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Viernes, 27 de marzo de 2009

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La palabra con V

Un poco ácida, un poco incorrecta, la primera serie lésbica argentina para Internet promete generar culto con una historia romántica en breves capítulos de diez minutos semanales.

Hace tiempo que Ana no tiene sexo. Y lo dice; lo dice con ojitos melancos de rubia buena que cree en el amor. A Ana, en cualquier momento, se le va a encender un corazón rojo en medio del pecho de pura pasión romántica, y como tal, casi imposible. Ana no espera un príncipe azul, sencillamente porque ya se topó con su princesa, tan rubia como ella, tal vez un poco más etérea todavía; liviana como las galletitas de agua en las propagandas.

Pato es amiga de Ana. Tiene un cuerpo capaz de dejar huellas en el cemento y jura que jamás se pondría una pollera, aun cuando alguna circunstancia le exija, por prescripción médica, airear las partes pudendas para curarlas de los maleficios de una chica mala.

La chica mala, justamente, está siempre bajo el brazo de Pato. No es una metáfora. Cada vez que Pato la abraza pareciera que va a perderse entre la teta y la axila. Y eso que Mara no es exactamente pequeña; lo es en comparación. Digamos que tampoco es mala, sólo es posesiva, manipuladora, caprichosa, exigente y bipolar: pasa del amor al odio con el solo enunciado de una promesa que sabe que no van a cumplir por ella. Aun así, Mara y Pato, peléandose, gritándose, reclamándose, son una pareja bien constituida de dos meses de antigüedad que ya comparte cama, baño y techo. “Es que así son las tortas”, dice el más gay de los amigos de las chicas de Plan V –la primera serie les producida en la Argentina para Internet–. “Se conocen y se van a vivir juntas”, como final de un decálogo de lugares comunes sobre la lesbiandad que sirven para que Ana, en una conversación de pasillo, le retruque con otra sarta de lugares comunes sobre los gays de la que ambos pueden reírse. Mejor así, una vez saltada la corrección política –los dos se acusan de prejuiciosos por suponer que todas las tortas usan pantalones largos, el pelo corto, tienen las caderas sobredimensionadas y forman ocho parejas entre cuatro mujeres, por ejemplo– se puede caminar sobre ella sin temor a que se aje, o mejor, con ganas de arruinar un poco ese estofado de lo que se debe y no se debe decir. Es que esta irreverencia –tal vez un poco amontonada en los primeros capítulos, como si hubiera que cumplir con la letra chica del contrato– es tan saludable en esta serie con capítulos de diez minutos, como tomarse un vaso de agua a la mañana. Sólo así es posible repasar los estereotipos que encarna cada una –falta nombrar a Florencia, especie de femme fatale capaz de “comerse varios pajaritos” en la misma noche– y largar la carcajada cómplice que reconoce que algo de eso hay.

Pero Plan V es, sobre todo, una comedia romántica que se estructura en torno de Ana y su princesa, Laura, a quien se topa en un subte para darse cuenta esa misma noche de que es la novia de su hermano. ¡Horror! ¿Horror? Si no hubiera sido por eso, las chicas no hubieran vuelto a encontrarse y sin embargo ahora tienen la ventaja de compartir la misma cama –Ana y su hermano viven juntos– por una complicación doméstica y de coquetear un poco histéricamente con la buena excusa del vínculo filial, poniendo un límite.

Plan V, por la variedad de atajos que las amigas buscarán para unir a la pareja de blondas protagonistas; y Plan V, por v de vagina, se supone que la comedia traerá algo más de agua para la sed de sexo que pueden despertar los primeros capítulos. ¿Pero qué clase de telenovela puede poner toda la carne al asador desde el principio? Hay una promesa en las cuatro primeras entregas que no tiene por qué dejar de cumplirse: nada puede fallar en el rotundo personaje de Pato de Maruja Bustamante –también directora de la serie con Lorena Romanin–, que por más de una razón ocupa toda la pantalla, ni en las actuaciones prolijas de Sofía Wilhelmi –a la vez guionista– y de Diego Gentili. Da un poco de ansiedad, es cierto, que los capítulos duren sólo diez minutos y que haya que esperar toda la semana para ver el siguiente. Pero ésas son las delicias de Internet y las posibilidades de una producción independiente que un grupo de amigas fantaseó y puso en acto con cámaras y locaciones propias. Y aunque el marketing anuncie en la web el “estreno mundial” para esta semana, la misma Maruja Bustamante se ocupa de aclarar: “Una serie como The L Word es entrada, plato y postre. Plan V es una golosina, pero con gusto argentino”. Y eso, en un país donde las lesbianas apenas aparecen en alguna marcha, es algo para empezar a saborear.

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Plan V se puede seguir en planvlaserie.com.ar y mixplay.tv y actualiza los domingos. El primer capitulo se estrena el sabado 28, a las 22, en Casa Brandon, Drago 236 (entrada 10 pesos).
 
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