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Viernes, 8 de abril de 2016

NOS SIGUEN PEGANDO ABAJO

“Se les terminó la joda”. Para algunxs ciudadanxs y también para algunos funcionarios, los derechos lgbtti, que asocian con los reconocimientos legales producidos durante el kirchnerismo, son un chiste, un gasto, un problema. “Ese gobierno que repartió derechos como choripanes”, se quejan ciertos comentarios anónimos celebrando el despido de dos lesbianas en una oficina pública. Otro ejemplo es el reciente despido de Cristina Calisaya de la Superintendencia de Seguros de la Nación, sin previo aviso ni telegrama, ni sindicato que la contenga, ni compañeros que reaccionen. ¿El argumento? Había que recortar. ¿Y el convenio del INADI que aseguraba un cupo de trabajo para personas trans? Las expresiones de odio se expresan en violencia física como en Mar del Plata, donde no dejan de multiplicarse los ataques de neonazis a travestis y activistas lgbti. A su vez, en La Plata se vuelve a hablar de “relocalizar la zona roja” y de la mano de esta idea vuelven las razzias feroces, golpizas y detenciones contra las travestis de la zona. Diferentes formas de una violencia ejercida por el Estado y reproducida por una parte de la sociedad que se siente habilitada. Pero hay respuestas, la misma sociedad en estos años ha podido construir sus herramientas entre pares. Los derechos están, hay que conocerlos. El diálogo entre la activista Marlene Wayar de la Colectiva Lohana Berkins -un asesoramiento estratégico y humano que Soy reproduce en esta nota-, los reclamos ALITT, un Pequeño manual antirrepresivo lgbti recientemente reeditado son sólo algunas de las formas de resistencia que produce una comunidad al servicio de su comunidad.

 Por Dolores Curia

Es tiempo de contraofensivas. Por estos días el nuevo intendente PRO, Julio Garro –el mismo que en campaña y en respuesta a la Ley de Cupo Trans dijo que antes que trabajo él les daría “ayuda psicológica”– está reavivando el proyecto de relocalizar a la travestis de la zona roja en el bosque, un espacio oscuro alejado del buen vecino, donde quedarían más a su suerte todavía. Y con él han llegado nuevas olas de razzias, más seguidas y más violentas aun, feroces golpizas, desnudos forzados en la calle a punta de pistola. Todo esto ha sido denunciado a lo largo de febrero y marzo por quienes lo sufren. Y celebrado por otros a través de metáforas higiénicas como la que esta vecina publicó en el diario El Día: “(La presencia travesti) hace que la zona quede con un ambiente delictivo y marginal. La falta de limpieza y orden en la calle se aparece como algo contagioso que se expande a lugares donde hasta hace pocos meses esta tendencia no se daba.” Lo que pide la vecina es al fin y al cabo el reacomodamiento de un orden perdido.

“Hacía mucho tiempo que no veía a la policía hacer tantos procedimientos sistemáticos contra los jóvenes como lo hicieron este verano en la Costa y la forma extremadamente violenta en que los hacen. Incluso si en medio de un operativo contra los chicos, un adulto se acercaba a observar, terminaba teniendo que entregar él también sus documentos”, le contaba hace pocas semanas desde Miramar a este suplemento Daniel Blengio, el padre de Lautaro, el activista de diecisiete años secuestrado, brutalmente golpeado y amenazado de muerte por un policía de civil que ya “lo había marcado” y actúo a cara descubierta de día. Pasa en La Plata, en Mar del Plata, en Miramar. Y pasa en todos lados cuando los medios sacan de prepo a Gózalez Oro vacacionando con un chico para exponerlo a los insultos cloacales de los foristas.

Se podrá decir que el odio y sus discursos no empiezan –y, probablemente, no terminarán– en esta gestión, pero sí se respira cierto aval: tal vez porque las fuerzas de seguridad han captado aquel visto bueno del “estamos con vos”, que es más que una sensación y tiene su pata legal en la Emergencia en seguridad pública anunciada por Patricia Bullrich y el Protocolo oficial para manifestaciones. En fin, un terreno propicio para la represión de todos los tipos de protesta, que por supuesto contienen al activismo lgbti. De fondo: el aullido de los panelistas: “¡Hay que pagar la fiesta!”. Las conquistas asociadas al gobierno anterior, que incluyen a esas otras familias y otros cuerpos compartiendo asiento en el colectivo con gente como uno, son consideradas por un sector de la población como parte de un despilfarro de privilegios, una porción más de la pesada herencia. ¿Si no se pueden derogar las leyes, cómo se devuelven las conquistas? Son los derechos adquiridos los que tienen a un sector de la población en un estado de irritación que hoy aflora en forma de violencia verbal y en algunos casos se atreve a palabras mayores. Solo algunos “pasan a las manos”, pero avalados por quienes exigen el orden perdido, ése que reclaman desde la vecina de La Plata hasta el actual presidente cuando se refiere a los Derechos Humanos como curro.

La ley y el desorden

La Ciega es un colectivo de quince abogadas, en su mayoría platenses, que funciona desde el 2008, vinculadas con organizaciones sociales de esa ciudad, y movimientos piqueteros, estudiantiles, de desocupados, de muchos puntos del país. Desde 2014 le dan asesoramiento legal a la Coordinadora Antirrepresiva lgbtttiqp de La Plata. El nombre del colectivo juega con la idea de la supuesta ceguera de la Justicia. Sólo hay derechos cuando hay ejercicio, dicen, y a partir de esa consigna trabajan con grupos feministas, sindicatos, centros culturales, hacen litigios estratégicos en Derechos Humanos, medio ambiente, derecho a la vivienda; asesoran ante desalojos, tomas, casos de violencia género, abuso sexual, represión policial, criminalización de la protesta y más. “El derecho no está pensado para proteger a los sectores vulnerables, sino para cuidar los intereses de los sectores más poderosos. Nuestro camino es inverso: nosotras lo que encontramos en él son grietas donde meternos para usarlo a nuestro favor”. Saben que las leyes no son tan inocentes ni todos somos tan iguales como se suele repetir, también, dicen, muy a contrapelo de las visiones mercantiles e individualistas de la profesión , que estando unidas hacen fuerza: “los conocimientos legales en pos de defender derechos deben estar acompañados de alguna forma de organización colectiva, y esto en el caso de las personas lgbti es paradigmático, porque si no, una sola con su alma, por más libros que tengas encima, frente al Estado, la policía y la Justicia, muy lejos no va a llegar”, dice Lucía Sbriller.

En 2014 sacaron a la luz un Manual Antirrepresivo LGBT. Es un fanzine que circuló a la velocidad de una fotocopiadora entre las travestis de La Plata. Las chicas de La Ciega desearían verlo en la cartera de todas (a quien lo pida a través del Facebook de La Ciega, le mandan la versión digital). Lo escribieron y diagramaron en una noche, mientras auxiliaban a una amiga detenida, al calor de las corridas a la comisaría. “El proyecto de relocalizar a las travestis platenses no es nuevo, los abusos policiales, menos. En el 2012 Pablo Bruera, entonces intendente de La Plata, lanzó esta idea de llevarlas al bosque, un lugar hostil e inseguro. En ese tren en 2013 y 2014 hubo detenciones masivas a compañeras que estaban trabajando en la calle, accionares policiales abusivos; las golpeaban, a los cacheos los hacía personal masculino cuando debería ser femenino. En esa coyuntura decidimos hacer entre la Coordinadora y La Ciega este mini manual”, recuerda Estefanía Gelso. Ahora, el manual acaba de ser reeditado; el contexto lo amerita.

¿Cuáles son las particularidades que tiene el abuso policial contra el colectivo lgbti con respecto a la represión en general?

Lucía Sbriller: Lo más común, en el caso de las travestis y trans, es que la policía no respete su identidad autopercibida, que las obligan a desnudarse en la vía pública es muy común y es algo que no hacen usualmente con el resto de la gente. Este tipo de represión tiene, más que en otros casos, una connotación de violencia sexual, va dirigida directamente a disciplinar los cuerpos. Que ellas trabajen en la calle de por sí ya las pone en una situación de riesgo. Las contravenciones para las personas que trabajan en la calle entran a jugar un rol central. En muchos puntos del país la prostitución es en sí misma una contravención. Pese a que Argentina ha sido un país progresista en torno a la legislación que reconoce los derechos lgbti, en general, el Estado, cuando aparece en las vidas de las travestis no es para mejorar su acceso a esos derechos, si no que lo hace con una función netamente represiva.

¿Qué es una contravención y cuáles son las que en general se usan para criminalizar la identidad de género y la orientación sexual?

Estefanía Gelso: Las contravenciones son conductas que, sin ser delitos penales, se castigan como si lo fueran, con multas y arresto. Tienen un gran componente de moralidad y apuntan a las acciones que tiene que ver con irrumpir en el espacio público. En general son usadas con arbitrariedad: si un pibe o piba blanco y de clase media está borracho en la calle es poco probable que la policía lo detenga aludiendo a una contravención. Al estar tan poco reguladas y ser tan amplias, le sirven a la policía como herramienta de coerción sobre determinadas poblaciones. Queda a criterio policial lo que sea que signifique “disturbios en la vía pública”. Hay contravenciones, como la de alcoholismo, que no traen aparejada una detención, solo una multa, y otras que sí. Las contravenciones son delegadas a cada provincia.

L. S: “Desorden en la vía pública”, “alcoholismo”, “persona que ejerce la prostitución dando ocasión de escándalo”, “ofender la decencia pública” son las que utilizadas como mecanismos de control y extorsión por parte de la policía bonaerense. En las contravenciones en la provincia de Buenos Aires la instrucción la lleva adelante la Policía, no hay fiscal, te detienen sin orden judicial y la policía incluso no tiene plazo para informar al juez, lo cual es una crítica fuerte que debemos hacer: el hecho que se le dé tanto poder a las fuerzas de seguridad.

¿Llevar siempre el DNI encima me puede defender de estas arbitrariedades?

E. G: Una persona puede ser detenida por averiguación de identidad (ya no se usa más “averiguación de antecedentes”), por el Código Contravencional y el Código de Faltas, o por delitos penales, y cada caso funciona distinto. En el caso de averiguación de identidad alcanzaría con que una tenga encima el DNI. Si tenés el DNI, normalmente no te pueden llevar a la comisaría por esto pero si te pueden demorar en la calle. Si no tenés el DNI, sí te pueden detener. Te llevan a la comisaria, ahí chequean tus datos. Si te detienen y alguien te acerca el DNI a la comisaría, te tienen que largar enseguida.

¿Tienen derecho a revisarte?

E.G: Para hacer eso tienen que tener la orden de un juez, salvo que te encuentren in fraganti, es decir, en el momento de cometer el delito o contravención. En ese caso la policía puede actuar y después informar al juez. En el caso del personal de “seguridad” de, por ejemplo un bar, no tienen derecho a nada. La casa puede reservarse el derecho de admisión pero nadie te puede tocar.

¿Qué hay que hacer en caso de que la persona que se presenta como policía esta vestida de civil o con un auto particular?

L. S: En el caso de una detención ilegal, lo que tenés que tratar de hacer es registrar lo máximo posible, recordar cómo fue la situación, qué auto era, en qué lugar te levantaron, la patente del auto. Siempre está la brecha entre lo legal y lo que sucede en la calle, pero vos podés pedir que la policía se identifique, al margen de cómo estén vestidos, porque son funcionarios públicos. Luego, corresponderá hacer la denuncia.

¿Qué pasa cuando hay golpizas, maltratos, torturas?

E. G: Se llaman apremios ilegales o tortura y son delitos penales. Obviamente la denuncia no conviene hacerla en la misma comisaría donde te golpearon. De hecho hay una resolución de la Procuración General que establece que ante esas situaciones por supuesto el fiscal no va a poner a la propia policía a investigarse a sí misma. La denuncia se presenta en la Fiscalía de Turno, lo podés hacer de forma oral y no hace falta ir con un abogado. Si hacés una denuncia de este tipo, tenés derecho a hacerla con reserva de identidad.

L. S: Es importante ir antes a un hospital a que te vean las lesiones y quede registrado qué día fuiste y en qué estado. Es importante que aquellos que hayan visto la situación y/o hayan sido detenidos con vos puedan aportar también su testimonio en ese sentido. Cuando estás detenido, que haya presencia de gente en la comisaria reclamando por vos (y más si esa gente está informada) sirve para prevenir en parte este riesgo de abusos porque obviamente la policía se siente más observada. La CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) desde hace años sugiere que, cuando hay una persona detenida, hay que a llamar a la comisaría sin parar. Se arma una red y cada vez que hay un detenido la gente empieza a llamar de todo el país preguntando por esa persona. Eso obviamente mete presión.

¿Para qué sirve el Habeas Corpus?

E. G: Si detienen a tu amiga, vas a la comisaría que correspondería y te dicen que no está ahí, podés presentar un habeas corpus en un juzgado. Una vez que el juez lo acepta inmediatamente te tienen que decir dónde está detenida. Lo mismo si temés por la integridad física de la persona detenida (aunque ya sepas dónde está y demás): podés presentar ese recurso legal para garantizarle protección y condiciones mínimas detención, que el Estado debería garantizarle a todas aquellas personas que se encuentran privadas de su libertad. Lo presentás ante cualquier juez (ante el juzgado de turno en Tribunales) a cualquier hora del día o la noche. Puede ser de manera escrita u oral. Recomendamos que sea escrita y que te quedes con una copia.

L. S: Cualquier persona, menor o mayor, puede hacerlo si cree que alguien está ilegalmente detenido. Hay modelos online de cómo hacerlo (recomendamos el de la web de la CORREPI). El Habeas Corpus ha sido siempre una figura emblemática en cuanto a las estrategias políticas que posibilita. Hace dos años, en un aniversario de la segunda desaparición de Julio López, se decidió presentar masivamente habeas corpus en todo el país.

¿Qué diferencia hay con el Habeas Corpus preventivo?

L. S: El Habeas Preventivo se usa mucho para los chicos en los barrios y dirigentes sociales, por ejemplo. Cuando hay casos de hostigamiento contra alguien en concreto podés presentar un habeas preventivo y das cuenta a la justicia de que cualquier detención o delito que se le impute probablemente tenga que ver con ese hostigamiento previo. Es para anticiparse a un posible abuso policial. Incluso podés presentar un habeas corpus preventivo por vos misma, en caso de que te sientas hostigada o perseguida por la policía.

Es muy usual que la policía ignore el artículo 12 de la Ley de Identidad de Género, que se refiere al trato digno. ¿Ante eso qué se puede hacer?

E. G: Es un derecho que en cualquier instancia institucional (comisaría, hospital, etc.) te traten y registren con tu nombre y género autopercibido, mas allá de que hayas hecho el cambio registral. Obviamente en el trato con la policía estás en una situación de absoluta asimetría. Podrás plantarte para exigirlo y te escucharán o no, pero es importante que se conozcan estos derechos: a que en el acta quede asentado el nombre que elegís, en las requisas tenés derecho a que te revise una mujer, si es que así lo preferís, lo mismo para la revisación médica que se hace antes de salir de la comisaría.

L. S: Tenés que estar muy empoderada para exigir que se cumpla. Si sos de otro país, que es una duda que surge mucho, tenés los mismos derechos ante un proceso que cualquier otra persona. No te hace culpable el hecho de no tener la documentación argentina al día. Eso es otro trámite. Pero tenés derecho a una defensa, a que te liberen en los tiempos correspondientes. l

Este sábado a partir de las 17 La Ciega llevará sus tips de autodefensa y saberes legales al corazón de la zona roja de La Plata (la Plaza Matheu) con un taller en el marco del Festival Antirrepresivo contra la militarización de la zona roja.

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LUCIA SBRILLER Y ESTEFANIA GELSO, DE LA CIEGA
Imagen: Sebastián Freire
 
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