Silueta de chico, actitud de chica. El rostro hecho máscara donde apenas se notan los rasgos empalidecidos casi como de geisha, donde toda la tensión se concentra en el poder de la mirada.

Más que el cabello corto son las entradas en la frente y los ángulos marcados del mentón los que denotan masculinidad, que apenas logran equilibrar el eterno gesto femenino de labios entreabiertos tan recurrente en la publicidad.

La camisa masculina se hace capa de nuestro héroe Mercurio electro pop.

Translúcida organza metalizada con estampa maxi raya gangster que levita sobre el cuerpo atrapado por un casi corset de punto con lycra que parece reventar en un profundo escote en V, donde pelo en pecho se confunde en seno.

La apariencia disco-deportiva de la musculosa contrasta con la casi formal de la versión de gabán.

Suma de contrastes entre madera y metal. Pasión y dolor en nostálgica camándula —rosario es lo que como mantra se reza con ella— y cinturón rock fashionizados. Sumados, parecen contener y resguardar una pelvis que en escena se debe agitar.

La silueta fluida del pantalón holgado de satín plata se estrella en tierra con rudas botas de obrero que alguna vez fueron negras, anclando a este casi ángel a la densa tierra.