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Viernes, 20 de marzo de 2009

¡UFA!

Con amigas así...

Atención, Susana Giménez no sólo vive del exabrupto sino que además tiene propuestas concretas y meditadas: “Yo creo que la vuelta de la ‘colimba’ sería una solución para un montón de chicos de esa edad (adolescentes), que les enseñarían cosas, los sacarían de la calle”. Fue la perla de la semana, un día antes de la marcha contra “la inseguridad” que ella misma había alentado junto a su amiga Moria Casán. No era la primera vez que Su hacía gala de su nostalgia castrense, en plena ebullición de las declaraciones que todavía dan vueltas a raíz del crimen de Gustavo Lanzavechia, quien fuera su florista y sobre quien ella no quería ni escuchar que era gay. “No sé muy bien qué es el toque de queda, pero creo que se podría poner”, había sugerido la diva sin develar quién la asesora –alguien le da letra, vamos, ¿si no por qué ese ir y venir entre la propuesta y el no sé al que suele echar mano?– en el montaje de una operación a la que sin duda, dos semanas después, se puede calificar de exitosa más allá de cuántas personas hayan asistido a la marcha que ella finalmente no encabezó. Exitosa en varios sentidos: si la diva tenía nostalgia por las épocas en que empezó a forjarse su carrera a fuerza de apoyar sus tetas en cualquier lado y hacer mohínes de chica descerebrada, pues bien, algo de esa nostalgia se ha disipado ahora que se siente con impunidad suficiente como mandar a los niños a aprender a los cuarteles y a dormir temprano que se viene el toque de queda. Y exitosa también porque ella, que no quería que se aludiera a la condición gay de su amado florista –“lo vi en Navidad por última vez, pero habló hace poco con mi mucama”, dijo para graficar la cercanía con Lanzavechia– supo taparla bajo el tsunami reaccionario que movilizaron sus amigos y amigas de la farándula. No se habló ni se hablará ya de crimen de odio en este caso. Aunque sí, hay que decirlo, en ciertos medios (revista Noticias, por ejemplo) se sembró la sospecha sobre la víctima, como suele suceder en estos casos, por la posibilidad de que esos dos ladrones hayan entrado en carácter de taxi boys a su casa, como si ésa fuera razón suficiente para merecer la muerte. La diva, incólume y ya excusada de seguir pintando retratos de su amigo –lo más elogioso que dijo fue “vivía para mí”–, sigue montada en el discurso de la seguridad y haciendo propuestas para forjar hombres rudos y de conducta firme como los que se modelan en los cuarteles. Porque ella tendrá un lugar en la comunidad gay –basta revisar blogs, sitios de noticias y otros portales para comprobarlo– más encandilada con el brillo, pero a Su le gustan los machos, los que saben aguantar la tortura de la colimba, el agravio de la cofradía machista y sobreviven para mostrar su buena educación. Y los que no, bueno, que no le vayan a decir a ella que los torturaron, los vejaron o los asesinaron (sí, Su, ha sucedido en estas tierras) porque eran gays, porque de eso ella no quiere ni oír hablar. Ni ella ni sus amigas y defensoras, Moria Casán (reina gay de Córdoba según una parte de la comunidad local) y Carmen Barbieri (reina gay de Mar del Plata con súbditos similares). Es que las tres, dicen, tienen un amigo gay. Al que salvarán de los cuarteles llegado el caso para seguir conservando la corona.

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