turismo

Domingo, 3 de agosto de 2008

ESCAPADAS > MINIVACACIONES INVERNALES

Donde un día vale dos

Para lo que queda de las vacaciones, y para el próximo fin de semana largo, propuestas de salidas cortas, pero renovadoras. Para hacerse un hueco en el calendario de invierno.

 Por Graciela Cutuli

Los últimos días de las vacaciones de invierno prometen prolongarse en el próximo fin de semana largo de agosto, dos ocasiones ideales para hacerse una escapada de esas que, con poco tiempo y muchas ganas, permiten multiplicar el valor de los días de descanso. Se puede ir más o menos lejos –al fin y al cabo, ya se sabe que la verdadera distancia es la que se pone con la cabeza–, pero es cierto que la distancia física ayuda a desconectar celulares, suspender obligaciones y lograr la tan buscada distancia mental. Para lograrlo, algunas propuestas que van desde el “aquí nomás” del Delta hasta el tirón que implica llegar a Fortín Mercedes, en una serie de viajecitos que tanto invitan a ir detrás de las huellas de los piratas como a descubrir la cultura danesa o las tradicionales tierras de los “bandidos rurales”. Y hay todavía más para conocer...

LAS MARIANAS Sólo los entendidos saben que ese paisaje llano apenas interrumpido por un gran tronco cortado, en el que se apoya León Gieco en la portada de su álbum Bandidos rurales, es el de Las Marianas, un tranquilo pueblito a 30 kilómetros de Navarro. Kilómetros que se recorren por un camino de tierra solitario, donde sólo van y vienen los vehículos de los 500 habitantes del pueblo y de las estancias de la zona. Las Marianas conoció sin duda tiempos más felices: fundado en diciembre de 1908 por Eduardo Vidal, y así llamado por un importante establecimiento ganadero local, el pueblo nació en torno de la estación ferroviaria donde se centraban el comercio y traslado de productos agrarios y de granja. Entretanto, la población se desarrollaba en torno de los tambos y las fábricas de crema, queso y manteca que prosperaban en una zona tradicionalmente lechera.

Las Marianas es un pequeño viaje en el tiempo: el cierre del tren aisló al pueblo, donde hoy se visitan justamente la vieja estación ferroviaria, la plaza arbolada junto a la cual se levanta la capilla Santa Teresita del Niño Jesús, y el bar-almacén El Recreo, toda una postal del mundo rural de otros tiempos. La cordialidad de la gente completa el valor de una visita encantadora, durante la cual hay que hacer un alto en la panadería –que ya lleva varias generaciones– para probar el pan casero, los pastelitos y las facturas con que se levanta cada mañana la gente de Las Marianas. Una linda opción, además de hacer el recorrido en auto, es sumarse a las salidas en mountain-bike por la zona.

EL CORREDOR DANES El gran crisol que fue la Argentina de principios del siglo XX atrajo también a numerosos inmigrantes daneses, que se asentaron sobre todo en el sur de la provincia de Buenos Aires. En la zona de Tres Arroyos, Bahía Blanca y Tandil, entre otras localidades, no es raro toparse con apellidos nórdicos largamente arraigados en las pampas. Esa herencia se agrupa hoy en un circuito que recorre distintas estancias bajo el nombre común de “corredor turístico danés”: sus dueños, especializados en el desarrollo de productos agropecuarios de alto nivel, preservaron hábitos y costumbres danesas heredadas del entorno familiar, y hoy buscan perpetuarlas y darlas a conocer, una tarea en la que cuentan con el apoyo del INTA. El corredor turístico danés pasa por el Club Dannevirke, junto a una laguna cercana a Necochea y la localidad de San Cayetano; las estancias San Severo y San Juan, también de San Cayetano (la primera organiza días de campo y enseñanza de gastronomía danesa; la segunda ofrece pesca deportiva y participación en las tareas agrícolo-ganaderas); la estancia El Trébol en Orense, donde se ofrecen safaris fotográficos, clases de telar, avistaje de ciervos y visitas a un taller de soga en un pueblo rural cercano; el Colegio Argentino Danés de Cascallares y la Estancia Baavandshuk, en Copetonas, que invita a pasear en carruajes antiguos, conocer su museo y avistar aves, una actividad que tiene un enorme potencial en la región y –se cree– puede atraer a numerosos visitantes extranjeros.

PIRATAS EN EL DELTA Hoy es uno de los paseos más populares y accesibles desde Buenos Aires. Sin embargo, el Delta guarda numerosos secretos sobre los viejos piratas que antiguamente asaltaban las embarcaciones en viaje por sus aguas. Sobre el río Carabelas, a unos 20 minutos de navegación desde el puerto de Escobar y aproximadamente una hora desde Tigre, se encuentra la reserva La Juana, cuyas 60 hectáreas forman parte de un área protegida por la Unesco, ideal para hacer caminatas de reconocimiento de flora y huellas de animales, practicar avistaje de aves, safaris fotográficos y salidas de pesca. Durante el paseo se puede recordar que el Delta del Paraná –cultivado por aborígenes y jesuitas hasta su expulsión en 1767– fue tras largo tiempo una zona abandonada, ideal para el refugio de piratas y contrabandistas: allí fondeaban las carabelas que iban y venían, cargadas de mercadería, en épocas del Virreinato. Fácil blanco de ataques de piratas y corsarios, que rápidamente se perdían en la vegetación virgen de las islas, esas embarcaciones son las que dieron nombre al río donde hoy se encuentra la reserva. Claro que no faltaron los intentos gubernamentales de controlar la actividad de estas bandas, con distinto éxito: finalmente, lo que más funcionó fue la entrega de las tierras a los inmigrantes que llegaron para colonizar la zona a fines del siglo XIX. Hoy es posible visitar la reserva y alojarse en cabañas totalmente equipadas, aprovechando los días de descanso para disfrutar de las playas privadas o participar en excursiones guiadas de medio día y día entero.

SAN PEDRO Y EL PARANA San Pedro es interesante por donde se lo mire: descanso, naturaleza, historia y actividades náuticas se disputan el tiempo libre de los visitantes en esta ciudad a orillas de las barrancas del Paraná, que gusta a grandes y chicos por igual. Además del casco histórico, y los museos –en particular el que guarda valiosas piezas fósiles halladas en la zona–, San Pedro es tentadora para los golosos porque posee no sólo importantes plantaciones de cítricos sino también su propia “ruta de la ensaimada”, una especialidad que llegó con los inmigrantes mallorquines y que hoy es distintiva de los sampedrinos. Tan famosa es que tiene su fiesta propia, en el fin de semana largo del mes de agosto. Pesca en el río, salidas náuticas, caminatas de interpretación junto al río y por la pampa ondulada son algunas de las opciones, además de las visitas a las plantaciones y los galpones de empaque, que permiten combinar la visita con el conocimiento de las actividades productivas de la región. A pocos kilómetros se visita la Vuelta de Obligado, el histórico sitio donde en 1845 las fuerzas argentinas impidieron el paso de la armada anglo-francesa. Y no hay que dejar de conocer El Sueño del Tano, un interesante parque de esculturas en cemento realizadas íntegramente por un inmigrante sardo afincado en San Pedro.

El parque tiene además un museo con toda clase de objetos históricos y curiosos donados por habitantes de San Pedro, que hoy constituyen una suerte de viaje hacia el pasado de la vida cotidiana local.

PESCA Y ALGO MAS EN MADARIAGA El invierno es tiempo de pejerreyes, y General Madariaga invita para la ocasión a su concurso de pesca “El pejerrey de oro”, los días 18 y 19 de agosto. La cita es en la laguna la Salada Grande, y habrá también elección de la reina y cena para todos los participantes. Pero la ocasión es ideal para recorrer la ciudad, vieja conocida de quienes transitan la ruta a Pinamar y una de las cabeceras del turismo gaucho en la provincia de Buenos Aires: jineteadas, desfiles, fogones y fiestas populares hacen vivir y revivir la tradición pampeana a lo largo de todo el año. Lo primero que se impone es el recorrido urbano: el Museo del Tuyú, ubicado en la antigua estación de tren de arquitectura inglesa; la “casa típica” de madera llevada a principios de siglo por las familias pioneras desde General Lavalle; el parque Anchorena; el taller El Tamarisco, donde se realizan artesanías en soga; el taller de orfebrería donde se puede ver el tallado de piezas de platería criolla y la antigua pulpería La Cruz del Sur, con su piso de ladrillo y las paredes de duraznillo revocadas en barro. Los alrededores de General Madariaga también son ideales para visitar algunos establecimientos productivos: hay tambos ovinos y caprinos, con elaboración artesanal de quesos; colmenares; talabarterías; huertas y plantaciones de kiwis (cosecha en abril-mayo) y duraznos (cosecha en verano).

FORTIN MERCEDES En algunos lugares de la provincia de Buenos Aires, la historia parece volverse más tangible. Uno de ellos es Pedro Luro, a orillas del río Colorado, en el camino que va entre Carmen de Patagones y Bahía Blanca: allí, sobre la cinta gris y casi desierta de la Ruta 3, un complejo histórico recrea los tiempos en que estas tierras eran fronterizas con territorio indio. Pedro Luro tiene un hotel termal (actualmente en fase de remodelación), junto a una laguna con balneario ideal para el verano, pero lo que evoca los tiempos de la Conquista del Desierto es la reconstrucción de un fortín que hoy se ve tal como era en 1873. Dentro de las empalizadas del fortín se ven las barracas de madera, ambientadas con muñecos de cera que recrean la vida cotidiana en la tierra de frontera. El Fortín Mercedes forma parte de un complejo salesiano muy visitado por los fieles que recorren el mausoleo donde está sepultado Ceferino Namuncurá, “el indio santo” recientemente beatificado. El conjunto incluye un museo muy interesante y bien cuidado, que además de relatar la vida de Namuncurá dedica buena parte de su espacio a la naturaleza de esta región que ya empieza a mostrar los primeros paisajes patagónicos. Animales embalsamados, incluidos en excelentes recreaciones de su ambiente, además de sectores dedicados a los tehuelches y araucanos, con la reconstrucción de sus tolderías, permiten adentrarse en el corazón de esta región, donde fueron encontrados numerosos utensilios indígenas. Pedro Luro está además a unos 150 kilómetros de Viedma y Bahía Blanca, respectivamente, de modo que la visita permite combinar las tres ciudades.

LA SUIZA URUGUAYA Antes se la conocía como Colonia Suiza, hoy como Nueva Helvecia, pero cualquiera de sus nombres revela quiénes fueron sus fundadores. Esta localidad uruguaya situada cerca de Colonia, a unos 120 kilómetros de Montevideo, comenzó su desarrollo a mediados del siglo XIX, cuando llegaron las primeras olas de inmigración europea: alemanes, austríacos, italianos y sobre todo suizos se asentaron en esta parte de América con la esperanza de escapar a la crisis económica de sus países natales y comenzar una nueva vida de la mano de la prometedora riqueza del nuevo continente. Buen recuerdo de aquellos orígenes son las festividades que se realizan en ocasión del 1º de agosto, día de la fiesta nacional suiza, que en Nueva Helvecia suele prolongarse a veces hasta un mes con distintos eventos y conmemoraciones. Numerosos edificios y monumentos recuerdan en la ciudad a sus pioneros y fundadores, así como los oficios y tradiciones que llevaron con ellos. También se descubrirán rápidamente los escudos que, en cada edificio, remiten a los cantones suizos de donde llegaron los primeros pobladores. Asimismo, en las especialidades de la mesa, y sobre todo en los productos lácteos, Nueva Helvecia rinde homenaje a sus orígenes: por eso es el lugar ideal donde probar una fondue o la típica raclette tal como se puede comer en Suiza. También se puede optar por un día de campo o las propuestas de turismo rural de las estancias de la zona.

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Lagunas en la provincia de Buenos Aires: una opción para la pesca y la recreación.
En San Pedro, un recorrido por plantaciones de cítricos en “Lo de Mónica y César”.
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