora buscada por el poder como divertimento a través por ejemplo del escándalo y particularmente del escándalo sexual. Sin embargo puede haber aún un valor subversivo en una sexualidad que busca explorar territorios y desestructurar roles. Una sexualidad que se asume como proceso cultural y como performance y que, en ese sentido brinda espacio a la naturaleza teatral. La sexualidad como juego que explora lo que está dentro de uno, de nosotros.

Tal como afirmás en tu libro Grecia según Pasolini. Mito y cine (1996), Grecia es una de las presencias obsesivas su obra desde su juventud hasta Petróleo, su última novela. A grandes rasgos ¿qué significó en su obra?

-Para Pasolini Grecia es la metáfora de la civilización campesina, una cultura ilimitada, milenaria, que encontraba en todos los contextos. También es el lugar de las grandes tragedias, de los grandes conflictos entre sexo, el eros, la norma y las sociedades. Es la metáfora también de cada conflicto trágico, de la persona, de sus distintos deseos y su relación con el contrato social. El conflicto al interior de la persona -y no solo con la sociedad neocapitalista- se vislumbra en su Edipo rey (1967), un Edipo ya atravesado por el lenguaje de Freud, por la antropología. Y finalmente la Grecia antigua es el otro mundo, la alteridad absoluta.

¿En qué centraste tu exposición sobre la relación Pasolini y lo que en algún momento se llamó Tercer Mundo?

-Me referí sobre todo a Edipo rey, Medea (1969) y Apuntes para una Orestíada africana (1970). Todos estos filmes tienen una primera parte que es la antesala, el antes de la tragedia. En esta parte, Pasolini es muy creativo, muy inventivo, juega mucho sobre el viaje. Por ejemplo, Edipo en su viaje encuentra fiestas, ritualidades, cuerpos que danzan y que se oponen a los cuerpos que construye la modernidad tecnológica neocapitalista. Eso constituye también una definición de su cine. El de Pasolini es un cine de cuerpos pero estos cuerpos se volverán fantasmas por su fascinación por lo incorpóreo, por los espectros. El amor que tiene por la imagen, es amor por lo fantasmático, porque una definición de imagen es que se encuentra entre lo corpóreo y no corpóreo.

Como sos uno de los fundadores del Leather Club Roma, no podemos dejar de preguntarte qué relación encontrás entre la obra de Pasolini y el sadomasoquismo. En Saló o Los 120 días de Sodoma (1975) el sadomasoquismo aparece como metáfora de la sumisión de los italianos al fascismo de las sociedades neocapitalistas. ¿Hay otros pronunciamientos de Pasolini sobre el tema?

-La cultura leather viene sobre todo del norte de Europa y un poco de los Estados Unidos, mundos necesariamente lejanos a Pasolini y que en principio son culturas que se vinculan con el fetichismo. Sin embargo el componente sadomasoquista está presente en toda la obra de Pasolini y también, presumo, en sus experiencias. En el mundo leather hay un juego consensual, hay performance, hay sublimación de la propia agresividad. Pero Pasolini estaba más interesado en el aspecto destructivo del sadomasoquismo y no en el aspecto performativo o lúdico. El componente masoquista lo pone de relieve en su insistencia en la pasividad del rol sexual. En su última novela, Petróleo, la más extrema y donde se escribió sobre todo a sí mismo, afirma que ser poseído es una experiencia cósmica infinitamente superior que poseer porque quien es poseído huye al poder. En su visión masoquista dejarse poseer es negar la lógica del poder que consiste en poseer. El sadomasoquismo consensuado es uno de esos rituales a los que Pasolini siempre se refirió y en tanto juego siempre deconstruye la lógica del poder (transforma el poder en un juego) y eso vale tanto para el que tiene el rol activo como el pasivo.

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Imagen: Sebastián Freire
 
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