turismo

Domingo, 26 de agosto de 2007

ANIVERSARIOS A TREINTA AñOS DE LA MUERTE DEL “REY DEL ROCK”

Elvis for ever

Memphis y Graceland en particular conmemoran este año el 30º aniversario de la muerte de Elvis Presley. Una ocasión para volver sobre los pasos del mítico “rey del rock” y las casas donde vivió, con museos, exposiciones y conciertos.

 Por Graciela Cutuli

Según la leyenda, Elvis no está muerto. Dice el mito que el rey del rock está disfrazado como uno de sus muchos “clones” para pasar desapercibido, que fue avistado –como si se tratara de un ovni– en los más remotos lugares del mundo, y hasta una bizarra versión asegura que se encuentra en la Argentina... Cosas más raras se han visto, pero mientras tanto los miles de fans huérfanos desde 1977 tienen un lugar en el mundo donde peregrinar: Memphis, Tennessee, donde comenzó la leyenda, y donde este año se concentran los homenajes por los treinta años de la muerte (versión oficial dixit) del gran Elvis Presley. Sin duda, hasta los viajeros con la capacidad de asombro moderada por la experiencia encontrarán en Memphis motivos para hacer del viaje un auténtico descenso a las raíces del rock, en una suerte de emotivo álbum que atestigua la supervivencia del ídolo. Y también la enorme maquinaria publicitaria, de marketing y comunicación que, tres décadas después, mantiene vivo a Elvis... dondequiera que esté.

En la cumbre de su fama, Elvis tuvo que ponerse el uniforme militar.

En el principio fue Tupelo

Leonard Bernstein, a quien sería difícil acusar de lagunas musicales, aseguró que “Elvis es la mayor fuerza cultural en el siglo XX. El introdujo el ritmo en todo, la música, el lenguaje, la ropa, es una revolución social totalmente nueva... Los ‘60 vienen de él”.

Los ‘60, entonces, vienen de una oscura localidad de Mississippi, Tupelo, donde Elvis Aaron Presley nació el 8 de enero de 1935. Gracias a su magia, Tupelo hoy es una “All America City” engarzada en las colinas del noreste de Mississippi, desbordante de atracciones a la americana y el primer lugar hacia donde dirigir los pasos cuando el objetivo es conocer la casa natal de Elvis Presley. Los visitantes son recibidos por la estatua de un Elvis adolescente de sólo 13 años, la edad en que dejó Tupelo para mudarse junto a su familia a Memphis. Sobre todo en agosto, cuando se organiza el Fan Appreciation Day, pero en realidad buena parte del año largas filas se forman frente a la entrada de la casa, construida a principios de los años ‘30 por Vernon Presley: en un alarde de memorabilia, se conserva en el museo el martillo con el que el padre de Elvis levantó la puerta interior de la modesta construcción...

Graceland. Es la segunda residencia privada más visitada de Estados Unidos después de la Casa Blanca. Elvis Presley Enterprises, Inc.

Cuando Elvis tenía dos años y medio su padre perdió la casa, por falta de pago, y la familia se mudó con los abuelos del niño, a la casa de al lado. Sería la primera de varias mudanzas, hasta la definitiva que los llevó a Memphis en busca de mejores horizontes. Los muebles de la casa actual de Tupelo, ubicada en el mismo lugar de la original y con lo principal de la estructura básica conservada, no son los originales, pero sí están ubicados en los mismos lugares que cuando aquí vivía la familia. Se visita también un jardín conmemorativo, que incluye un “walk of life” (un itinerario de 42 bloques de granito en representación de cada año de la vida de Elvis), una “fountain of life” que simboliza la importancia de sus años en Tupelo, y un Plymouth verde modelo ‘39, como el que tenían los Presley cuando dejaron definitivamente el lugar.

Tupelo también invita a visitar el museo dedicado a Elvis, formado sobre todo gracias a la colección personal de una amiga de la familia, el Tupelo Hardware, el negocio donde la madre de Elvis le compró su primera guitarra, y las escuelas donde estudió el embrión de “rey del rock” durante sus primeros años.

Numerosos clubes de blues y restaurantes en la musical Beale Street de Memphis. Oficinas de turismo de Tupelo y Memphis

Graceland, la apoteosis y el final

Los años siguientes, los de Memphis, serían los que consolidaron su formación musical y su aproximación magistral a la música negra: en menos de una década, Elvis era ídolo de multitudes y había desatado una inédita “elvismanía”, la primera de las posteriormente recurrentes “beatle/rolling/abba-manías” suscitadas por las estrellas de rock y pop.

En el 3734 del Elvis Presley Boulevard, al sur del centro de Memphis, se levanta Graceland, el nombre de la extensa propiedad, con mansión incluida, que perteneció al músico. Desde 1991 fue incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos.

Elvis compró la casa en busca de privacidad, algo difícil de lograr cuando miles de adolescentes le seguían cada paso prácticamente las 24 horas, en el apogeo de su fama. El nombre ya estaba puesto: era un homenaje a Grace, la hija de S. E. Toof, primer dueño de la mansión y editor del diario Memphis Daily Appeal. Construida para ser imponente, Graceland conserva su espíritu, repartido en 23 habitaciones, a las que se accede por un pórtico corintio custodiado por leones. Cuando se mudó, Elvis hizo varias modificaciones: una de ellas fue la creación de los Meditation Gardens, el lugar donde hoy están sepultados él y sus padres. Para el “rey del rock”, la casa fue más que una casa: fue un refugio, un modo de vida, un lugar en el mundo modelado según sus gustos y caprichos, pero hecho también para recibir a sus familiares y amigos sin restricciones. Se dice incluso que, cuando salía de gira, hacía modificar las habitaciones de los hoteles para que fueran lo más parecidas posible a Graceland.

Sun Studio, en Memphis. Aquí grabó el joven Elvis a comienzos de la década del ’50. Oficinas de turismo de Tupelo y Memphis

Desde la muerte de Elvis en la propia casa, el 16 de agosto de 1977, y su apertura al público cinco años después, Graceland es el centro de la perdurable “elvismanía” mundial. Es la segunda residencia privada más visitada de Estados Unidos después de la Casa Blanca, y la única –salvo nuevamente las moradas de los presidentes norteamericanos– en haber sido visitada por un mandatario extranjero en ejercicio: nada menos que el ex premier japonés Junichiro Koizumi, un declarado admirador de Elvis.

La visita a Graceland es, claro, casi una experiencia religiosa. Se accede mediante un audio-tour de 90 minutos, que incluye relatos de Lisa Marie Presley y la voz del músico, y permite recorrer el piso inferior de la casa: el superior –prácticamente intacto desde la muerte de Elvis– no está abierto a las visitas, sobre todo porque allí está el baño donde se produjo la confusa muerte del ídolo. La visita de la mansión principal termina en la tumba del músico, punto final de una historia de apoteosis y tragedia, hecha de una fama sin fronteras, pero también de gran soledad en el éxito.

Dentro de la extensa finca se visitan también en dos edificios separados la colección de autos de Elvis y sus aviones, el “Lisa Marie” y el “Hound Dog II”. Sin olvidar su impresionante colección de trofeos, con la sucesión de premios, trajes de escena, fotos, filmaciones, joyas, discos de oro y de platino que el músico recibió a lo largo de su carrera. El público que llega es variopinto: grupos de estudiantes, admiradores de los más remotos lugares del mundo, parejas decididas a casarse –con traje de Elvis incluido– en la capilla de Graceland, clones y músicos. No son pocos los que homenajean al “rey del rock” con sus composiciones, pero pocos tan explícitos como Paul Simon: “In Graceland, in Graceland / I’m going to Graceland / For reasons I cannot explain / There’s some part of me wants to see Graceland”. Otros miles de homenajes anónimos pueden verse en las paredes que rodean la finca, dejados por los visitantes que año tras año se acercaron al lugar ya desde los años ‘60, en busca de divisar a Elvis y después, tal vez, a su fantasma.

La modesta casa natal de Elvis, en Tupelo, recibe permanentemente a sus fans. Oficinas de turismo de Tupelo y Memphis

Algo mas que corazones solitarios

Cerca de Graceland se encuentra el Elvis Presley’s Heartbreak Hotel, un “hotel boutique” que durante las 24 horas exhibe películas de Elvis y es el lugar preferido por quienes quieren completar la visita a la casa de su ídolo con una estadía en el hotel que homenajea una de sus más célebres canciones. Por otra parte, la visita a Memphis en clave “elvismanía” no estaría completa sin una visita a Beale Street, un emblema de los bajos fondos por los años ‘20, donde proliferaban la bebida, la prostitución, los clubes nocturnos y también los crímenes. El ambiente fue propicio para el desarrollo de los músicos negros y sus bandas de blues, que de aquí saltaron hacia todo Estados Unidos: Louis Armstrong, Muddy Waters, B. B. King y otras leyendas del jazz y el blues tocaron en Beale Street, tiñendo con su influencia también la música de un joven blanco que tocaría como nadie la música de raíces negras. Hoy en Beale Street hay numerosos clubes de blues y restaurantes, y se organizan durante todo el año conciertos y festivales que mantienen vivo su espíritu de leyenda del rock.

Finalmente, last but no least, hay que darse una vuelta por la sede de Sun Studio, en el 706 Union Avenue de Memphis: allí se grabó el primer single de rock’n roll, “Rocket 88” de Jackie Brenston y sus Delta Cats, con Ike Turner en los teclados. Muchos otros nombres completan su lista de celebridades: Carl Perkins, Johnny Cash, Roy Orbison, Jerry Lee Lewis. Pero sobre todo, por allí pasó un joven Elvis, allá en los primeros ‘50, cuando el éxito y la fama todavía eran un sueño inalcanzable, pero tan seguro de sí mismo que cuando le preguntaron como quién sonaba, aseguró que “sonaba como nadie”. Y cincuenta años después, sigue teniendo razón.

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