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Domingo, 26 de octubre de 2008

MEXICO > DíA DE MUERTOS

Fiesta en el camposanto

Durante los días 1 y 2 de noviembre, se festeja en México el Día de Muertos, celebración que conserva la influencia prehispánica del culto a los difuntos. Los cementerios brillan con la luz de centenares de velas, la música brota por doquier y las tumbas se cubren de alimentos y bebidas.

Según la creencia de la civilización mexicana antigua, cuando el individuo muere su espíritu continúa viviendo en Mictlán, lugar de residencia de las almas que han dejado la vida terrenal. Actualmente, el Día de Muertos en México representa una mezcla de la devoción cristiana con las costumbres y creencias prehispánicas, y se materializa en el tradicional alta-rofrenda, una de las tradiciones más arraigadas. Cada pueblo y región ofrece variadas maneras de celebrar este día, en los cementerios o las casas, pero todas con la misma finalidad: recibir y alimentar a los invitados, y convivir con ellos. El 1º de noviembre está dedicado a la memoria de las almas de los niños, mientras que el 2 de noviembre honran a los adultos.

EL ALTAR-OFRENDA El altarofrenda es un rito respetuoso a la memoria de los muertos y su propósito es guiar a los espíritus. Consiste en obsequiar a los difuntos que regresan ese día a convivir con sus familiares, los alimentos y objetos preferidos por ellos en vida.

En la ofrenda o altar de los muertos no deben faltar la representación de los cuatro elementos primordiales de la naturaleza: tierra, viento, agua y fuego. La tierra es representada por sus frutos que alimentan a las ánimas con su aroma; el viento, por papel picado o papel de china; el agua, en un recipiente para que las ánimas calmen su sed después del largo camino que recorren para llegar hasta su altar; y el fuego, con una vela por cada alma que se recuerde y una por el alma olvidada. Además, en la ofrenda no debe faltar la sal porque purifica; copal para que las ánimas se guíen por el olfato, y las flores de cempasúchitl que se colocan desde la puerta hasta el altar para indicar el camino a las almas. También queman incienso en bracerillos de barro cocido y colocan retratos de sus seres queridos. En platos de barro cocido se sirven los alimentos acompañados por bebidas embriagantes o vasos con agua, jugos de frutas, pan de muerto, galletas, frutas de horno y dulces hechos con calabaza, que suelen consumirse durante la celebración.

NOCHE DE MUERTOS La zona de Pátzcuaro es famosa por la celebración de la llamada Noche de los Muertos. Allí se hace visible el sincretismo entre las ideas cristianas sobre la muerte y las concepciones prehispánicas de carácter mágico. En el cementerio se construyen altares especiales hechos totalmente de flores naturales. Al atardecer comienzan a tocar las campanas de la iglesia convocando la presencia de los muertos; no se detendrán en toda la noche. Cerca de la medianoche del día 1 las mujeres y los niños van llegando como fantasmas vestidos de oscuro y colocan con gran cuidado sobre las tumbas las ofrendas florales; también pondrán sobre manteles bordados ofrendas de alimentos: dulces, panes, frutos, lo que en vida deleitara al difunto, y comienzan a encender velas. Así pasan la noche en vigilia sobre las tumbas; después de algunas horas las llamas de cientos de velas y cirios iluminarán el camposanto que parecerá un ascua de luces misteriosas. Mientras tanto los hombres, que ayudaron en los preparativos, se contentan con ver el ritual de lejos. La relación con el mundo de los muertos, con el inframundo, pertenece a las mujeres; un vestigio de la antigua organización matriarcal de los purépechas, que recuerda a las antiguas religiones ctónicas (de la tierra) y dionisíacas de Grecia, en donde la mujer era el lazo con la Gran Madre Tierra, con su oscuridad, que rige la generación y la muerte. Mientras el campanario franciscano tañe sus bronces, las doncellas guanánchechas danzan y cantan a Cutzi, la Luna, pidiendo felicidad para los vivos.

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Cubierta con su rebozo, una mujer “pone la mesa” sobre la tumba de su ser querido.

Alegre calavera. Las famosas “calacas” del genial artista mexicano Guadalupe Posadas.
 
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