turismo

Domingo, 21 de diciembre de 2008

SANTA CRUZ > EL LITORAL PATAGóNICO

La costa de las maravillas

Puerto San Julián, sobre la costa santacruceña, es la cuna de la historia patagónica, desde la épica llegada de Magallanes. Pero además ofrece una increíble diversidad natural en el fastuoso escenario de sus acantilados recortados sobre el Atlántico.

 Por Graciela Cutuli

Muy temprano por la mañana, San Julián se despierta mecida por el viento e iluminada por los primeros rayos del sol patagónico, que se demora hasta bien entrada la noche. Sobre la bahía, todo está en calma, aunque sólo sea en apariencia: mientras la ciudad aún duerme, aguas adentro la vida ya está en plena ebullición. Alrededor, en torno de la costa, las rocas sedimentarias marinas del Terciario que se acumulan en suaves colinas y barrancas invitan a presenciar la salida del sol como si fuera la primera vez, los primeros días de la Creación. El astro se levanta sobre una estepa semiárida, sobre el suave faldeo que contiene la ciudad, e ilumina las casitas de arquitectura magallánica de herencia anglosajona, los edificios que sirvieron para ambientar películas simulando las calles de las Islas Malvinas, las calles aún desiertas y los barcos que, por ahora anclados, irán más tarde a navegar para descubrir la fauna de las islas cercanas a la costa.

En torno de la ciudad, donde se extiende sin fin la estepa patagónica, no faltan las particularidades. Gran parte de la comarca está bajo el nivel del mar, con algunos salares excepcionalmente profundos: sólo 48 kilómetros al sur del casco urbano, los mapas indican la presencia del Gran Bajo de San Julián, una vasta depresión sin salida que llega a los 105 metros bajo el nivel del mar en la zona conocida como la Laguna del Carbón. Allí, debido a la mayor fuerza de gravedad, un reloj a péndulo –si no se lo corrige– adelanta 24 segundos por día respecto de otro que se encuentre al nivel del mar... El Gran Bajo se puede observar desde un mirador natural sobre la Ruta 3, la ruta que funciona como columna vertebral este de la provincia de Santa Cruz, corriendo durante miles de kilómetros hasta hundirse en las aguas fueguinas de Bahía Lapataia.

LA FLOTA DE MAGALLANES Todo esto lo ignoraban los marinos que un día, exhaustos, llegaron hasta las costas del litoral sanjulianense después de siete meses de penosa navegación, en el lejano marzo de 1520. En el horizonte vacío se recortaban las siluetas de cinco naves: eran las naos de Hernando de Magallanes, el navegante portugués que buscaba circunnavegar el globo en una empresa tan fascinante como arriesgada, un desafío del hombre a lo inmenso y lo desconocido. Después de desembarcar, de tomar posesión de las tierras en nombre de los reyes de España y de oficiar la primera misa en el actual suelo argentino –un monumento lo recuerda en la costa de San Julián– Magallanes tuvo que hacer frente al descontento de sus hombres, hambrientos y desesperanzados, hartos de buscar la salida al Pacífico que nunca llegaba: el motín de los tripulantes fue ahogado en sangre, con la ejecución de los cabecillas en el Banco Justicia, una pequeña isla del interior de la bahía. Todos los hechos, de un dramatismo excepcional por la desesperación y la soledad del entorno patagónico, fueron narrados por la pluma de Antonio Pigafetta, el cronista italiano de la expedición, que también legó a la historia el relato del encuentro entre Magallanes y aquellos hombres gigantescos, los tehuelches o “aonikenk” que darían comienzo al mito de los patagones.

Casi 500 años después, en San Julián decidieron darle carnadura a la historia reconstruyendo fielmente la nao Victoria, capitana de la flota magallánica, frente al centro de la ciudad: allí se puede asistir a un espectáculo de luz y sonido que revive en sus más pequeños detalles la historia de los navegantes y su trágico avance hacia el Pacífico por tierras tan hostiles como desconocidas.

NATURALIA Entre los muchos lugares de gran belleza del litoral patagónico, el emplazamiento de San Julián en la bahía que va de Cabo Curioso a Punta Desengaño no se queda atrás. Hacia el norte de la ciudad, un circuito costero de 27 kilómetros invita a descubrir extensas playas sólo interrumpidas por acantilados salvajes que se recortan contra un mar profundamente azul. La Playa de los Caracoles, que hace honor a su nombre en la variedad de colores y formas de los caracoles volcados sobre la arena; Cabo Curioso y La Mina, con sus sorprendentes reservas de fósiles; las ruinas del ex Frigorífico Swift al norte de Punta Tumba, testimonio de la antigua prosperidad del faenamiento de ovejas; la lobería y la cormoranera que prácticamente dan la bienvenida al sector costero de la ciudad. Estas playas, junto a las aguas de la Bahía de San Julián, forman un Area Protegida donde la estepa se fusiona con el Mar Argentino, refugio de numerosas especies animales que se avistan con increíble facilidad. Si en tierra se ven, aquí y allá, manadas de elegantes guanacos, en el agua es una fiesta sin fin: las navegaciones por la bahía son una experiencia de aproximación a la fauna de increíble diversidad. Las aguas de San Julián son conocidas por el “avistaje garantizado” de la tonina overa, un cetáceo amigable cuyo lomo bicolor se ve con frecuencia mientras asoma, juguetón, en las aguas de la costanera local. Esa cercanía con la fauna es una de las sorpresas del lugar: no hace falta internarse mar adentro ni recorrer grandes distancias, ya que los animales están muy cerca de la ciudad, tanto que no es raro ver alguna vez algún pingüino desorientado con su típico andar torpe en las playas urbanas o en las propias calles de San Julián. Esta enorme riqueza y accesibilidad, sin embargo, deben ser cuidadosamente protegidas durante las visitas para evitar que la presión turística aleje con el tiempo a los animales de sus apostaderos más cercanos.

Durante la navegación es posible acercarse a la orilla de los islotes donde se ven cormoranes roqueros, imperiales, grises y biguá, mezclados entre garzas brujas, gaviotas cocineras, skúas y vistosos ostreros negros. Los guías van explicando las particularidades de las aves, mientras enseñan a distinguirlas a medida que se aproximan a los distintos bancos: al mismo tiempo, se observa con claridad la historia geológica de esta parte de la costa patagónica, claramente estratificada en los grandes acantilados. También vale la pena llegar al área de La Cascada, donde en un pequeño salto de agua alimentado por el flujo y reflujo de las mareas se concentra gran cantidad de aves: flamencos, cisnes de cuello negro, cauquenes y patos.

PARAISO RUPESTRE Cuando se piensa en los pueblos originarios santacruceños y los testimonios que dejaron de su presencia en tiempos remotos, la imagen más emblemática es la de la Cueva de las Manos en el Cañadón del Río Pinturas. Sin embargo, la geografía patagónica tiene mucho más para revelar, y puede hacerlo también cerca de San Julián, en la Estancia La María, situada a 150 kilómetros al noroeste del casco urbano. El trayecto no se puede realizar todo el año, por las condiciones de transitabilidad, pero el verano es la época ideal para un recorrido que sorprende por lo inédito y escasamente conocido de su riqueza geológica y cultural.

La superficie de la estancia, sobre un vasta formación geológica de origen volcánico, incluye 84 cuevas y aleros que se visitan con la guía de sus propios dueños, y donde se pueden apreciar representaciones rupestres de increíble policromía y variedad de motivos, además de numerosos sitios superficiales, canteras y talleres líticos prehistóricos. Una de las características salientes es la variedad cromática, con cuatro y hasta cinco colores reunidos en un mismo dibujo, conformando paneles integrados de gran abstracción y simbología. Según las dataciones con radiocarbono, las pinturas tienen entre 13.000 y 4500 años de antigüedad. Este lugar sorprendente también permite conocer un pequeño bosque petrificado, testimonio de los tiempos más antiguos de la Patagonia, cuando la estepa estaba poblada de árboles gigantescos hoy extraordinariamente conservados en forma de piedra, y realizar caminatas entre las cuevas y cañadones del paisaje volcánico. Dada la distancia, es posible pasar la noche en la estancia antes de regresar a San Julián, aprovechando la oportunidad para compartir junto a la gente de La María un cordero patagónico asado al palo.

A la pesca

Su espléndida franja costera y los numerosos bancos pesqueros que permiten pescar desde costa no podían sino convertir a San Julián en un destino ideal para la pesca deportiva, en particular de una especie mítica: el tiburón gatopardo. El 17 y 18 de enero, se realiza en la ciudad el XX Torneo de Pesca del Tiburón de Costa, en la zona de Playa Los Instalados, situada en un área protegida en la que se recomienda circular con precaución por los caminos de ripio, de doble circulación y también transitados por animales como los guanacos. La inscripción se realiza en la misma playa, por parejas, y se recomienda presentarse con anticipación para participar en el sorteo de estacas que determinan la ubicación de los pescadores. Se otorgarán en total $20.000 en premios. Informes en [email protected]

Floridablanca

La muestra “Arqueología en San Julián”, realizada en colaboración por el Museo Regional Rosa Novak y el Proyecto “Arqueología e Historia en la Colonia Española de Floridablanca, Patagonia, Siglo XVIII”, permite asomarse a un episodio fascinante de los primeros tiempos de la historia local. La Nueva Colonia de Floridablanca fue fundada en 1780 a instancias de Carlos III, en un intento de comenzar la colonización de la Patagonia que duraría pocos años. El grupo de recién llegados sufrió un naufragio en el Banco Cormorán, frente a la actual San Julián, y se hundió rápidamente, pero la tripulación pudo salvarse y establecerse gracias a la ayuda de los tehuelches. Los primeros pobladores, apenas 78 personas, lograron cosechar trigo y cebada; aunque en poco tiempo los habitantes fueron diezmados por las enfermedades, se recuerda que aquí nació la primera mujer blanca de la Patagonia. La colonia fue levantada en 1783 por orden del Virrey Vértiz, que así puso fin a uno de los más audaces intentos de poblamiento pionero en el sur de la Patagonia. Actualmente un grupo de antropólogos y arqueólogos están trabajando en la puesta en valor de las ruinas del asentamiento, donde se proyecta levantar un museo de sitio y una reconstrucción parcial del fuerte.

Datos útiles

Cómo llegar: San Julián está a sólo tres kilómetros de la RN 3, por un camino totalmente asfaltado. La ciudad está a 2282 kilómetros al sur de Buenos Aires, 406 kilómetros de El Calafate y 457 kilómetros de Río Gallegos.

Dónde alojarse: Posada de Drake, Rivadavia 1090, tel. (02962) 452523; www.posadadedrake.com.ar.

Excursiones náuticas: Pinocho Excursiones tiene su embarcadero en Avenida Costanera y Mitre, a 100 metros de la nao Victoria. E-mail: [email protected]; tel. (02966) 15500023.

Más información: Dirección de Turismo: San Martín 137, Puerto San Julián. E-mail: [email protected]; www.sanjulian.gov.ar. En temporada alta funciona también una oficina de informes sobre la Ruta 3, Estación de Servicios El Alamo. En Buenos Aires: Suipacha 1120, tel. 4325-3098.

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A pocos kilómetros de la ciudad, una lobería que se divisa desde la costa.

Los acantilados costeros típicos de las playas en torno de San Julián.

Las curiosas tortas de guano, en las islas de la bahía habitadas sólo por aves marinas.

Pinturas rupestres en la estancia La María. Tienen entre 13.000 y 4500 años de antigüedad.
Imagen: Graciela Cutuli
 
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