turismo

Domingo, 1 de septiembre de 2002

PERU EXCURSIóN A LA SELVA SUR

Aventuras en la Amazonia

Crónica de un viaje a la Selva Sur, la más despoblada y virgen de Perú, donde se encuentran el Parque Nacional del Manu (declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco) y la Zona Reservada Tambopata-Candamo, con una red de albergues o lodges increíblemente confortables en el medio de la espesura. Desde allí, la aventura de una excursión por las venas de la Amazonia peruana.

Texto y fotos:
Florencia Podestá


Quienes al decir Perú imaginan sólo Andes y altiplanos serán los primeros sorprendidos por la increíble variedad de paisajes que hacen a este país. Unos de los más impresionantes es el gigantesco territorio de selva amazónica que contiene al Manu, en donde viven más especies de animales y plantas que en ninguna otra región del mundo.

LEYENDAS DE LA AMAZONIA El antropólogo mexicano Fernando Benítez describe a la selva como ese gran ser de vida caótica y desenfrenada, en la que los hombres deben buscar significados para no volverse locos. Tal vez éste es el origen de las tantas leyendas que intentan domesticar los misterios de la selva y sus fuerzas irracionales de vida y muerte. Por eso hay tantas Amazonias como hombres que la imaginan. Para los tupí-guaraníes, una de las civilizaciones amazónicas prehispánicas, la Amazonia guarda el secreto de la “Tierra sin Mal”, un paraíso primordial que fue sacado por los hombres de su armonía perfecta. Para los arqueólogos y aventureros, Amazonia es el laberinto vivo en el que se esconde Paititi, la Ciudad Perdida, El Dorado: el sitio hacia donde los últimos incas habrían huido –con todo su oro– para formar un nuevo Estado (así, muchos de los exploradores fanáticos se internaron en áreas no mapeadas de la selva y nunca regresaron). Para el cineasta alemán Werner Herzog, la Amazonia es reveladora de las profundidades –y abismos– del espíritu humano; allí rodó sus famosos films Aguirre, la ira de Dios y Fitzcarraldo.

HACIA LA SELVA SUR La cuenca amazónica cubre una superficie de más de 5 millones de km2, un área casi tan grande como los Estados Unidos; de ella, el sector peruano (60 por ciento del territorio nacional) es el que ofrece las mejores posibilidades de avistaje de vida silvestre. La Selva Sur, que comprende la cuenca del río Madre de Dios y queda muy cerca de Cuzco, es la más despoblada y virgen de Perú. Seguramente por eso alberga a más especies de animales y plantas que ninguna otra región del mundo. Aquí se encuentran el Parque Nacional del Manu (declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco) y la Zona Reservada Tambopata-Candamo, con una red de albergues o lodges increíblemente confortables en el medio de la espesura. Desde allí navegaremos por las venas de la Amazonia.
Partimos en avión desde Lima, ciudad capital, hacia la selva. Después de sobrevolar el paisaje accidentado de los Andes, la tierra cambia drásticamente. Un río amarronado y lleno de vueltas introduce la variación en lo que de otra manera sería un paisaje sin puntos de referencia, infinito: una llanura de selva verde desplegada hasta el horizonte.

EN EL ULTIMO CONFIN El avión aterriza en el pequeño aeropuerto de Puerto Maldonado, una ciudad con el rol de “último confín”. Nadie debe aventurarse solo en la selva, advierte César Vega, el guía local que nos conducirá hasta el lodge en la orilla del lago Sandoval.
En el embarcadero subimos a la lancha de madera que nos llevará por el río Tambopata. Los pescadores en sus “peque peque”, lanchas esculpidas por artesanos en una sola pieza de madera, se dejan flotar a la deriva junto a nosotros. Mientras tanto, César responde miles de preguntas de los viajeros acerca de los animales que se pueden ver por aquí: el más espectacular sin duda es el jaguar, el hermoso –y enorme– gato de piel manchada y apariciones fugaces. No es el único felino; también existen especies más pequeñas como el puma, el marguey y el ocelote. Hay víboras como para alarmar a los alarmistas: shushupe, jergón, bamba y la gigantesca anaconda. César nombra en inglés a muchas de las especies y esto, según nos explica, es por dos motivos: el más obvio es que la mayoría de los turistas es de origen europeo o norteamericano, y el otro motivo es que también los biólogos que instruyeron a César hablaban inglés. Por otra parte, dice nuestro guía, “los nombres en español son nombres locales... entonces no sirve aprenderlos porque en cada sitio al animal lo llaman de otra forma”. La lancha nos deja en un canal muy angosto donde nos esperan unas canoas. Mientras avanzamos a remo, en silencio, las aguas calmas y oscuras del lago reflejan la selva como un espejo impecable bajo el sol. Algunos tienen la idea de quebrar esa quietud con un chapuzón (el calor lo merece), pero lo piensan tres veces cuando César habla de pirañas y rayas. Sin embargo, para tranquilidad de todos, “sólo atacan cuando hay sangre”. El lodge se nos aparece como un oasis de sombra fresca y humanidad. Pero lo que termina de conquistarnos por completo es el comedor, con su hilera de hamacas dispuestas estratégicamente frente al ventanal (sin vidrio, por supuesto) que da a la selva y al lago; allá vamos.

GUACAMAYOS Y CAIMANES Dos o tres días en el lago Sandoval permiten diversas salidas en catamarán (impulsado a remo, aquí no hay motores) para observar fauna. La observación de aves pide mucho silencio y salir ni bien amanece,que es cuando hay mayor actividad. En la niebla matinal, los guacamayos azul y amarillo o los de vientre rojo alborotan sobre las palmeras; los shanshos despliegan su plumaje colorido en vuelos cortos y tímidos. En otro sector de la laguna veremos algunas de las muchas especies de monos que habitan la región.
Otra exploración muy interesante es la observación de caimanes, que implica una navegación nocturna. Nuestros guías Alex y César llevan linternas potentes que barren las orillas. Cuando aparecen dos destellos amarillos, el barrido se detiene: son los ojos de un caimán. Tan encandilado está que no percibe que nos acercamos. Pero además de los caimanes, la laguna en sí nos conmueve. No hay luna y todas las estrellas se reflejan en el agua; nuestra pequeña balsa navega entre dos cielos.
Al regresar al lodge se oye el grito distante de los monos aulladores, un rugido profundo que puede llegar a poner los pelos de punta cuando está muy cerca.
En el comedor siempre espera una muy buena comida casera, llena de imaginación. Uno de los platos típicos de la selva son los “Juanes”: pollo con arroz, azafrán, pasas y huevo, todo envuelto y cocido dentro de una enorme hoja de heliconia o bijau. Vaya a saber por qué razón este envoltorio representa la cabeza de San Juan, y de allí el nombre.
“LODGES”

EN LA SELVA Existen otros lodges aun más adentro de la selva con enormes posibilidades de trekking y guiadas científicas, incluyendo el Manu Wildife Center, el mejor sitio en toda la Amazonia en cuanto a vida silvestre. Aquí, además de una increíble cantidad de animales (diez especies de monos, tapires, aves exóticas, osos hormigueros, felinos, etc.), se encuentra la famosa Collpa de Guacamayos, un espectáculo único de cientos de guacamayos multicolores que lamen una pared de arcilla junto al río “por cuestiones digestivas”, según nos dice Alex. Otro de los lodges más interesantes es el Cock-of-the-Rock, ubicado en la espectacular selva nubosa de las montañas del Manu, a 1500 metros. Es bueno saber que la propiedad de estos lodges está repartida entre comunidades nativas y dos ONG proteccionistas y científicas sin fines de lucro, Selva Sur y Perú Verde, que usan el dinero recaudado para fines de conservación; por ejemplo, se compran tierras de selva para crear nuevas áreas protegidas y dar títulos de propiedad a los nativos.
De vuelta en la “civilización”, Puerto Maldonado nos sorprende con un mercado callejero muy animado. Como todo pueblo, éste tiene sus tres locos. “Uno golpea postes con un palo”, cuenta César; “El otro se cree Jesús y habla con la gente”. ¿Y el tercero? “Muestra el miembro”, dice César con una sonrisa. Y en diez minutos –señal de ciudad chica– nos cruzamos con los tres. No sólo hay cuentos de la selva.

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Rojo atardecer en el escenario amazónico de “Aguirre, la ira de Dios”.
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