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Viernes, 12 de agosto de 2016

A LA VISTA

El techo de cristal

No piden trabajo. Ellas están trabajando y tienen mucho para contar sobre cómo la cuestión trava sigue siendo una fuente de marginaciones, equívocos y escenas desquiciadas en ámbitos que se consideran amigables.

 Por Dolores Curia

Lohana Berkins decía que cuando una travesti accede a la vida civil, su vida se modifica, pero que cuando muchas travestis acceden, se le modifica la vida a todo el mundo. El ingreso de la población T a cargos públicos como política de Estado es un logro reciente que le debe a quienes han luchado por él como también a un momento histórico en el que ese reclamo hizo mella. Más allá de las incorporaciones puntuales, la Ley de Cupo Trans -conocida también como la ley Diana Sacayán, que estipula que el uno por ciento de los empleos de la administración pública de la provincia de Buenos Aires sea ocupado por personas trans- ha sido un paso adelante. También, su reglamentación, que se está discutiendo en estos días. ¿Alcanza con lo que se ha avanzado hasta acá? Algunos testimonios de personas trans que han accedido a cargos públicos en estos años pueden ofrecer un panorama de la cuestión y de todo lo que falta. Sus voces hablan de vidas individuales pero también resuena en ellas una historia de luchas heredadas. Así lo dice Alba Rueda (INADI): “Seamos sinceras, ninguna de nosotras entró solamente por su CV sino por las acciones que llevaron adelante las organizaciones en coincidencia con determinadas decisiones políticas.”

¡Ella también come!

Cuando a Gabriela Abreliano le preguntan exactamente qué hace en el área de Diversidad Sexual del Ministerio de Trabajo, responde: “rompo prejuicios todos los días”. Porque todos los días la lupa está puesta sobre ella y debe demostrar sus competencias, desde las técnicas y más básicas como dejar en claro que sabe cómo usar el scanner, a otras más complejas como encontrar una salida ingeniosa para responderle a aquellos que no se quieren subir al ascensor con ella y prefieren esperar el que sigue. O reaccionar en situaciones como ésta: “En uno de mis primeros días, a la hora del almuerzo, estaba en el comedor. Viene una jefa, me mira el plato y se sorprende: ‘Epa, ¡qué rico que come ella también!’”.

Problemas técnicos

Alba Rueda entró al INADI a fines de 2006, pero su trabajo no se formalizó hasta 2008. Durante ese periodo de más de un año estuvo sin cobrar por complicaciones técnicas. “Mi expediente estuvo parado durante todo ese tiempo porque para las áreas jurídicas que se encargaban de evaluar a los nuevos trabajadores había incongruencias entre los datos que figuraban en el expediente y los datos de mi DNI. Todavía no había Ley de Identidad de Género, obviamente. Pero en el INADI se habían prometido respetar mi identidad. Pero otras áreas del Estado no lo tenían tan claro.” Al poco tiempo Alba empezó a coordinar el área de 0800 donde recibían denuncias por discriminación y trata de personas: “Era una gran responsabilidad, igual o mayor que la de cualquier otro cargo jerárquico, ya que el 0800 trabaja las 24 horas. Sin embargo, siempre cobré menos que el resto de los coordinadores de otras áreas. Lo que en mi experiencia he visto es que cuando una travesti entra a trabajar la idea generalizada es que tiene que estar muy agradecida con eso pero que ni se le ocurra pedir reconocimientos en lo distributivo. Dar un pasito más: nunca. No es casual que esa misma situación, es decir, trabajar igual que los otros y con la misma responsabilidad pero cobrar menos, se replique con otra compañera travesti que está actualmente en el INADI”. Marcela Tobaldi, (administrativa en la Defensoría General de la Ciudad de Buenos Aires) en la misma línea que Alba agrega: “Somos incluidas en un plan de ‘Y, bueno, hagámoslo con una o con dos’, pero a la hora de decidir darnos una oportunidad de formarnos mejor o ascender de acuerdo a la capacidad que tengamos… olvidate. Tenía un jefe que solía repetirme casi a diario ‘te sacaste la lotería con nosotros’. En una reunión importante no te tienen en cuenta. Luego, si el tema que se trató tiene que ver un tema que conocés, capaz vienen y te preguntan en privado pero el lugar nunca te lo van a dar. Es algo frecuente en las áreas de diversidad, que es a donde en general mandan a las compañeras, y ahí los que suelen tener la tutela son los varones gays. De mis compañeros de oficina puedo decir que me soportan. Se aprendieron mi nombre y me saludan a diario pero olvidate de que alguno te invite a un asado o a su cumpleaños.”

Mostrar la hilacha

De las situaciones de transfobia no se salva ni el INADI. Dice Alba Rueda: “Aún hacia adentro de un organismo como ese existen muchas relaciones de desigualdad en el trato. Es que un trabajo o una dependencia estatal por más que se encargue de combatir la discriminación o de defender los Derechos Humanos no se salva de replicar las lógicas sociales más grandes. Aquí hay personas con las que tengo una gran incondicionalidad, no es casual que la mayoría de ellas sean mujeres. Pero es muy llamativo cómo abogados muy comprometidos con los DDHH en su accionar profesional, en el trato cotidiano muestren la hilacha de la transfobia”.

Meritocracia

En sus primeros años Alba Rueda notaba en su trabajo algo que le llamaba la atención y que era un tema de conversación constante entre sus compañeros: cómo ascender y conseguir puestos de mérito. “Y está muy bien pero lo que yo no podía dejar de ver era el alevoso contraste. Mientras mis compañeros discutían sobre cuántos puntos más podría sumarles no sé qué maestría, yo estaba peleado porque se me reconociera mi nombre en el documento. Era obvio: nunca hablaríamos el mismo idioma porque lo que nos separa son desventajas estructurales. La desigualdad que solemos vivir en los ámbitos laborales, las que tenemos la suerte de acceder a un trabajo en blanco, son efectos de una lógica social mucho más profunda, mucho más estructural.” Decía Lohana Berkins en las páginas de este suplemento que “la ley (de cupo trans) habla de idoneidad para los cargos, pero ésta se entiende también como expertise, lo que la compañera sepa hacer o esté en condiciones de aprender a hacer, y no simplemente de estudios formales. Porque si no, estaríamos en la misma: ¿Qué currículum se le puede pedir a la compañera, que nunca en su vida ha tenido un trabajo formal?”

La biografía de una travesti, dice Daniela Ruiz -Responsable del Área trans en personas femeninas del Ministerio de Desarrollo Social-, puede ser en sí misma elemento suficiente para que sea idónea para trabajar en áreas de diversidad, “conocemos la discriminación por haberla sufrido en carne propia. ¿Pero ese debería ser nuestro techo? Además de las desigualdades de base siempre te van a estar mirando esperando que te equivoques o no puedas. Hace un tiempo, en un día laboral, fui a la mesa de entrada de un edificio estatal a llevar unos papeles y les dije ‘vengo del Ministerio de Desarrollo’. Y la respuesta inmediata fue: ‘para subsidios es en la planta baja’”.

Victoria Antola, que ingresó el año al Banco Central y está trabajando en el Museo Numismático haciendo visitas guiadas en inglés y traducciones, también retoma este punto: “Cuando hablamos de idoneidad para el puesto no se trata únicamente de que la chica ingrese a trabajar, de que ingrese por un beneficio que te otorgan por arte de magia y ahí termina todo. El ingreso tiene que ir acompañado de instancias de capacitación, en forma de pasantías, por ejemplo. Hay que pensar también cómo hacemos para incentivar el ingreso de personas trans en el área privada. Una buena idea son las excepciones impositivas para las empresas que contraten personas trans. Hay que ampliar el foco y eso se logra, por ejemplo, difundiendo el dato de que hay investigaciones del Banco Mundial y del G20 que dicen que las empresas que reconocen la diversidad e incluyen mejoran el clima laboral y por lo tanto mejoran su productividad.”

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