turismo

Domingo, 19 de octubre de 2008

LA HABANA > EN LOS BARRIOS DE REGLA Y GUANABACOA

Mi negra cubanía

Regla y Guanabacoa son dos barrios habaneros del otro lado de la bahía. Menos conocidos que los tradicionales Habana Vieja o Vedado, en ellos sobreviven las raíces de la cultura afrocubana. Una visita al santuario de la virgen negra de Regla, a una casa-templo de la religión yoruba y al imperdible Museo Municipal de Guanabacoa.

 Por Julián Varsavsky

Hay una Habana muy conocida: la del céntrico casco colonial con el Castillo de El Morro y El Malecón que no por trillada pierde un ápice de su encanto. Pero también hay otra Habana con otros barrios que en las guías de turismo tienen apenas un párrafo de rigor. Esta Habana está del otro lado de la bahía, en los barrios vecinos de Regla y Guanabacoa, a donde se puede llegar navegando en la “lanchita de Regla”, en auto o en “guagua” colectiva, cuyo servicio ha mejorado mucho en los últimos años.

Esos dos barrios –bastiones de religión afrocubana– surgieron a extramuros de la ciudad colonial. Y hoy en día se respira en ellos un agradable aire pueblerino, casi la antítesis de cierto acoso al turista que hay en la Habana Vieja o de la superpoblación de Centro Habana. En estos barrios periféricos tampoco hay edificios altos, así que la sensación de viaje en el tiempo tan característica de Cuba es aún más exacta. Claro que sin los caserones coloniales de la Habana Vieja ni el modernismo ecléctico de la década del ’40 que la rodea, pero con autos que parecen aún más viejos y recauchutados que los que circulan por el centro de la ciudad.

La mayoría de las casas de Regla y Guanabacoa son bajas, levantadas en el siglo XIX y comienzos del XX, e incluso las hay aún de madera con muy buena manufactura. La gente de estos barrios tiene por costumbre caminar por el medio de la calle. Y un viajero curioso dispuesto a salir a buscar esa otra Habana sabrá que ya está en Guanabacoa al sentir un trueno de tambores batás estallando en alguna de las 14 casas templo que tiene el “barrio embrujado”, también conocido como “tierra de babalaos” o “aquel donde a cada hora se sacrifica un gallo”.

DEL CORAZON DE AFRICA Guanabacoa fue fundada como Pueblo de indios el 12 de junio de 1554 por edicto del Cabildo de San Cristóbal de La Habana. Sus primeros pobladores fueron indígenas libres que estaban dispersos y errantes por todo el país, quienes fueron concentrados en ese lugar para ejercer un mayor control sobre ellos e inculcarles la religión católica. Siglos después, a la esencia india y española se le agregó la negra. Es decir, llegaron los esclavos. Eran esclavos cimarrones o fugitivos que se refugiaban en los palenques, territorios libres donde se reagrupaban.

¿Cómo puede un viajero sumergirse en el fascinante mundo de la santería yoruba casi pura de Guanabacoa? Por un lado, si uno observa con atención las casas de puertas casi siempre abiertas del barrio, es probable que vea un altar o algún trono de religión africana. Y también se cruzará con seguridad por la calle con varias personas vestidas totalmente de blanco, que vienen de participar en algún ritual. Pero para llevarse una estampa viva de la mística actual no hay fórmulas definidas ni posibilidades concretas de tener éxito. Se impone la necesidad de tejer estrategias intuitivas para llegar, por ejemplo, al hogar de Zenaida, el cual es también un Ile Ochá o casa-templo. Zenaida es una mujer negra de 70 años con ojos de sabia, que nos guía por este submundo extraño donde se realizan rituales al ritmo de los tambores, incluyendo sacrificios y trances profundos cuando un orisha (santo africano) ingresa en el cuerpo de una persona. En una habitación están las cazuelas donde se colocan las piedras, en las que moran los orishas. Cada piedra es de diferente forma, origen y color, y se corresponde de manera específica con determinada deidad. Luego está el “comedero”, donde se alimenta al santo. Allí se descubren una serie de platos de comida, plumas, dulces y bebidas con fórmulas exclusivas para cada deidad. La sangre de los animales sacrificados se vierte sobre la piedra del santo para alimentar la “vibración” que las mantiene vivas.

Para quienes no consigan entrar a una casa-templo, el Museo Municipal de Guanabacoa es mucho más que un buen consuelo. En las diferentes salas se ven ejemplos de los misteriosos santuarios que hay en las casas, así como altares de templos más sofisticados. Allí un guía explicará que en Guanabacoa hay 25 organizaciones abacuá y 14 templos instalados en casas particulares. Y cada organización tiene entre 300 y 500 miembros. Al tratarse de cultos que por tradición se practican puertas adentro, no se sabe a ciencia cierta cuántas personas lo profesan.

El museo ofrece un “baño” de prácticas politeístas de la santería de la cultura yoruba, procedente de los reinos de Togo, Dahomey y Nigeria, cuyos pobladores eran capturados y traídos a América en los barcos negreros para ser vendidos como esclavos. Aunque en su nuevo destino los obligaron a adorar el panteón católico, nunca abandonaron sus costumbres y creencias religiosas. Es decir que la raza negra comenzó a simular el catolicismo, trastrocando las imágenes. Por ejemplo, la de Santa Bárbara pasó a representar a Changó, mientras que aquel santo con muletas y llagas en todo el cuerpo llamado San Lázaro fue llamado Babalú-Ayé.

En Cuba existen hasta hoy dos religiones africanas –la Regla de Ochá y el Palo Monte–, además de otras corrientes minoritarias. Y una de las salas más llamativas del misterioso museo es la dedicada al culto de las Reglas Congas o Palo Monte. Este culto llegó del Congo y Angola y se lo considera el más primitivo de todos. Lo practican los paleros, quienes adoran a la naturaleza y a los espíritus a través de unos recipientes llamados enganga, donde clavan palos, una cabeza de toro con sus cuernos, espadas y, por sobre todo, no puede faltar algún hueso humano. En el museo se exhiben varios de esos impresionantes elementos rituales.

Según explica el guía, cuando una persona es iniciada en esta religión se le practican pequeñas incisiones en la frente y la espalda, y el hilo de sangre que brote de su piel deberá caer en el recipiente para establecer la comunicación con los dioses que van a poseerla. En diferentes vitrinas se exhiben medios adivinatorios como conchas, caracolas y cáscaras de coco, amuletos protectores, collares y tambores rituales, además de los misteriosos tronos donde las estatuas de las deidades –que nunca se ven– están cubiertas por mantas de colores como fantasmas. En las paredes están dibujados los herméticos símbolos que sirven para descifrar los elementos de la naturaleza y que el sacerdote utiliza tanto para conjurar el mal como para producirlo.

Se dice que en Guanabacoa se da la síntesis más profunda de la cubanía. Sus hijos ilustres y universales –evocados en el Museo Municipal– fueron el legendario babalao Enriquito y los músicos Rita Montaner –quien inmortalizara “El Manicero”–, el cantante y pianista Bola de Nieve y el compositor Ernesto Lecuona.

BARRIO OBRERO Desde el muelle de Luz en la Habana Vieja parte un barquito conocido como la lanchita de Regla, que cada 20 minutos cruza la bahía de La Habana colocando a sus pasajeros en otro mundo. Regla está en una zona portuaria muy bien delimitada por estar dentro de una península, lo cual propicia una fuerte identidad barrial en sus habitantes. Muchos de los obreros que viven allí son miembros de familias reglanas con raíces ancestrales en el barrio. Sus puntos de interés son el puerto y la ermita de la Virgen de Regla, un santuario sincrético muy venerado tanto por católicos como por santeros de tradición yoruba, quienes mantienen en Regla las formas más ortodoxas de esa religión.

El santuario está dedicado a la virgen negra de Regla –Jemanyá en el rito yoruba– y tiene su propia historia relacionada con el devenir político de la isla. A fines de la década del ’50, pocos días antes de la procesión anual de la virgen, los jóvenes rebeldes del Movimiento 26 de Julio decidieron dar un golpe de efecto para demostrar que estaban muy activos. Así como secuestraron a Fangio tratándolo muy bien, algo similar hicieron con la Virgen de Regla. Y con tanto tino que hasta le pidieron permiso al cura para llevársela. Fue así que la procesión debió hacerse con una imagen sustituta y el Movimiento 26 de Julio fue tapa de todos los diarios. A los pocos días la virgen reapareció sin un rasguño. Y no faltó quien hablara de un milagro.

El Liceo de Regla –en Máximo Gómez y Amorín– es otro de los lugares históricos del barrio, donde todavía existe el púlpito desde el cual José Martí pronunció en 1879 su primer discurso político llamando a todos los cubanos a unirse para luchar por la Independencia.

Regla es el camino de entrada a Guanabacoa, y también otro refugio de cultura negra. La misma que el escritor habanero Miguel Barnet definió con justeza en una entrevista: “a veces se piensa que la Regla de Ochá o la Regla del Palo son simple y llanamente religiones con sistemas de adivinación, sin saber que detrás hay una riqueza literaria, musical y artística; una mitología africana que merece ser estudiada como la mitología romana y griega... una mitología que tanto ha determinado los arquetipos del cubano”.

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Un barquito cruza la bahía de La Habana hacia los barrios de Regla y Guanabacoa.

Percusión caribeña en las calles de Guanabacoa.

Los magníficos autos de la década del ’50 en las calles de Regla.
 
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