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Domingo, 8 de abril de 2007

CIUDAD DE BUENOS AIRES > ARTE, ARQUITECTURA Y LITERATURA

El Divino Barolo

Para comprender el estilo arquitectónico del Palacio Barolo es necesario tener un mínimo conocimiento de La Divina Comedia: su diseño está basado en la simbología de la obra de Dante Alighieri. De círculo en círculo, un recorrido por el magnífico edificio de la Avenida de Mayo, una traducción en hormigón armado de los dantescos Infierno, Purgatorio y Paraíso.

 Por Leonardo Larini

Desde los diminutos balcones de la cúpula del Palacio Barolo, a casi 100 metros de altura, Buenos Aires aparece insólitamente calma y silenciosa. Hacia el lado izquierdo, una perfecta postal que comienza con un magnífico perfil del edificio La Inmobiliaria, continúa con histórica plaza y concluye con el elegante Congreso Nacional; hacia el otro lado, en diagonal, una imagen inconcebible: la parte superior del Obelisco en el mismo plano que el Río de la Plata y, en los alrededores, cientos de altillos, edificios y otras cúpulas prácticamente desconocidos en la cotidianeidad del transeúnte. Abajo, el tránsito por Avenida de Mayo y su continuación por Rivadavia aparece lento y prolijo, tan ordenado que a uno le cuesta entender que, en realidad, sea todo lo contrario.

Pero todavía faltan unos metros para llegar al nivel máximo: después de ascender por angostas y misteriosas escaleras de mármol se ingresa al cubículo donde está instalado el faro que se enciende por las noches. Desde allí, la vista panorámica –en 360 grados– es sencillamente deslumbrante. Ahí está pues, tan eterna como el agua y el aire, la inabarcable Buenos Aires, latiendo entre las sombras ocres de un otoñal atardecer.

PRIMEROS TIEMPOS Iniciada su construcción en 1919 e inaugurado el 7 de junio de 1923, el edificio fue proyectado por Luis Barolo, un poderoso productor agropecuario italiano que había llegado al país en 1890 e instalado las primeras hilanderías de lana peinada de Argentina, además de ser el factótum de los primeros cultivos de algodón en el Chaco. Después de la Primera Guerra Mundial, el empresario –al igual que muchos otros europeos radicados aquí– tenía el presentimiento de que el Viejo Continente sufriría muchos otros conflictos bélicos que, en poco tiempo, lo llevarían a su desaparición. Por tal motivo, con el fin de conservar los estilos arquitectónicos europeos, y a la vez con el desmedido deseo de proteger para siempre los restos de su admirado Dante Alighieri, decidió construir un edificio inspirado en La Divina Comedia.

Barolo encargó la obra al arquitecto Mario Palanti, quien había llegado a la Argentina en 1909 para realizar, junto a Francisco Gianotti, la construcción del pabellón italiano para la exposición del centenario de la Revolución de Mayo. El arquitecto –estudioso también de La Divina Comedia– trabajó en el terreno ubicado en Avenida de Mayo 1370 (con salida a Hipólito Yrigoyen), entre las actuales Santiago del Estero y San José. Una vez concluido, con 24 plantas –22 pisos y 2 subsuelos–, y precisos 100 metros de altura, el Barolo fue en 1923 el edificio más alto del país y de Latinoamérica, y uno de los de mayor altura del mundo hecho en hormigón armado.

Su estilo es difícil de ser incluido en una escuela o tendencia puntual, más bien representa un sutil intento de conjugar distintas tradiciones arquitectónicas europeas como el neogótico y el neorrománico, fusionado con modernas técnicas de origen estadounidense y rasgos de carácter rioplatense. En tanto, la cúpula está inspirada en el templo Rajarani Bhubaneshvar de la India (siglo XII), para representar el amor tántrico entre Dante y su amada Beatrice. En sus primeros tiempos, el palacio provocó cierta perplejidad entre los habitantes porteños y los círculos de arquitectos; su estilo fue descripto como “remordimiento italiano”, “gótico romántico”, “cuasi gótico veneciano” y hasta “castillo de arena”. Las escaleras tienen 1410 peldaños revestidos con mármol de Carrara y están decoradas con delicados herrajes, lámparas, vitraux y molduras, en tanto que las paredes y columnas fueron cubiertas por granito.

Los ascensores, por su parte, son un espectáculo aparte. Pertenecen a esa raza que ya no se ve en Buenos Aires, o se ve poco y nada: aristocráticos, amplios, señoriales; con madera de la buena y excepcionales detalles en bronce.

MISTICA Y ARQUITECTURA Llegado a este punto, es necesario tener al menos un mínimo conocimiento de La Divina Comedia para comprender la idea arquitectónica del Palacio Barolo: su diseño está basado en la simbología de la obra de Dante Alighieri. La división en tres partes del palacio es la misma que la de la obra: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Asimismo, las nueve bóvedas de acceso representan los nueve pasos de iniciación y las nueve jerarquías infernales, y el faro representa los nueve coros angelicales. Y he aquí un pequeño gran detalle: sobre el faro está la constelación de la Cruz del Sur, que se ve alineada con el eje del edificio en los primeros días de junio, más precisamente a las 19.45 horas.

Los cuidados detalles caracterizan este proyecto. Cada una de las seis bóvedas ubicadas transversalmente, así como las dos laterales, contiene catorce citas en latín que pertenecen en total a nueve obras distintas, manteniendo así el número que se repite a lo largo de La Divina Comedia. Algunas de ellas pertenecen a Virgilio, otras a escrituras bíblicas: “homines quam maxime homines” (“que los seres humanos sean lo mejor posible”), “ars, homo additus naturae” (“el arte es el ser humano agregado a la naturaleza”), “operis peracti nullus strictor iudex autore” (“ningún juez más justo que el autor de la obra”).

Asimismo, sobre las columnas hay cuatro lámparas sostenidas por cuatro cóndores y dos dragones, un macho y una hembra, que representan los principios alquímicos, el mercurio y el azufre, y sus atributos.

La bóveda central se encuentra sobre un punto de bronce en la que se ubicaba, originalmente, la estatua de un cóndor con el cuerpo del Dante elevándolo al Paraíso. Los pisos superiores y la cúpula simbolizan los siete niveles del Purgatorio.

FAROS ENTRE DOS ORILLAS Uno de los objetivos del arquitecto Palanti era enmarcar lumínicamente el acceso a la desembocadura del Río de la Plata, como bienvenida a los visitantes extranjeros que llegaban en barco desde el Atlántico. Y por eso decidió construir el gemelo Palacio Salvo en Montevideo, sobre la Avda. 18 de Julio de la capital uruguaya. En ambos edificios se erguían robustas cúpulas que soportaban los faros de 300.000 bujías, gracias a los cuales se podrían emitir mensajes mediante luces de colores. Tal función se cumplió en 1923 con motivo de la legendaria pelea de boxeo entre Luis Angel Firpo y Jack Dempsey, que se realizó en el Madison Square Garden de Nueva York. Cuando Firpo sacó fuera del ring a Dempsey, el faro del Barolo se encendió con luz verde, el color elegido para anunciar el triunfo del argentino. Pero como el estadounidense permaneció 19 segundos fuera del ring –de forma no reglamentaria– y al retornar noqueó a Firpo, el faro proyectó entonces una luz blanca que, en realidad, oscureció aún más la noche porque significaba la derrota.

NELL MEZZO DEL CAMIN... El cronista, a quien el destino le asignó su actual domicilio a 50 metros del Palacio Barolo, cruza todos los días el pasaje de la planta baja, saliendo o entrando por Avda. de Mayo o Hipólito Yrigoyen. Y aunque se trate ya de una simple rutina, cada vez que lo atraviesa no puede dejar de asombrarse ante la excelsa belleza de los interiores ni dejar de levantar la vista hacia lo más alto en el punto central, ni seguir de largo sin detener la vista unos segundos en los ascensores. Es el mismo asombro que le causó ver, en una histórica oficina del edificio que hoy es una especie de pequeño museo, una simple lamparita de luz –aunque de mayor tamaño que las actuales– que tenía impresas en el vidrio, en perfecto dorado, las palabras “Palacio Barolo”. Y es que, además de tener usina propia en sus orígenes, el edificio tenía también sus propias lamparitas, fabricadas especialmente para su iluminación.

Actualmente, el edificio Barolo alberga 400 oficinas y la recientemente inaugurada confitería que lleva el mismo nombre. Recreada a imagen y semejanza de la original, es el sitio ideal para tomar un café, almorzar o cenar, y acomodar en la mente la experiencia de conocer el alegórico origen literario de este Monumento Histórico Nacional.

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