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Viernes, 12 de agosto de 2016

¿Qué voy a hacer cuando sea grande?

Soy hizo una encuesta informal entre sus lectores, varones gay, cis, entre 20 y 40 años, preguntando cómo se imaginan su propia vejez, cómo perciben a los gays mayores de hoy comparados con los de otras épocas y si se sienten atraídos por ellos.

“La vejez gay no se imagina. Es un tabú, un lugar del monstruo” (Darío, 25). “A veces me visualizo como un patriarca contándoles a los jóvenes de cuando ser gay, lesbiana y trans significaba vivir con miedo. Que mi voz y mi Alzheimer sean un recuerdo y una anécdota para las juventudes sin esos problemas. Me imagino en algún geriátrico friendly con toda la fauna” (Nicolás, 24). “Imagino para mí en un futuro lejano una nueva propuesta que escape al deprimente geriátrico. No creo que se escape de la nostalgia. Pero seguro tendrá otro color con música pop, disco y house” (Nacho, 28). “Mi vejez la imagino activa y feliz. Activa porque seguiré trabajando. Me parece que el viejo gay tiende menos al encierro y se da la posibilidad de salir más a bailar, cenar con amigos, viajar, fumarse un porro antes del sedentarismo.” (David, 38).

Ante la pregunta sobre cómo ven a la vejez gay de hoy y de ayer, respondieron: “A los viejos los veo bastante excluidos del sistema y de los medios. Y del arte. Ni hablar de los gays. Ni hablar en provincia. Tenemos varios artistas de edad avanzada que son mediáticos pero no hablan de sexualidad o su experiencia. O los declarados son los que terminan estigmatizados de under...” (David, 38). “Algunos están muy liberados y otros muy intimidados por la dictadura juvenil que pretende que todos nos quedemos en unos 25 años eternos. Es entendible, es un bombardeo masivo que impone algo que no se puede mantener siempre” (Juan Pablo, 35). “Los veo con más chances de relacionarse social y sexualmente con gays de distintas edades, pero no necesariamente con más facilidades de vincularse afectivamente” (Mariano, 27). “Los gay estamos más preparados para envejecer. Puntualmente, yo lo atribuyo al desapego, a la tranquilidad para encarar relaciones, para entender la vida en soledad” (Federico, 25). Todos los encuestados coinciden en que los tiempos pasados fueron peores: “tengo cero mirada romántica del pasado. Hoy tenemos muchísimo mejores perfectivas para nuestra vejez en comparación a los viejos de antes, tengo la imagen de un tío abuelo que nunca asumió, para con nosotros, su sexualidad. La vivía en oscuridad y solo yo supe e inferí que era gay por unas revistas porno que encontré en su casa una vez. Amén de otros factores. Recuerdo que falleció con un gran sentimiento de indignación y frustración” (Luciano, 25). Para muchos el crecimiento de la cultura osuna fue fundamental para abrir el juego: “A los viejos de hoy los veo más lanzados, menos cohibidos, con una mayor aceptación de sí mismos que años atrás con respecto al paso del tiempo y al propio cuerpo. El ambiente osuno valora muy positivamente el cuerpo adulto, las panzas, los pelos canosos, y eso levantó mucho la autoestima de los maduros” (Jaime, 34)

A la pregunta de si estarían con un hombre maduro algunas respuestas fueron: “No sé por qué mis gustos son estos y hasta desearía que mi rango fuera más amplio y no tan limitado, pero sólo me gustan mayores o alrededor de 50. Desde lo corporal, me resultan atractivos los cuerpos maduros, grandotes, y desde lo intelectual/espiritual, me resulta más interesante un hombre con experiencia y mucho tránsito por la vida que un joven que lo está descubriendo todo” (Jaime, 34). “Claro que estaría con un viejo. A careta quitada diría que me gustan por el típico morbo ‘padre hijo’ y demás ‘perversiones’ que una diferencia de edad tan grande conlleva” (Alejandro, 28). “¿De qué hablamos cuando hablamos de viejos? La expectativa de vida, la tecnología, la cultura toda ha generado posibilidades para que nadie sea necesariamente viejo después de los 50. Diría que yo en mis veintipico con muchos amigos mayores de 50, no tengo relación con ‘viejos’. Las personas adultas que frecuento tienen una actitud jovial, logrando escapar victoriosos de esa categoría” (Nacho, 28). “Catalogar por edad (entre tantas otras categorías fascistas que hay en la putez) me parece bastante desagradable. En vez de tantos no, los perfiles y personas podrían ser más receptivas y permitirse sorprender. Quizás no haya garche, pero siempre puede haber algo” (Lucas, 25). “Ser mayor de 50 es solo una de tantas particularidades. Me gusta el afecto, la inteligencia, que me pregunten cómo estoy, que me recuerden si me quieren. Hay mayores de 50 que reúnen lo que me gusta. Claro que estaría con uno” (Leandro, 32). “Lo lamento. Todo bien con la teoría y la inclusión pero no todos podemos separar nuestros deseos de lo que el mercado nos induce a que percibamos como sexualmente atractivo. Veo muy difícil estar con un viejo. ¡A no ser que se trate de un tremendo viehot!” (Juan, 23).

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