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Viernes, 17 de abril de 2009

A LA VISTA

Anal Ego

Mezcla de autobiografía y revisión irreverente de un supuesto mito griego, La proctomaquia, el libro de Wenceslao Maldonado, se anota, siguiendo una recomendación de Julio Cortázar, en la misión de liberar el ano en pos de la madurez literaria.

 Por Diego Trerotola

En Ultimo round, un libro collage post-Mayo Francés escrito con ánimo de barricadas, Cortázar estampa algunos graffiti provocadores à la mode para intentar cuestionar el estado de la literatura, especialmente la versión del boom latinoamericano de fines de los ’60. Como aquel graffiti parisino que decía “Inventen nuevas perversiones sexuales (¡Yo no puedo más!)”, el orgullosamente afrancesado escritor argentino trató de incentivar una expansión del erotismo en las letras latinoamericanas cuando escribía: “Alguien bien informado en general me dijo que los supositorios como agentes terapéuticos producen marcada incomodidad en muchos latinoamericanos. Un mexicano lo confirmó hace poco al admitir que la medicación por vía rectal lo humillaba aunque nadie tuviera que intervenir personalmente para administrársela. Ríase, compañero, pero Europa tiene el ano más liberado que usted y eso cuenta en una madurez literaria”. Aunque, a pesar de la ironía, se lo podría tildar de eurocentrista, Cortázar tenía algo de razón: en cuestiones de culocracia y madurez literaria, el Viejo Continente lleva las de ganar. Y para confirmarlo una vez más, está este libro de La Proctomaquia o El cantar de los culos de Wenceslao Maldonado, recientemente publicado por la novísima editorial El Simposio, que rescata un supuesto poema épico griego sobre el supuesto enfrentamiento entre Apolo, Ares y Dioniso para ver quién de los tres tenía el mejor culo. Si la cultura occidental les debía algo a los europeos, ahora se lo debe más: el mito del culo supuestamente también lo inventaron ellos.

Y la escritura poética de Wenceslao Maldonado importa esa literatura de culo relajado, reconvertida por la mística del politeísmo grecolatino que se desparrama en su obra como “un lenguaje, una red de símbolos”, según su referente en este sentido, Marguerite Yourcenar. Maldonado, en una mezcla de autobiografía y cultura griega, en su poemario más famoso, Si cortarle la cabeza a la Gorgona, reescribió la lucha de Perseo contra la Medusa, como alegoría donde, con traje de héroe, le corta la cabeza a la tradición heterosexista que lo maleducó en una concepción reducida de la cultura y el deseo. Pero ahora Maldonado redobla la apuesta y con este poema épico-paródico La Proctomaquia hace que cada vez se amplíe más el reducido núcleo de la educación por los mitos. En realidad, acá la reescritura del mito se extiende hasta volverse distorsión festiva y apócrifa: éste es el libro de un falsario sonriente. La Proctomaquia es un juego de espejos donde se duplican incontables las cabezas de las Medusas hasta volverse irreconocibles: el libro es un poema épico de Aristón de Mitilene encontrado por el arqueólogo Bally Cock y conservado por su secretario Jean-Claude Sevigny, traducido por José Luis Abreu Villalonga y retocado y prologado por un tal Horacio Argüello. Maldonado, entonces, crea una saga poblada de una red de nombres falsos, de supuestos alter egos, que retardaron la revelación de una zona importante de la poesía épica: el mito del dios culo. Como una historia falsa que revela el verdadero silencio censor de la cultura occidental, como una saga que destrama las lecturas sesgadas y pacatas que la modernidad hizo de la cultura clásica, ahora Maldonado desanda el camino para ir a la fuente de los buenos placeres escatológicos con un movimiento donde la palabra se despliega como gesto camp tanto como poéticamente anal. Como decía Batato Barea, quizás el máximo poeta anal del siglo XX: “Por eso la lengua revela lo que el corazón ignora, lo que el culo esconde”.

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