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Jueves, 31 de diciembre de 2015

No se arrepientan de nuestro amor

En asamblea de fin de año, el equipo del suplemento SOY repudió rotundamente el robo simbólico de la ética y la estética lgbtti que el macrismo viene haciendo desde su campaña. Reproducimos aquí la declaración encendida e iluminada de la delegada rubia y de honor.

 Por María Moreno

Suelo hacer con un gusto sin sombras la rubia tarada y a lo largo de mi larga vida he escrito manipulándola sobre temas tan trascendentes como la conveniencia de quitarle los pañales al bebé en la playa (o no), cómo convertir un monoambiente en un spa y el misterio de las fruterías nocturnas en medios como Mujer Country, Vosotras o La fusa (donde compartí staff con Jorge Rial, junen mi pedigree). Cuando lo hago tengo en la cara una sonrisa fija de MDMA y es porque es mi yo más sano. Mis otros yoes (el feminista pop, el tragic-comic, el lgttbd (dipsómanos) etc., son más angustiantes, acosados por el deber de pensar, mostrar evidencias, enhebrar metáforas demagógicas, en fin la maldición del sentido en lugar de escribir jocosas huevadas. Y ahora como rubia tarada y para el churrete de comienzo de año y mientras el flequillo me chorrea por el calor como un ahogado de película cuando Scotland Yard lo saca del Támesis, quiero denunciar no el chorreo sino el choreo que el macrismo hace de nuestros bienes simbólicos y mitológicos.

Primero y principal: el cambiar lo inventamos nosotros que cambiamos de género, de documento, de cirujano, de narrativa psi, de prototipo de familia, a lo otro por lo mismo o lo parecido.

Luego, exigimos, demandamos, vociferamos que Prat-Gay deje de tirarnos onda subliminal y que se cambie el apellido en vez de usufructuar una palabra política que pasó a enriquecer la lengua castellana más allá de las María Moliner, la Inquisición de los gilipollas de la Real Academia y la señora que escribe en la Ñ como se debe ser correcto aún para escribir garchadas. Que Prat-Gay encarne el “cambiemos” cambiándose el apellido y mucho más velozmente de lo que pudieron hacerlo l@s trans, es decir en el acto (puede ponerse Prat-Guy o Prat-Pay, lo que sea).

Que Mauricio Macri deje de imitar a nuestro Freddie Mercury con su voz de sonámbulo y si bien que se tragara el bigote fue considerado un blooper, debo confesar en nombre del Comité Central de anormales, en alianza táctica con la Escuela Científica Basilio que quien se lo hizo tragar fue el mismo Freddie como advertencia mafiosa desde el cielo ateo, que constituye sin nubes pueriles ni aureolas zonzas y mucho menos santos soplones, nuestro archivo histórico transnatural (“Dejá de imitarme, pata dura. Esta vez casi te asfixio, pero ¡la próxima…!”) ¿Cómo se atreve Gabriela Michetti a mejicanearnos el “no me arrepiento de este amor” luego de haberse opuesto al matrimonio igualitario? “¡Gilda es nuestra, nuestra!”, casi aullaba Diego Trerotola en un oscurecido living de la calle Julián Alvarez y entonces el brindis de fin de año del suplemento Soy adquirió el tono beligerante de una asamblea trotska. El macrismo parece tener un huevo en semiología porque si no, bien podrían haber colocado a la vicepresidente en una posición de igualdad en el balcón en vez de dejarla un poco más abajo (¿un almohadón? ¿una tarima?) como si estuviera actuando su rango –a menos que quieran seguir mostrando la diferencia como mensaje democrático– o que Mauricio la sostuviera con sus brazos, en una emulación de la escena peruca del Renunciamiento.

En el plano personal debo lamentar que mis preciosas iniciales MM que, con insidia, alguna vez Pablo Pérez adjudicó a una pretensión de hacerme la Marilyn Monroe, han sido ocupadas. La M, esa bella letra cuyo origen es una palabra egipcia que significa “agua” representada por repetidas y deliciosas ondulaciones, me ha sido usurpada en compañía de Marta Minujín, Marcos Mayer y tantos otros damnificados. Es verdad que “María Moreno” es un seudónimo y que de un Moreno estoy divorciada pero es mío, mío, mío por prepotencia de trabajo. Pero hete aquí que como la vida tiene algo de cuento de hadas mi nombre legal (Cristina Forero) tiene como iniciales “CF”. ¡CF! ¡Aleluya! ¿Qué me falta para completar el logo de la resistencia? Casarme con alguien cuyo apellido empiece con K. Acepto gays, trans, cis, lesbis, intersex, personas con distintas capacidades, monos y monas documentados, de cualquier origen y nación (aunque no crea en el Origen ni la Nación), quinta edad, fallecid@s, héteros, algún Katz que no sea Alejandro, ni Elian Katz que ya es casado… Acepto ofertas. No exijo prestaciones sexuales –aunque si las hay, Aleluya–, sólo simbólicas. Hasta la victoria siempre. ¡Viva la patria!

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Imagen: Florencia Guimaraes García
 
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