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Viernes, 12 de febrero de 2016

RED DE REDES

El Star CIStem

¿Por qué es tan reticente la industria del cine a contratar a actrices trans para papeles trans? Por estos días la actriz Hari Nef, de la serie Transparent, volvió a encender el tema.
Aquí, una mirada sobre los aciertos y limitaciones del debate.

 Por Karen Bennett

Dime lo que haces y te diré quién eres, pero no si sos trans. Si sos trans, no serás nada más. Hoy, después y mañana también. El abominable fantasma del “ser o no ser” abandonó por completo a Hamlet para tatuarse como una sanguijuela sobre la piel trans.

La nota sobre la cual aquí reflexiono –basada en las declaraciones de la actriz trans Hari Nef– nos presenta este dilema en las voces de 15 actrices trans norteamericanas y su reciente reclamo a la industria del entretenimiento estadounidense para ser convocadas de una buena vez como primera alternativa a la hora de interpretar personajes representativos de sus identidades, en lugar de las usuales figuras cis, a priori más taquilleras, costosas, fáciles y digeribles al paladar masivo. A primera vista, la ecuación se ve simple: un actor es un actor y una actriz es una actriz. Sin embargo, dentro del absurdo entramado del CIStema nuestro de cada día, la TRANSparencia identitaria no consigue asiento.

Dejando de lado un momento el profundo fastidio que me provoca el mapa de premiaciones, reverencias y altísimos cachets que perciben actores, actrices y realizadorxs cis por interpretar y construir sus “complejísimos, logradísimos y amadísimos” personajes trans, al tiempo que el grueso de la comunidad trans permanece excluida de los derechos humanos más básicos, haré un esfuerzo para repensar estrategias de reclamo desde nuestra interna. No pongo en tela de juicio el reclamo de estas 15 actrices yanquis, sino que mi intención es interpelar el conformismo con el que este reclamo es presentado en su contenido sobre el mostrador cis. A la corrección política del reclamo trans norteamericano proforma, le falta hundir sus tacos en barro translatino.

¿Es suficiente ser convocadxs para representar únicamente personajes trans relatados por guionistas y directorxs cis cada lustro? Salvo que aparezca una utópica ley que obligue la inclusión de al menos un personaje trans por cada lanzamiento de ficción, ¿vale la pena la agonía de esperar una aparición fortuita de alguna sobra cada muerte de obispo, por la cual sacarse las pestañas entre ustedes? ¿Se puede pretender vivir de la actuación en éstos términos? ¿Estamos exigiendo trabajo en calidad de profesionales de la actuación, o estamos pidiendo limosna trans para actuar de lo que venga por nuestra supervivencia? ¿Estamos aceptando obedientemente nuestro eterno rol testimonial para completar el guión, entretenimiento y morbo cis? ¿Nuestro objetivo se reduce al mero relato de cuerpos e historias trans dentro de los parámetros del CIStema, o queremos competir de igual a igual por papeles de todo tipo en función de nuestras capacidades actorales? ¿Queremos ser “la travesti de la novela” y cagarle el laburo a la otra contendiente, o queremos espacio para actuar, dirigir y escribir guiones de todo tipo como profesionales competentes?

Dadas las circunstancias marginales de nuestra comunidad en todo el abanico social, resulta más que comprensible que nos acostumbremos a dar gracias por el pancho y la birra, y que nos conformemos con al menos hacer de nosotrxs mismxs en el showbiz. Comprensible, pero no suficiente. Es necesario que nuestro reclamo vaya por todo lo que nos corresponde.

La interpretación de un personaje ajeno a nuestra propia identidad, sin dudas constituye un enorme desafío actoral. Como hecho netamente artístico, a mí personalmente me resulta muy atractivo ver a unx (buen) actor/actriz cis interpretando a un personaje trans, siempre y cuando esta ecuación funcione idénticamente a la inversa y en toda otra forma de expresión de género existente. El problema es precisamente la ausencia de esta segunda alternativa, y la consecuente confirmación que ésta profesión más que un hecho artístico, es al fin de cuentas otro cismonopolio.

¿Lo que queremos es efectuar una enérgica protesta de igualdad de posibilidades, o una tímida solicitud de inclusión que nos abra la puerta en la planta baja de la cispirámide? O nos arrodillamos sobre el piso a esperar las migajas de la mano cis, o nos sentamos a la mesa a comer con ellxs, o vamos por nuestra propia mesa. La respuesta la encontraremos acaso en nuestra capacidad de desobediencia, y en nuestra fortaleza e inteligencia colectiva para rediseñar el escenario a nuestra medida, una vez que el CIStelón se haya corrido.

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