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Viernes, 30 de septiembre de 2016

MANO A MANO CON EL ARTE

Limadas pero esculpidas

Strass, retazos encontrados en Once, flores de plástico, caracoles y estrellas de mar adornan las piezas en la muestra Borderline. Emilio Bianchic no interviene lienzos ni paredes, ni nada que no sean sus uñas y las uñas ajenas.

 Por Franco Torchia

El tipo de “nailart” que ostenta la obra del artista visual Emilio Bianchic –montevideano con residencia porteña, 26 años y un recorrido internacional de exhibiciones colectivas e individuales que incluye entre otros destinos Nueva York, Londres y México– conjuga sobrecarga y perfección. Son sus propias manos o las de artistas amigxs, maniquíes o afines, las que portan strass, visten retazos, albergan caracoles y estrellas de mar o van por la vida con dedos enlazados en cadenas doradas y florcitas adheridas. “Mucho Once: mi vida pasa por ahí. Uso siempre una base de uñas postizas y a eso, con la pistolita de silicona, le pego lo que sea”. Integrante además del colectivo “Básica TV” junto a Guzmán Paz y Luciano Demarco, Bianchic piensa en juegos de identidad y de clase: ni masculino ni femenino; ni vulgar ni fino: “Esto es como celebrar la perfo diaria de estar vivas. Todos los días le hago algo a mis manos” asegura. De niño, empezó pintando cuadros, pero esa superficie lo aburrió: una vez se pintó sus uñas y le encantó el resultado. Más tarde, para una boda, le puso margaritas a las manos de su madre. Su padre casi que se quema las cutículas en el infierno. Sin embargo hoy es él quien más lo apoya: “ahora me manda fotos de cosas que ve y está enganchado con lo que hago”. A la cabeza de sus referencias ungulares está el trabajo que exhibe la cantante pop Ariana Grande, pero reconoce que le mira los garfios a “todos, todas y todis”. En Uruguay, Bianchic solía montar las extremidades de muchas drags y sueña con intervenir a Susana y a Moria. En términos de arte contemporáneo, las suyas parecen instalaciones site-specific con aires de mercería munida y dedicación de manicura encerrada en un salón de belleza un sábado a la tarde. Es un arte muchas veces efímero y muchas otras temático: imaginario dark, joyería transitoria a partir de collares desarmados y ambientaciones manuales para fiestas, cocktails y eventos. También, en los pies: “Se trata de mariconear por la vida con las amigas, siempre”. Emilio admite que no siente fetichismo sexual ante lo que hace: tiene sí sensación de empoderamiento y culto a la extensión: “Las uñas largas son incómodas, hay que limpiarlas y generan rechazo. Pero algo está cambiando: cada vez más hay más chicos que se pintan más de una uña, que antes era lo máximo”. En mayo, colaboró con su coterráneo Dani Umpi en el videoclip del tema “La yuta”: primero, le puso rojo encendido y amarillo suburbano en algunos dedos, mientras Umpi hace de mujer de pasos estratégicos y sed de venganza. En otros cuadros, directamente, 10 tabletas Raid en cada mano. Veneno y protección. “Soy muy basicona”, dice de sí Emilio y atrapa a miles desde su cuenta de Instagram. En 2014, llegó a una de las cimas de la mirada internacional: su desempeño audiovisual para el archiviralizado intérprete JuaniVN llamó la atención de los destacadísimos curadores Simon Castets y Hans Ulrich Obrist, responsables del proyecto “89plus”, una investigación sobre la generación de creadores nacidos del 89 en adelante.

Y sí, como mínimo, Bianchic te deja limada.

De martes a viernes de 13.30 a 20.30. Sábados y domingos de 11.30 a 20.30. Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.

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