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Domingo, 23 de diciembre de 2007

NAVIDAD > SIETE PUEBLOS NAVIDEñOS

Nochebuena en red

Seis pueblos europeos y uno de Japón se unieron en una suerte de red para promover sus particularidades a la hora de celebrar la Navidad. Desde los árboles más antiguos, en Alsacia, hasta los malvados elfos islandeses, el espíritu de la Navidad les debe mucho a los siete pueblos de las “Christmas Cities”.

 Por Graciela Cutuli

Uno de los villancicos más famosos de América del Norte se llama “Los doce días de Navidad” y cada estrofa enumera regalos que se van agregando a lo largo de la canción. Sobre la misma melodía se podrían cantar ahora las virtudes de los siete pueblos de Navidad: se trata de siete ciudades o pueblos, de todo el globo, que contribuyeron a hacer crecer el famoso “espíritu de Navidad” y sus tradiciones. Las “Christmas Cities” tienen cada una algo en particular que las destaca al momento de las fiestas natalicias: sus tradiciones, luces o personajes las hacen especiales entre tantos otros lugares que también hacen un culto de la celebración. Son las ciudades y regiones de Sélestat en Francia, Himmelpfort en Alemania, MXXXXvatn en Islandia, Durham en Inglaterra, Sendai en Japón, Steyr en Austria y Rovaniemi en Finlandia. Y como en la canción, pronto se podrán agregar nuevos nombres a la lista, ya que nuevos candidatos quieren participar de esta red, cuyo objetivo es principalmente turístico: fomentar las actividades de cada una, intercambiar ideas y formar parte de la Exhibición de Navidad que se muestra de manera permanente en el Mundo de Papá Noel, el Santa Park de Rovaniemi, una ciudad que se encuentra sobre el Circulo Polar Artico, en los bosques del norte de Finlandia.

Papá Noel en la puerta de su casa en Rovaniemi, un pueblo de la lejana Laponia finlandesa.

En casa con Papa Noel

Rovaniemi sería una suerte de capital de la Laponia finlandesa, si estas grandes extensiones de estepas heladas y bosques de pinos oscuros pudiesen necesitar una capital. Pero en verdad es conocida en todo el mundo porque aquí funciona el pueblo de Papa Noel, o Santa Park (el nombre viene del inglés Santa Claus, mientras en finlandés el nombre del jovial personaje es “Joulupuki”). Este parque, escondido bajo una cueva, se encuentra junto a la casa del hombre más famoso del mundo: en la caverna hay juegos, exposiciones, espectáculos, paseos y aventuras. Mientras tanto, en el pueblo es posible sacarse fotos con Papá Noel, ver sus renos, mandar cartas de Navidad a los amigos o simplemente descubrir algo más sobre la magia de la Navidad. Con tantos pergaminos en su haber, Rovaniemi se transformó también en sede de la red de las “Christmas Cities”, cuyas tradiciones están incluidas en la Christmas Exhibition, una de las atracciones del Santa Park. En esta muestra se detallan los aportes de cada una de las siete “ciudades de Navidad”: el de Rovaniemi es, cabe imaginarlo, el Papá Noel, aunque el personaje sea oriundo de Estados Unidos (fue imaginado por primera vez por un poeta en el siglo XIX y cobró vida poco a poco hasta difundirse por todos los rincones del mundo durante el siglo XX, también gracias a la fusión con el San Nicolás –de ahí Santa Claus– europeo). Para los que no tienen la suerte de poder verlo allí, tan lejos, o los que no quieran esperar hasta la noche del 24, el Papá Noel de Rovaniemi tiene incluso su canal de televisión en Internet: un sitio con muchos videos de sus parques y su vida cotidiana en el norte de Europa.

Sin duda, el paisaje de la Laponia finlandesa y su gruesa capa de nieve es el lugar ideal para incentivar la tradición. En esta parte del mundo se puede estar seguro de asistir a una “Navidad blanca”, con blandos copos y todo lo que forma parte de las postales navideñas incluso en los países tropicales, muy lejos de los temores del recalentamiento global.

Las luces navideñas iluminan en todo el mundo la Nochebuena.

O Tannenbaum...

No hay Navidad sin Papá Noel y tampoco sin árbol. La Navidad no sería la misma sin el abeto cargado de luces, de muñecos y símbolos. El árbol es el aporte de Sélestat, la representante francesa de las “Christmas Cities”, como no lo indica el villancico más famoso que le está dedicado: “O Tannenbaum”, una canción de origen alemán. Es que Sélestat es una ciudad alsaciana –región donde se habla un dialecto bajo alemán, sobre la margen occidental del Rin– que fue integrada a Francia en el siglo XVII. Sélestat fue durante largos años una localidad próspera, en la periferia de su gran vecina Estrasburgo. En sus archivos se encuentra la primera mención escrita, en toda Europa, de un árbol de Navidad. Se trata de una inscripción del 21 de diciembre de 1521, que registra en los libros municipales un monto de cuatro schillings para pagar a los guardias encargados de proteger los “meyens” del bosque comunal. Los “meyens”, en las tradiciones de esta región del mundo germánico, eran los árboles festivos adornados para celebrar el renacimiento de la naturaleza en la época de Navidad: nada menos que el ancestro del actual árbol que hoy adorna millones de hogares en el mundo.

Un facsímil de este escrito se exhibe con orgullo en una vidriera del municipio de Sélestat. Hay que ser un especialista en la grafía gótica y de los antiguos manuscritos para poder descifrarlo y, sin duda, el original no es más fácil de leer. Se lo puede consultar en la Biblioteca Humanista de la ciudad, una verdadera joya para los bibliófilos: se trata de la biblioteca municipal más antigua de Francia, fundada en 1452. Este lugar es un verdadero tesoro, que contiene unos 2000 incunables, manuscritos y libros impresos del Renacimiento. No hace falta agregar que su colección es única en el mundo y está abierta tanto a los investigadores como al gran público.

Más allá de los viejos registros, el árbol es la verdadera estrella de la Navidad en Sélestat (y por extensión en toda Alsacia). Hay muestras, obras de arte y jardines que glorifican a Sélestat como cuna del árbol navideño: la más interesante de estas exhibiciones es la que se repite cada año en la Iglesia San Jorge y muestra los adornos de Navidad desde 1521. En los arcos de la nave de la iglesia, se colgaron árboles por la punta –como se hacía antiguamente– y se adornó cada uno de ellos tal como se lo hacía en determinadas épocas de la historia. Un verdadero paseo atemporal, para ver cómo poco a poco se completaron los adornos hasta llegar a los que tenemos hoy. Y como Navidad es un asunto histórico en Sélestat, se lo festeja con la debida importancia: además de los árboles, se organiza también uno de los mercados navideños más importantes de Alsacia, junto a recitales de villancicos, un mercado de pinos de Navidad, el desfile de San Nicolás (cuya figura se asimiló a la del Papá Noel en muchos países del mundo), y por supuesto mercados de postres y platos navideños. En Sélestat, al fin y al cabo, hay gustos y árboles para todos, como recuerda un pequeño monumento en el centro de la ciudad.

La ciudad japonesa de Sendai es el único lugar asiático de las “Christmas Cities”.

Correo alemán

La Navidad le debe mucho al mundo germánico, sea alsaciano o alemán. No podía faltar, entonces, una ciudad alemana en la red de las “Christmas Cities”, en representación del país donde se hacen los más famosos mercadillos navideños, donde se inventó el Calendario del Adviento y donde se cantan algunos de los más antiguos villancicos conocidos. Sin contar las recetas, como los “lebkuchen” y los “stollen”, que invadieron poco a poco las mesas de otras culturas en la época de Navidad. Entonces, Himmelpfort representa a Alemania en esta red: aunque hay que reconocer que, si uno no es alemán, probablemente tenga que buscar en un atlas para saber dónde está el pueblo. Se encuentra en la región de Brandeburgo, a mitad de camino entre Berlín y el Báltico, no demasiado lejos tampoco de la frontera polaca. Un típico pueblo de postal, cuya fama no traspasaría los límites regionales si no fuera por las fiestas natalicias. Es que a su oficina postal llegan todas las cartas que se envían al Chistkindl (el niño Jesús) o a Papá Noel desde Alemania y otros países. ¿Será por el nombre del pueblo que resultó elegido para tener este privilegio? (Himmelpfort quiere decir “puertas del cielo” en alemán). Lo cierto es que desde el 13 de noviembre, cuando abre cada año, las cartas llegan por camiones. Se reciben misivas desde Japón, la India, Perú, China, Rusia, Africa. Cada niño recibe una respuesta: una carta preimpresa, en alguno de los 16 idiomas que manejan Papá Noel y sus ayudantes.

Trece elfos de Navidad

Entretanto, en Islandia las “Christmas Cities” no son representadas por una ciudad sino por una región, la de MXXXXvatn, en el norte de la isla. MXXXXvatn es conocida por ser un parque nacional que protege un lago, refugio de una de las mayores diversidades de especies de aves en Europa. En tiempos de Navidad, cuando las aguas están heladas, no son aves sino elfos –trece en total, los Yule Lads– quienes salen de esta región para bajar a las ciudades y granjas de Islandia. Los elfos, sin embargo, no son siempre buenos. En otros tiempos bajaban, uno para cada uno de los 13 días previos a la Navidad, para hacer trampas a los chicos, robar comida en las casas y hasta llevarse a los niños que se habían portado muy mal durante el año. Con el tiempo, ellos también sucumbieron al espíritu de Navidad y ahora dejan pequeños regalos en los zapatos de los pequeños islandeses, desde 13 días antes de la Nochebuena. En cuanto a la región de MXXXvatn, casi desértica en invierno, un proyecto turístico lleva a los visitantes hasta el campo de lava de Dimmuborgir, cerca del lago, donde se puede ver a los 13 elfos tomando baños en aguas termales y sacarse fotos con ellos (con flash... y entre la una y las tres de la tarde, único momento del “día”, cuando hay una tenue luz en el horizonte en medio de la noche subpolar).

Todo brilla en la ciudad francesa de Sélestat, presunto origen del árbol de Navidad.

Más magia de Navidad

Como las demás integrantes de las “Christmas Cities”, Durham es una ciudad de pequeño tamaño, ya que para que ninguna de las participantes sea tapada por otra más importante, se evitó incorporar grandes urbes a esta red. Durham se encuentra en el norte de Inglaterra, a mitad de camino entre York y Escocia. Fue elegida por su Silver Festival, un evento que se organiza en Navidad y está basado en el metal plateado, cuyos brillos podrían competir con las luces navideñas de Sendai, en Japón. Aquí se organiza cada año en diciembre el Pageant of Starlight, un festival de luces que ilumina los árboles de la ciudad, muy lejos de Navidad y las tradiciones europeas. Esta fiesta es muy reciente, ya que empezó en los años ‘80, cuando un grupo de habitantes empezó a adornar árboles con guirnaldas de luces: con el paso de los años, la costumbre se transformó en un desafío a escala ciudadana y ahora ya son miles las luces que brotan de las ramas cada noche de diciembre.

La última parada de este viaje a las tradiciones de Navidad no podía ser sino un pesebre. Curiosamente, no se eligió una localidad de Italia –el país donde nació esta tradición–, sino la ciudad de Steyr, en la Baja Austria, cerca de Viena. El pesebre de Steyr es el último realizado con marionetas que quedó en pie en todo el mundo germánico. La escenografía representa a la vez la ciudad de Steyr en el siglo XIX y el establo de Belén. Con esta tradición a cuestas, la Navidad en Steyr es algo muy serio: hay cantos de villancicos en las plazas, un museo de Navidad con 14.000 adornos de vidrio, porcelana y papel, que provienen de una colección privada y van de 1830 a 1945 (se puede recorrer a bordo del Christkindl Train, un trencito de dos vagones para cinco personas), circuitos en trenes a vapor, un Mercado de Navidad y hasta paseos en traje de guardia nocturno medieval, con antorchas, en el casco histórico (si hay nieve, más perfecto aún). ¿Qué más hace falta para agregar a la magia de Navidad? Las “Christmas Cities” lo tienen todo y para todos, sólo que están lejos de estas latitudes. Sin embargo, no hay nada que un poco de imaginación, con la magia navideña y la ayuda de Internet, no puedan vencer. Incluso la ilusión de una Navidad blanca, en pleno verano rioplatense.

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