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Viernes, 22 de julio de 2016

Grito en el cielo

Fernando Noy cuenta los entretelones de Ledalma, un homenaje en proceso a Leda Valladares.

Ya sabemos todo lo que Leda, iluminada en una siesta al ver ancianas bagualeras derrumbando la barrera del sueño, ha recuperado para nuestro acervo de música ancestral.

Ella afirmaba que: “Además el ruido era poesía, porque siempre un mar de ruidos y rumores nos acosa. Prisioneros del sonido somos llevados sonámbula o lúdicamente a dimensiones abstractas o a sensaciones tumultuosas y poéticas. El oído se alimenta de ese extraño y caudaloso material de los ruidos y es la guarida donde viene a refugiarse el misterio sonoro del mundo. Hay sonidos que son la poesía, en especial los del agua en todas sus andanzas. Conductora de la electricidad, el agua moja al oído con su música transparente. Desde una gota que insiste cayendo del caño del resumidero, hasta el murmullo horizontal de las acequias, desde la cantilena de la lluvia que nos vuelve sentimiento, hasta el golpe de la ola. Son poéticas todas las velocidades del aire, la brisa indolente, el sopetón de la ráfaga y, en especial, el viento que suena a voz humana, a sonido psíquico. El grillo y la chicharra pueden considerarse agentes de la melancolía, como los verdes payasos de las lagunas y los charcos con su croar inubicable. Por ellos sabemos que el sonido tiene mapa y espacio infinito. Y la fauna nada seria, cuando ladra, muge o relincha puede agravarnos, mugirnos casi dentro de nuestra propia sangre. Todo nos asedia en el mundo auditivo: lo que suena fuera de nosotros y en nosotros, el rumor visceral de nuestro propio cuerpo. El latido, por ejemplo, que nos tiembla en nuestras propias paredes de departamento o choza, en cualquier espacio urbano o silvestre, su influencia suena como un oleaje de agonía. Como un sonido endovenoso que nos retumba y trepa hasta llegar a ser un tímpano oyéndose a sí mismo. Es el corazón enroscado en la oreja”

Al evocar sus palabras, vuelvo a verla con su elegancia de ángel andrógino, luchando por mostrar su sonido en recitales con no mucha gente. Después de León ella logra al fin su cometido. Con Gieco preparan la monumental geografía sonora De Ushuaia a La Quiaca. Leda al fin había coagulado feliz con ese proyecto indispensable, imposible de soslayar del cual dejar registro cuanto antes.

En otros tiempos, junto a su amada María Elena Walsh, había ya incursionado cantando en París esos boleros que decían frases rutilantes como: “Se me ha salido el alma a la calle, y el corazón a la vereda. En una esquina, existo de pronto, con una esperanza en guantes y un desparpajo de collares, de mostacillas por millares”.

Rescatar su legado es hacer lo mismo con la infinidad de voces que con aquel minúsculo grabadorcito ella, colosalmente, iba grabando acompañada al final por la escritora Susana Tasca, narradora que la acompañara hasta el fin de sus días sobre esta tierra. Junto a la sublime, inmensa, inconmensurable voz de la bagualera y cantante Laura Peralta, estamos organizando Ledalma un recital donde ella canta esas voces recopiladas junto a Leda de quien fuera discípula y participara en una de sus últimas presentaciones. Ledalma siempre estará cobijada en lo acústico. Para cerrar con ella: “El alma embrujada por cuchicheos aéreos, abriendo sus puertas a esta invasión de poesía sonora para dejarse atravesar como el aire, por la luz”. La luz, esa que en su voz siempre brilla desnuda y nos engarza.

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