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Viernes, 12 de diciembre de 2008

PD

El sueño del hábito propio

cartas a [email protected]

A la crisis económica mundial, al precio de la nafta y su directa incidencia en el de los cosméticos (por no hablar de los pasajes a Miami), ahora se suma otra cachetada. Y nos viene desde quien justamente hace rato que esperamos que ponga la otra mejilla: ¡LE VATICAIN! Sí. La Papisa Ratzinga, o sea la Reina Madre, ha mandado una carta a todas las obispas jefas para instruirlas acerca del proceso de selección de candidatos al sacerdocio con nuevas reglas. Esto que obviamente causa un cataclismo entre todas nosotras, las que hace años esperamos la oportunidad de quedar seleccionadas, para poder usar esos pollerones hermosos y coloridos (un color para cada fiesta), los gorritos y sombreros y tanto anillo y cadenita. En fin, uno de los pocos laburos donde una podía ser todo lo loca que quería y hablar gansadas todo el día. SE TERMINO, queridas. La semana pasada, la Papisa se hartó, se sentó delante de la Olivetti y con cuatro tecletazos nos destrozó un sueño.

Yo, debieran saberlo, moría por ser sacerdote. Y como yo, me consta, un altísimo porcentaje de ustedes a las que ya no hay rodillera que aguante de tanto rezar. Y hoy, jornada infausta, leo en el diario lo peor: “NO A LOS CURAS GAY”. Chicas, no sé qué hacer; mi vocación está destrozada. Porque ya estaba bastante difícil la cosa con tanto candidato postulándose y las vacantes limitadas para ser cura. Se imaginan ahora, si sos gay, no podés ser sacerdote. Ni aunque no la veas ni en foto por propia decisión.

Yo, que soy resolidaria, después de amargarme un rato por mi futuro inmediato, me puse a pensar en nuestras queridas compañeras de lucha que YA son curas. Porque en las veinte páginas que mandó Ratzinga a sus amigas del té, se dice si la medida es retroactiva o no. Espero que no, porque si no la mitad de las iglesias va a quedar vacía. Y esta avalancha se lleva puesta a toda la plana mayor.

Ya desconsolada, decidí ahondar en el contenido de la información, con lo que deje el café con leche enfriándose, me puse los bifocales modelo Angela Landsbury y me puse a leer la tragedia que se me (nos) venía encima.

Esencialmente, uno de los tantos e imprescindibles expertos de la Iglesia, específicamente un cura polaco que se llama Grocholewsky, dice que “un gay no puede ser candidato al seminario porque la homosexualidad es una desviación, una irregularidad, una limitación para poder ejercitar el sacerdocio, que consiste en ser un padre espiritual, y además también limita en la capacidad de relacionarse con los otros”. Yo me quedé dura, pero más duras tienen éstas la cara, al querer hablar de capacidad de relacionarse con los otros.

Por suerte, LE VATICAIN es un exprimidor de cráneos que no se detiene nunca y siempre tiene a mano pensadores que ayudan. Desde la política, por ejemplo, la senadora italiana Paola Binetti estima que esta decisión de Su Elegancia es oportunísima, ya que últimamente hubo muchos casos dramáticos de pedofilia que han dejado en bancarrota a varias diócesis. ¡¡¡Eso es realismo y actualidad, Paola!!! Yo automáticamente me fui corriendo al balcón a ver si la Biblia seguía donde la dejé la última vez, al lado del calefón, porque honestamente a pesar de ajustarme los bifocales no podía terminar de entender y creer esas breves líneas de Paola. Paola: ¿Qué tiene que ver mi birome con la carretilla? Yo no sé cuántos curas pederastas serán homosexuales y cuántos serán heterosexuales, pero igual eso no viene al caso. ¿Por qué Su Elegancia no les manda también una cartita a sus pensadores y les dice que se dejen de pensar boludeces?

Ya cansada, mientras miraba el café con leche helado y la taza manchada de rouge, me dije –No me puedo amargar por esto. Una papisa no me va a detener. ¿No puedo ser cura? OK, ¡ME HAGO MONJA!

Con cariño,
E. Frontera

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