turismo

Domingo, 23 de marzo de 2008

LA HABANA > DE PASEO POR EL BARRIO CHINO

Chinatown cubano

Surgió a mediados del siglo XIX con inmigrantes traídos de Cantón para trabajar en los ingenios bajo un régimen esclavista. El barrio tuvo su época de oro en los años ’40 y ’50 del siglo XX, llegando a ser el “chinatown” más populoso de Latinoamérica. De aquel tiempo sobreviven un viejo periódico, varias “sociedades” con exóticos templos, una farmacia y una estrecha callecita con una docena de restaurantes.

 Por Julián Varsavsky

Los pocos que hablan de él lo llaman “el chino”. Es el “chino habanero”, una antigua Chinatown venida a menos que ahora es parte de Centro Habana, cerca del Capitolio Nacional. Al “chino” se ingresa por un gran pórtico estilo Ming con tres techos rojos a dos aguas –que donó la República Popular China a fines de los noventa–, en el cruce de Dragones y Amistad. Por ese pórtico pasan viejos Buicks y orondos Cadillacs, los mismos modelos que alguna vez fueron lo más high de las calles de Shanghai. Y junto a ellos avanzan las bicitaxis techadas que completan, al menos en esa cuadra, una perfecta postal asiática en pleno Caribe. Pero más allá de esa cuadra, sigue estando la misma Habana actual, con sus majestuosos edificios de los ‘40 que imploran una mano de pintura, alternando con otros más modernos. Y del barrio chino, a simple vista, no queda ni el rastro. En realidad, oculto en el hermetismo propio de toda Chinatown, hay que salir a buscarlo.

VIVIR EN CHINO En La Habana –como en tantas otras ciudades del mundo–, los chinos que emigraron a la isla en el siglo XIX no se asimilaron a la ciudad sino que la adaptaron a ellos, creando un barrio que parecía un pedazo de Shanghai. Eran unas trece manzanas –una fortaleza de cultura china donde se nacía, vivía y moría en chino–, que llegaron a tener a mediados de los ‘50 tres salas de cine donde sólo se exhibían películas en chino, un colegio llamado Shung Wah, una clínica benéfica, un teatro de Opera China, un Bank of China y tres diarios editados en chino.

Los inmigrantes se organizaban en sociedades patronímicas (por apellido), regionales y profesionales, de las cuales todavía existen trece. También tenían su Cámara de Comercio China en la Calzada de Reina, una asociación de dueños de figones y restaurantes en la calle Salud, una asociación de lavanderos y una unión de detallistas de víveres. Asimismo, recrearon los partidos políticos de la tierra madre con tal fervor que llegaron a producirse durísimos enfrentamientos entre partidarios del Kuomintang y de la Alianza Cultural de Obreros y Campesinos. O sea, el barrio reproducía a escala un barrio de cualquier ciudad china como si en verdad nunca hubiesen salido de su país.

Los primeros chinos llegaron a Cuba el 3 de junio de 1847 a bordo de la fragata “Oquendo”. Eran 206 “culíes” provenientes de la provincia de Guangdong, que emigraron a la isla consignados por la Real Junta de Fomento con la ilusión de ser trabajadores asalariados y poder forjarse un futuro en tierras lejanas. Pero su destino fue otro ya que fueron destinados a los ingenios azucareros donde se encontraron con un régimen de semiesclavitud. En su momento llegaron a haber 150 mil culíes chinos trabajando en estas condiciones.

En las décadas del ’40 y ’50 “el chino” tuvo su mayor esplendor por una segunda ola inmigratoria, esta vez resultado de los brotes xenófobos en el estado de California, donde se acusaba a los chinos de haber introducido el opio y toda clase de males. Prácticos y resueltos, 5 mil chinos emigraron al país que tenían más a mano: Cuba.

Esta segunda inmigración fue de chinos prósperos y fueron bien recibidos por el gobierno militar por traer grandes capitales. En Cuba, como en todos lados, se dedicaron al arte del comercio, que dominaban a la perfección. Los más acaudalados se dieron el lujo de traer artistas de teatro directamente desde el terruño natal, como es el caso de la célebre actriz Won Sin Fon, quien durante un año entero se presentó como bailarina y acróbata en un teatro del barrio chino. Muchos de estos comerciantes, por supuesto, también traficaban opio, instalaron burdeles y organizaron espectáculos pornográficos.

En sus vistosos negocios los mercaderes ofrecían sedas, vajillas de porcelana, perfumes, y había numerosas farmacias tradicionales, restaurantes y comercios en general. Pero con el triunfo de la Revolución gran parte de los chinos autoemigrados del comunismo en su país –luego expulsados por el capitalismo xenófobo de Estados Unidos– fueron alcanzados por el comunismo otra vez en pleno mar Caribe. Los más ricos se fueron de inmediato, los más pobres se adaptaron al nuevo sistema y muchos aún viven en el barrio. Otros emigraron nuevamente cuando se suprimió el comercio privado, que era su principal actividad. De esa forma el barrio chino se dispersó y entró en una decadencia que, en los últimos años, desde la Oficina del Historiador de La Habana se trata de revertir. Hoy en día viven en el barrio 90 chinos de nacimiento y medio millar de descendientes.

POR EL BARRIO El corazón actual del barrio chino es el Cuchillo de Zanja, un estrecho callejón curvo y peatonal al que se ingresa por otro pórtico chino que da paso a una docena de coloridos restaurantes llamados Templo del cielo, Flor de loto, El fénix dorado y El gran dragón, entre otros. El Cuchillo de Zanja queda en la intersección de Zanja y Rayo, y el barrio chino actual se extiende por unas cuadras a su alrededor. A simple vista el viajero casi no se topa con gente de ojos rasgados por la calle, aunque si observa con atención descubrirá que muchas personas están en verdad mezcladas con otras razas, y aun con su color de piel oscuro tienen las líneas de los ojos marcadas con un rasgo oriental.

Los chinos de nacimiento y sus descendientes se juntan en las sociedades chinas Lung Kong y Mi Shitang, donde por ejemplo juegan partidas de dominó mah jong. La docena de sociedades que todavía existen tienen una sede rectora con base en el Casino Chung Wah, uno de los lugares más interesantes para visitar en el barrio chino (calle Amistad entre Barcelona y Dragones). El casino no es un destino turístico en sí, pero tocando el timbre y pidiendo permiso al encargado Jorge Chao se puede subir por un viejo ascensor hasta la sala de reuniones de la sociedad, decorada con lámparas chinas y una mesa presidencial de 9 metros de largo.

Lo curioso del Casino Chung Wah es un pequeño templo instalado en el último piso donde se venera a un santo llamado Kuan Kon –San Kuan Kon para los “chinos cubanos”–, quien fue un guerrero de la época de la dinastía De los tres reinos que murió decapitado. Su cara es roja, con la mitad de la cabeza calva pero con pelo lacio hasta la cintura y una barba muy larga. A su lado hay un antiquísimo incensario de bronce donde los devotos colocan palillos encendidos.

El órgano informativo del Casino Chung Wah es el diario Kwong Wah Po, cuya sede alberga una imprenta que es una verdadera reliquia tecnológica, probablemente única en Latinoamérica. A las oficinas y taller del diario ya no es tan fácil entrar, así que el éxito depende del ingenio de cada uno (calle San Nicolás 520). El administrador del diario es Angel Chiong, nacido en Cantón hace 83 años, quien habla un español difícil y responde las preguntas con un máximo de cinco palabras. Chiong cuenta que la imprenta fue traída de Estados Unidos a comienzos del siglo XX cuando ya era de segunda mano. Originalmente éste era uno de los tres diarios del barrio, pero ahora es quincenal y edita 600 ejemplares de un solo pliego tamaño tabloide, con tres hojas en chino y una contratapa en español. En el número del 31 de agosto de 2007 se anuncian los festejos del cumpleaños de Fidel, una novedosa tecnología para evitar las lluvias en China, el centenario de la primera película filmada en China, y los resultados de un campamento para curar ciberadictos deprimidos, siempre en China. Pero lo más interesante es entrar en la caótica redacción donde ocho personas hacen sin apuro este quincenario cuyas hojas se arman en una gran plancha donde se colocan uno por uno palitos de acero con un ideograma en la punta. El alfabeto chino tiene alrededor de 50 mil ideogramas.

HABANA ORIENTAL En la calle Zanja, entre Manrique y San Nicolás, está la última de las farmacias chinas en funcionamiento del barrio. La atienden dos ancianos que la cierran varias horas por día para dormir la siesta. En el desvencijado edificio venden energizantes de gingsen, pomaditas y ungüentos curalotodo, y raíces varias.

La herencia china no está muy a la vista, pero sobrevuela toda La Habana. En la Sociedad Lung Cong –en Dragones entre Manrique y San Nicolás–, hay otro templo en lo alto de un edificio de tres pisos adonde no es fácil entrar (Tel.: 8632061). Este templo de madera fue transportado pieza por pieza en un barco desde China. En la calle Salud, entre Gervasio y Escobar, está la hermosa Casa de Artes y Tradiciones Chinas. En el barrio de El Vedado –en el cruce de 23 y 19– hay un cementerio chino de fines del siglo XIX. Y también en El Vedado (calle 19 y Línea), hay un monumento a los chinos que participaron en la Guerra de la Independencia de Cuba. Y de hecho hubo generales chinos como el general Puk. Por eso el “fantasma chino” está omnipresente en la sociedad cubana y deambula por todos lados, disimulado y poco reconocible entre la multitud, bajo la forma del “mulato chino”.

Más información. Oficina de Turismo de Cuba en Buenos Aires: Marcelo T. de Alvear 928, piso 4. Tel.: 4326-7810/7995. E-mail: [email protected] - Sitio web: www.turismodecuba.com.ar

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1- El ya clásico bicitaxi cubano pasa por un bar de indudable origen chino.
2- El gran pórtico estilo Ming con tres techos rojos fue donado por China hace unos diez años.
Imagen: Julián Varsavsky
 
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