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Viernes, 16 de enero de 2009

Ser o no ser

¡Tintín sale del clóset y el Vaticano pretende meterlo otra vez a la fuerza!

Es “frío y andrógino”, vive en la mansión rural de su mejor amigo, un marinero de mediana edad, se pasa las páginas rodeado de hombres, muchos de ellos uniformados, y en ninguna de sus aventuras aparece una sola chica joven o atractiva. Como si faltaran pruebas, he aquí alguna más: el joven reportero belga sólo llora tres veces a lo largo de su vida y siempre es por un hombre, un amigo chino por el que está dispuesto a dejar su vida en una aventura en el Tibet. ¿Qué más puede hacer falta para decir sin dudar que Tintín es gay? Nada, al menos para Matthew Parris, columnista del británico The Times, encargado de poner en contexto la evidencia en tanto experto en la vida del mítico personajes del cómic de Hergé. Sí, Tintín, el rubio periodista de jopo erguido y perrito faldero a su lado –“el único mamífero macho indiscutiblemente heterosexual de todo el universo de Tintín”, según Parris–, el bueno de Milú, siempre frustrado en su intento de levantar perritas por la conjura de “machos homosexuales” que lo rodea.

¿Y a quién podría importarle la sexualidad de un personaje de historieta que ya cuenta con ocho décadas? Bueno, al Vaticano, por ejemplo. En su diario oficial, L’Observattore Romano, se contestó la blasfemia: “George Remí, conocido como Hergé, fue miembro de los Boy Scout Católicos y simpatizante del movimiento Christus Rex, surgido en la juventud de Acción Católica. Desde su pincel salió el personaje de un joven reportero del mismo periódico (...) Tintín representa en esas aventuras, un modelo perfecto de comportamiento para la juventud belga”. Es decir: un perfecto comportamiento católico que no se ve mellado por actitudes claramente discriminatorias del blondo periodista –como cuando trató a los habitantes del Congo de “monos con casi ningún cerebro” (al punto que Milú se transformaba en rey de la tribu)– o filonazis –solía exagerar, en tiempos de guerra, su animadversión al comunismo–. Sin embargo, amigos del Vaticano, es difícil refutar al experto Parris: si no, que digan por qué Tintín vive con un hombre mayor –el capitán Haddock– capaz de morir por él y sólo tiene una amiga –oh, casualidad, cantante de ópera– con la que mantiene una relación puramente fraterna. Sólo queda esperar que a esta altura de sus años, Tintín goce de la pensión que Haddock le debe haber legado.

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