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Viernes, 10 de junio de 2016

DANZA

Después de un beso

En Furtivo, la compañía de David Señorán ensaya algunos pasos para caer parados ante los rótulos y las trampas del amor romántico.

 Por Dani Umpi

Segundo round. Una nueva temporada para la última apuesta de David Señorán y una compañía conformada por más de 20 intérpretes, creativos, músicos, diseñadores de iluminación, sonido, vestuario y asesores en el área de teatro. Humo azul. Una chica y un chico se desprenden de un beso. ¿Están asustados? ¿Se escapan o se encuentran? “Metafóricamente la obra sucede en el espacio entre los labios; a partir de esa separación transcurre el relato”. Lo que podría ser un gran final es solo el comienzo de un rompecabezas intrépido con cuatro intérpretes brillando al unísono sin encandilarse. La estructura coreográfica es compleja y precisa. Señorán cuenta que su obra fue pensada arquitectónicamente con cuadros de luz que marcaran en el piso el lugar de pertenencia de cada intérprete. Los bailarines comienzan a invadir (¿o a compartir?) los espacios ajenos y regresan exhaustos a sus posiciones una y otra vez.

“Estuvimos trabajando lo mecánico de la cotidianeidad de las relaciones en oposición a algunos momentos más humanos, donde el afecto y el cariño aparecen en raptos fugaces pero rápidamente se interrumpen por ese accionar que funciona medio a relojito. Lo dice con una sonrisa calma y amistosa pero los bailarines se mueven ansiosos, agitados, escapando de sus egoísmos.

En su obra “Las Bestias” (2012) trabajó el concepto de “lo bestial” ligado a lo masculino, en “Chinas” (2013) habló de las fortalezas de las mujeres, ahora reflexiona sobre el afán de construir relaciones amorosas estables y protectoras. Surge la palabra “contención”. El programa advierte: “Este desconocimiento absoluto de con quién nos emparejamos hace que ese otro pueda ser uno distinto cada vez y aun así insistiremos en que lo que se construye es real”.

¿Cómo nació la obra?

–A partir de conversaciones del grupo donde se planteaban la necesidad de no poner rótulos a cualquier relación mientras sobrevolaba esa sensación de querer sí o sí estar con alguien, de no llegar a conocer al otro nunca pero aun así sostener esa persona con la que se va a construir una pareja. Lo que está siempre presente es la búsqueda de ese otro que va a colaborar con algo en mi felicidad.

¿Hay un intercambio de compañeros?

–Más allá de que sean dos parejas hombre y mujer, se mezclan y en un momento ya no se sabe quién va con quien.

Se los ve muy ariscos. Hay un recurso constante destacado que es cuando van a desnudarse, no terminan de quitarse la prenda y se enfrentan con los ojos cubiertos…

–O cuando van a sacarse la bombacha o los pantalones. No concretan ni profundizan en ninguna de las relaciones, entonces me pareció que utilizar la ropa para detenerse es al revés de esa idea de que cuando se desnudan, pareciera que se va a desarrollar algo erótico. Acá el desnudarse frena.

¿Cómo fue el trabajo de dramaturgia para tratar este tipo de vínculo con la danza?

–He profundizado distintas búsquedas, a veces más teatrales, con elementos o con la palabra y desde hace un tiempo volví al movimiento. Parto de la pregunta ¿dónde se deposita la emoción? Si en el cuerpo del intérprete, el movimiento, la mirada del espectador. Es difícil poner esos cuerpos en un lugar de presencia donde la emoción no los desarme. Están aparentemente desafectados, tienen un rapo de afecto, lo cortan. ¿Cómo hacer para que lo que está latente dentro no desborde ni opaque la capacidad de movimiento? Como intérpretes, ante la bajada del director de algo que tenga que ver con lo emocional. Queremos mantener esa latencia adentro, expresar físicamente lo que les pasa emocionalmente sin que la emoción los desborde y aparezca por delante del movimiento.

¿Es tu visión sobre la contemporaneidad?

–Hay un punto, sobre todo en la danza o en un montón de propuestas que se dan actualmente, de no exponerse. Veo que hay como un rechazo a la exposición. Se muestran búsquedas, se teoriza pero no se elabora obra, el hecho artístico no se produce. Cuando se hace una obra lo que el espectador ve es mi cabeza, mi forma de pensar, de sentir, de hablar, de criticar. Uno se expone. Te ven desnudo. Así es como están los intérpretes, con esa necesidad de contención latente. Muy ansiosos, desesperados por momentos, se conforman con que esté alguien al lado cubriendo ese lugar que necesitan.

Sábados a las 21, La Fábrica Espacio de Arte, Acevedo 768.

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