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Viernes, 22 de julio de 2016

OPINION II

Neonazis a la mesa

La juventud del partido neonazi que conduce Alejandro Biondini participó de una reunión en la Casa Rosada, convocada por el subsecretario de la Juventud, Pedro Robledo. ¿Un error o un horror?

 Por Gustavo Pecoraro

Dos miembros de La Passaponti (la juventud del partido neonazi Bandera Vecinal que dirige Alejandro Biondini) participaron –sin que nadie lo advirtiera– en una reunión en la Casa Rosada que convocó el subsecretario de la Juventud, Pedro Robledo, acompañado por el jefe de gabinete Marcos Peña y la ministra Carolina Stanley.

La denominada Mesa de Juventudes Políticas Partidarias pretendía abordar tres temas de discusión; el debate sobre el Servicio Militar Obligatorio, la implementación del Boleto Estudiantil, y la implementación de la Boleta Única Electrónica en las elecciones legislativas de año próximo. Los neonazis se ubicaron cómodamente junto a lxs dirigentes juveniles de más de una decena de partidos políticos democráticos con la macabra tarjeta de presentación de ser parte de una fuerza que fomentan la xenofobia, el antisemitismo, la discriminación contra el colectivo lgbti, promueve el “rearme material y espiritualmente” del país, la reinstauración del Servicio Militar Obligatorio, y la pena de muerte.

Las explicaciones oficiales llegaron en la voz de Robledo quién sostiene que nunca invitó a un partido nazi a la reunión y que “fue engañado” ya que los miembros de Bandera Vecinal se presentaron como integrantes de un partido vecinal. En otra de las desprolijidades a las que nos tiene acostumbradxs, cargó la responsabilidad en el personal de recepción de la Casa Rosada que parecería ser el elegido como cabeza de turco de este gravísimo hecho que tira por la borda el compromiso que las fuerzas políticas asumieron posterior al reconocimiento del partido de Biondini en 2014, como inmediatamente alertó el Centro Simon Wiesenthal.

El Subsecretario de la Juventud, que el 11 de diciembre cuando fue designado en su cargo había anunciado que “No vamos a ser fanáticos, queremos convocar a todos los representantes de las juventudes políticas, para que con opiniones diversas podamos hacer cosas que sirvan para nuestra generación”, sigue al pie de la letra su máxima aunque en esa particular coherencia no distinga entre democráticos y autoritarios.

Robledo es un funcionario público viciado por su adicción a las apariciones mediáticas y su tenaz campaña 2.0 desde aquella tarde que en su San Isidro natal dos conocidos le propinaron un soplamocos por estar besándose con su pareja en una fiesta. Ese repudiable acto de violencia contra un homosexual le sirvió para catapultarse a la arena política con el apoyo decidido de Mauricio Macri necesitado de alguna persona que desnivelara la oposición constante del PRO a las demandas del colectivo Lgtbi. Ligó un par de cachetadas y después supo encausar esos moretones en una tourneé de entrevistas (todas ellas debidamente fotografiadas) que alcanzaron a la presidenta Cristina Kirchner e incluso le hicieron un lugar en la mesa de partidos de la Federación Argentina Lgbti. Su necesidad voraz por las cámaras y los medios no logró ocultar que fiel a los dictámenes del gobierno al que pertenece echó a 26 personas a su cargo para reemplazarlas por afines políticos, e incluso lo llevó a inventar una supuesta reunión privada con el Papa Francisco donde éste compartía una reflexión de alto contenido político en donde le decía que “no creía que se viva una situación de revanchismo como en el 55” que confrontaba de alguna manera con una frase de la ex presidenta. La vocería del Papa salió a desmentir rápidamente el hecho: en realidad Pedrito fue saludado por el Pontífice en un pasillo, como suele hacer Francisco con decenas de miles de personas que hacen fila para saludarlo y sacarse una foto para el recuerdo. Claro, todo a costa del erario público.

Pensar que el odio violento de las que son víctimas diariamente las personas lgbti en muchas partes del mundo a veces ni siquiera tiene el repudio de sus propias familias y en demasiados casos ni el amparo de la justicia. En este caso la trompada le salió redonda. Robledo debe estar bastante agradecido a sus irascibles amigos chetos del Opus Dei.

Bandera Vecinal

no sos bienvenida

La presencia de Bandera Vecinal en esa reunión es una provocación a la democracia que se intenta justificar desde ese perfil entre frívolo y botarate con que Robledo se desempeña. Pero no nos ocupa ahora un comentario desafortunado en uno de los tantos programas de televisión que visita, hablamos de una reunión política que mal convocada resulta un hecho político inédito cuya responsabilidad hay que buscarla en la falta de preparación y el atolondramiento de Robledo quien deja en entredicho su coherencia institucional con el compromiso democrático de nuestro país y el consenso que venimos construyendo desde 1983. Y en que no le da el piné.

Desde estas páginas y junto a las organizaciones lgbti se levantó la voz de repudió cuando fue víctima de aquel ataque violento. Sin embargo Pedro Robledo –la cara insigne de la política de diversidad del PRO– no es bien recibido en la casi totalidad del ámbito del activismo lgbti. Lo qué sucede fuera del activismo es material para otro análisis. La realidad es que el PRO tiene una agenda que se mete en la del activismo y que más allá de la oposición a ciertas políticas se enrosca con la generación de eventos y el apoyo institucional que da –como corresponde– a las marchas del orgullo. Robledo y todas las personas lgbti que pertenecen a este gobierno y pretendan influenciar en nuestra agenda, tendrán que responder también por los errores que cometen. El colectivo –adonde dice pertenecer– debe dejar claro cuáles son los límites de la cancha.

Una activista lesbiana reflexionaba hace unos días que la presencia de neonazis en la Casa Rosada no puede tener excusas, y que si lxs artistas habían hecho su tarea con Lopérfido las personas lgbti debíamos hacer la nuestra con Robledo. En concordancia con ese pensamiento, desde estas mismas páginas pido su renuncia.

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