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Viernes, 27 de febrero de 2009

OUT

Reproches inoxidables

 Por Mariano E. Massone

A los 15 años le dije por primera vez a mi mamá que me gustaban los chicos. Fue después de una pelea familiar. Me encerré en mi pieza y cuando mi mamá vino a consolarme, se lo conté. Ella me respondió: “A los nenes les gustan las nenas, es la naturaleza”.

Como a los nenes les debían gustar las nenas, me preocupé por conseguir una novia. Mientras tanto, mantenía relaciones sexuales a escondidas con mi mejor amigo. Obviamente, los dos éramos muy machos y ninguno se atrevía a poner en palabras lo que nos pasaba. Solamente “jugábamos”, en silencio. Y no fue poco tiempo, fueron tres años (todo el polimodal).

Un día estaba a punto de entrar a clase de teatro con una amiga y decidí contárselo. En el medio de mi confesión, me largué a llorar y ella me abrazó fuerte. Eso me dio fuerzas para hablar de nuevo con mis viejos. Igual seguía sintiendo que estaba haciendo algo malo. Como si mi sexualidad fuese un error, una malformación. Mi amiga me ayudó muchísimo a distenderme con mi sexualidad: hablábamos de chicos, mirábamos actores y modelos. También con ella empecé a comprender esa forma de aceptación que es reírse de uno mismo.

Con mis papás no hablé de mi sexualidad hasta que me enamoré. Recién acababa el secundario, estaba de vacaciones, me invitaron a una fiesta y conocí a un chico. Nos vimos varias veces antes de que pasara algo. Después de seis meses viéndonos, le di mi primer beso. La situación me superó: podía besar y, al mismo tiempo, hablar con la otra persona, compartir charlas sobre el sexo. En fin, relacionarnos de otra manera a la que ya conocía.

Igualmente no lo hablé con mis viejos. No me pareció lo más prudente, o quizá me daba miedo herirlos. Después de estar noches sin poder dormirme, decidí dejarles una carta en la mesita de luz.

Cuando mi mamá la leyó, me vino a decir que ya lo sabía desde que yo había nacido, que a ella no le importaba, que me quería por más que no entienda las decisiones de vida que tomaba. Al mismo tiempo que me decía esto, buscaba a un psicólogo para que me trate y solucione el problema. Mi papá me dio una charla bastante confusa donde lo principal era que no sea una loca y que, por más que sea puto, guardara mi compostura social. El psicólogo, por suerte, me ayudó muchísimo más a comprenderlos a ellos (y a mí) que a hacerme heterosexual.

A veces, cuando nos peleamos con mis padres, surgen frases terribles. Varias veces mi papá me dijo que me quería matar o que era un hijo inservible. Creo que, sin saberlo, reprocha mi sexualidad.

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