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Viernes, 20 de mayo de 2016

CONTACTO EN PARAGUAY

ROHAYHU

Este 17 de mayo se realizó en Asunción un nuevo “Besatón”, una besada multitudinaria organizada por SomosGay, Lesbos y la Federación LGTB Paraguaya en la plaza De Armas, frente al Congreso Nacional. Las organizaciones lgbti han decidido unir fuerzas para conseguir que esta campaña tenga una repercusión internacional en un país donde todavía queda mucho por avanzar en la materia. Soy entrevistó a Simón Cazal, uno de los fundadores de SomosGay.

 Por Gustavo Pecoraro

SomosGay a pocos días de inaugurar su nuevo Centro Comunitario lgbti en Ciudad del Este, Alto Paraná, se presenta como una “organización que se reconoce heredera de la Nación Guaraní, marcada por su lucha contra la opresión, la desigualdad y la violencia”, rescatando sus raíces para construir una sociedad solidaria, plural, democrática, equitativa y sin exclusiones. Nutrida de activistas de identidades mixtas surgidas en los finales de los años 90 y los primeros años del 2000 nace en un punto de quiebre del colectivo lgbti de ese país que fue criado en el estilo del movimiento sindical y el campesino, y cuyos dos principales referentes eran militantes de la Iglesia. Simón Cazal, es su co-fundador y actual director ejecutivo. Es además delegado de Latinoamérica y el Caribe de UNAIDS (Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida). Es ateo, de izquierdas, humanista y reivindica ser “una loca de discoteca”.

Suplemento SOY lo entrevistó a poco de ser elegido a cargo del Secretariado de la Red GayLatino (red de varones gays que actúa en la región con representantes de más de 15 países de todo el Continente).

¿Cómo nace SomosGay?

–Somos obreras locas, putos, lesbianas y travas que surgimos de la carencia de espacios. La visibilidad de ese momento estaba en una parte del activismo lésbico con mucha formación teórica y redes internacionales con otras referentes. Nosotrxs nos sumamos a ese proceso pero empezamos a sentirlo abstracto. No entendíamos esa pose hacia el donante extranjero y la poca relación con los gays, lesbianas y trans de nuestra tierra. Un discurso radical de reivindicación y que no era tal. Eso fracasó. Hubo una ruptura donde las compañeras lesbianas se fueron por un lado y los otros compañeros, por otro lado, se quedó instalada una cultura de paranoia, no dejaba que nadie entre, no sumar gente. Esa pelea fue un golpe muy duro para los activistas de base como yo. De toda esa frustración salió el experimento que es SomosGay. Decían que éramos “las locas tontas”. A nosotrxs nos preocupaba hablar de nuestra realidad económica, de las desigualdades sociales de nuestros compañeros. No queríamos teorizar. Queríamos escuchar a las mismas personas con las que sociabilizábamos en la disco y que nos cuenten qué sentían que había que hacer.

¿Cómo ha sido ser una persona LGTBI en Paraguay?

–Este país tiene una historia de persecución a las minorías sexuales con desaparecidxs o con persecuciones públicas –como “la lista de los 108”– (que tiene su origen en el asesinato del locutor de radio Bernardo Aranda el 1 de septiembre de 1959 en Asunción. Como Aranda era homosexual, se dedujo que los autores del supuesto crimen también lo eran. Entonces, 108 homosexuales hombres fueron detenidos para realizar las investigaciones del supuesto asesinato y los nombres de los detenidos fueron difundidos en una lista que se conoció con ese nombre). Por supuesto que las víctimas eran lxs pobres, las locas obreras, las locas proletarias. Las que estaban cerca del régimen se salvaron, como ellos decían “se fueron a las Bahamas”, emigraron. Pero fueron los cuerpos de las maricas obreras las que pagaron el precio de la homofobia durante la dictadura de 35 años de Stroessner, y su continuación después en la democracia. Todos los espacios sociales cargaban una fuerte herencia homofóbica. Hoy en las chapas de los autos no utilizan el número 108.

¿Qué deja atrás SomosGay?

–Definitivamente el concepto de que ser activista o militante lgbti es una cosa de académicas, una lógica de que hay una élite iluminada que tiene que conducir las masas. Cualquiera puede ser militante, cualquiera puede ser un activista, y principalmente SomosGay no tiene todas las respuestas, sí hay –en cambio– un espacio para venir a pensar juntxs qué acciones llevar a cabo.

¿Cómo los atravesó el sida?

–Cuando nos presentamos antes el resto del colectivo con nuestras propuestas para responder al VIH nos dijeron que “el sida no es un tema lgbti”. Las compañeras más posicionadas en lo queer, pensaban en esos años que el Sida era una manera de oprimir sólo a las mujeres. No entendieron lo que venía. En nuestro país las mujeres trans tienen una prevalencia del 42% y su vida no superan los 35 años. O de que de las 6 locas que fundamos SomosGay, 3 ya no están. Quedamos apenas la mitad del grupo original. Mucho de esa rabia, ese luto, nos transformó. ¿Sabés qué? ¡Japiro! (Lla-pi-ró) o lo que equivaldría a “andate a la puta que te parió” o “jodete” en Lunfardo. No teníamos las respuestas pero teníamos las necesidades.

¿Esa irrupción que resultante tuvo en el resto del colectivo?

–La crítica de otras organizaciones lgbti se basa en mi personalidad: “la personalidad de Simón”. La derecha dice que somos demasiados radicales porque nos apropiamos del espacio público con el Besatón o la Parada de la Igualdad, dos acciones que visibilizan a gays, lesbianas y trans en las calles de Asunción; y eso –en Paraguay– es imperdonable. Los partidos de la izquierda paraguaya dicen que somos huecos, que no tenemos contenido y que nuestra reivindicación solamente es estética, y por ende, capitalista. Escuchamos todas las críticas y les reafirmamos que seguimos siendo las obreras locas, putos, lesbianas y travas que nos organizamos y que esa organización y crecimiento les demuestra que están equivocadas.

Reivindican su herencia guaraní. ¿Cuál es esa herencia y como se enroca con las luchas de la diversidad sexual?

–La primera idea que nosotros necesitábamos enfrentar es que los putos, las travas y las tortas no somos de este país, que somos de otro lado. Que somos una especie de extraterrestres creados por el capitalismo o por el comunismo (depende quien nos critique). Ironías de la realidad de Paraguay, tanto desde la izquierda como desde la derecha los nacionalistas siempre nos han pegado con ese mismo argumento. Acá el sentir nacionalista está muy marcado por lo militar, por lo castrense, entonces hay una identidad nacional consolidada desde la uniformidad. Para los militares lo peor que podés hacer es romper el uniforme, y el uniforme paraguayo era el del hombre paraguayo de tierra adentro que tiene su talón roto por el trabajo, es como todo un mito acerca de lo que es ser paraguayo, y digo lo que es ser paraguayo ignorando a propósito a la paraguaya porque no existe un mito acerca de ser mujer paraguaya: el macho trabaja y la mujer está para servirle. Lxs que somos guaraní-parlantes (la mayoría de la organización) sabemos que el Guaraní tiene otras raíces, es más matriarcal, hay un montón de elementos de masculinidad y femineidad guaraníes que a nosotros nos parecía interesante reivindica.

¿Por ejemplo?

–Lxs guaraníes no tenían esta fantasía católica de que uno tenía su recompensa en el más allá por haber sido buena gente. Creían en el paraíso en la tierra, en el Yvy marane’y o sea “la tierra sin mal”. Algo que se perdió a causa de la mezquindad de la gente que piensa solo en ella y no en la tierra o en la comunidad. Reivindicar los elementos mestizos que fueron excluidos del relato oficial y de la identidad oficial paraguaya es lo que hizo que nosotros tomemos muchísimos de los elementos ya mestizo o mezclado y reivindicarlos como positivos; el uso de guaraní en nuestro nombre, el romper con lo nacionalista excluyente de los símbolos.

¿Cuáles son los puntos centrales de su acción?

–La transformación de la sociedad Paraguaya. Más allá de la cuestión legislativa o de algún proyecto que tengamos en concreto con algún partido político, el proyecto final es el cambio cultural. Colaborar en la transformación de una sociedad que traiga la tierra sin mal al Paraguay, una sociedad sin exclusiones. Es un proyecto político a largo plazo. El fin de SomosGay es un Paraguay libre de homofobia, igualitario, que esté integrado al mundo.

¿Y cuáles son esas relaciones políticas necesarias para estos cambios?

–La que tenemos con el Estado se fue transformando, que por nuestras presencia en las calles se siente forzado a escucharnos. De todos modos esa relación está en construcción. Es un proceso de transformación muy reciente el considerar al movimiento lgbti como un actor social al que se le tiene que escuchar. Esto se reduce también a los partidos.

¿Cómo es la democracia interna en SomosGay?

–Somos una organización que nació con 10 personas y que se maneja con reuniones asamblearias cada 5 años. Nos organizamos en quinquenios. Hoy la asamblea cuenta con 230 personas, quienes participan en congresos y espacios de discusión de alguna u otra manera. No tenemos una cosa jerárquica, nuestro organismo de gobierno es una mesa de 6 directores con el mismo peso, sin diferencias. Como praxis esto se entiende a toda la organización, lo que es nuevo en Paraguay, no conocemos de otra organización que utilice este modelo.

¿Cómo es hoy la realidad del sida en tu país?

–Paraguay es uno de los países más homofóbicos del continente, lo que tuvo un efecto sobre el tema VIH. Durante 30 años tuvimos un mismo director del Programa de Control del sida que se dedicó a los negociados con los testeos, los diagnósticos, controles, medicamentos. ¡Ojalá algún día pague por su negligencia que causó tantas muertes! Durante esos años ignoró el tipo de epidemia que tenía. Oficialmente estaba reportada en varones gays y en mujeres trans, pero la respuesta fue siempre focalizada a mujeres y niñxs, lo que es criminal porque le costó y sigue costando la vida a varixs compañerxs.

¿Qué falta en materia de agenda LGBTI en Paraguay y en la región?

–Los gobiernos de derecha son los que están actuando en contra de la población lgbti. En Paraguay está todo por hacer. En la región hace falta que nos hablemos más entre todos y todas, hay lecciones aprendidas muy importante de lo qué hacer y no hacer. Hay que matar la cultura de las vacas sagradas e ir más allá y dejar de tener miedo buscando nuevas formas de encontrarnos. La homofobia nos convenció de que esto es algo en lo que tenemos que estar solxs, lo que se traduce en nuestras prácticas políticas. Hay que dejar de ser ingenuos: hay una agenda clarísima de retroceso sobre nosotros. Somos los primeros que vamos a pagar los platos cuando las cosas se pongan feas. Lo que hay que empezar a hacer es mirar como miran nuestros enemigos. Ver el mundo de acá a 30 o 50 años, cosa que te hace más humilde al mostrarte como un eslabón. Que tu ciclo de vida contribuya a que alguien más siga haciendo cosas en el futuro. Esa es la manera de enfrentar el proyecto que nos viene encima, que tiene milenios cuando nosotros tenemos 40 o 50 años. Las resistencias tienen que comenzarse a pensar más en esos términos.

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