turismo

Domingo, 11 de octubre de 2009

BRASIL > PLAYAS DEL NORDESTE

La esquina del Edén

Viaje a Pipa, la pequeña pero exuberante aldea de pescadores que se transformó en los últimos años en una de las playas más concurridas de Brasil. Arenas de ensueño, delfines al alcance de la mano, paseos en buggy y hasta un festival culinario condimentan la apacible estadía en el paraíso.

 Por Guido Piotrkowski

En el extremo oriente brasileño, allí donde el continente pega la vuelta y las privilegiadas costas del país vecino comienzan a mirar hacia el norte, se enciende Pipa, una pequeña aldea de pescadores que en la última década creció vertiginosamente hasta convertirse en una de las playas más visitadas de Brasil. A pesar del notable crecimiento –más de un centenar de alojamientos de todo tipo y una gran variedad de restaurantes–, Pipa no perdió su encanto natural. Aún se puede vagar por sus playas únicas sin multitudes alrededor y nadar cerca de los delfines; ser testigo del desove de tortugas marinas; contemplar cómo los pescadores siguen saliendo en sus frágiles jangadas hacia altamar en busca del sustento diario; aventurarse en buggy o 4x4 a lo largo del litoral de Rio Grande do Norte; practicar surf, kite surf o sandboard; pasear en barco, disfrutar de travesías en kayak y cabalgatas bajo la luz de la luna, para terminar bailando hasta que salga el sol o rendido en una confortable hamaca paraguaya, la especialidad nordestina.

PLAYA, SURF, KAYAK Y BUGGY Andar de una playa a otra es una de las actividades más placenteras en lugares como éste: pero aquí hay que tener muy en cuenta el flujo de las mareas, ya que en horas de pleamar hay sitios en los que el agua llega hasta el pie de los acantilados rocosos y se hace imposible atravesar ciertos tramos. Este es el escollo que encontrarán quienes quieran llegar desde la playa del centro a la Baia dos Golfinhos, rincón reservado para quienes gustan de andar a pie –única forma de acceder– y relajarse con poca gente alrededor. En esta orilla semidesierta de aguas cálidas no hay paradores a la vista y los delfines juguetean cerca de la costa.

Playa do Madeiro, la bahía contigua, tiene en cambio acceso por la carretera y es una de las preferidas de los turistas. Hay que descender por una gran escalera de madera construida sobre el acantilado, aunque también se puede llegar a pie, siempre atento a las mareas. Los delfines también se muestran por aquí, para el asombro pero también el encanto de los paseantes desprevenidos.

Hacia el sur, las grandes olas de Playa do Amor convierten a esta orilla en la elegida por los amantes del surf. Llegando por la costa desde el centro, una formación rocosa semejante a un paisaje lunar antecede la entrada a esta otra bahía, donde se forman deliciosas piletas naturales en la bajamar. Al otro extremo el Chapadao, que marca el límite de esta porción de costa con la Playa das Minas, es una gran meseta con vista panorámica de 180 grados, ideal para contemplar una noche de luna llena.

Tibau do Sul es el apacible pueblo vecino, al que se llega rápidamente por la carretera o después de una caminata de una hora por la costa desde el centro de Pipa. Si bien esta playa no es tan fabulosa como las otras, su encanto radica en los atardeceres espectaculares que se producen cuando el sol se sumerge en las mansas aguas de la laguna de Guaraíras, que desemboca en las costas de este pueblo bien nordestino. Allí es posible aventurarse en kayak hacia los manglares, cabalgar a la luz de la luna, o simplemente degustar una porción de camarones con cerveza bien helada en las barracas playeras.

Los paseos en buggy son otro clásico imperdible. Rodrigo es un guía simpático y amante de la naturaleza, nativo de San Pablo, que recorre estas playas de punta a punta desde hace más de quince años. “Pipa vive en una mutación constante, y nosotros, los mutantes, nos tenemos que adaptar. Cada viaje me apasiono más, y agradezco a los dioses por esta oportunidad”, dice este joven entusiasta que parece no cansarse nunca de su privilegiado trabajo. Sus excursiones diarias pasan por varias playas vecinas y aldeas indígenas, entre escarpadas dunas, lagunas y ríos.

DE BARES Y FONDAS La agitada movida nocturna y la diversidad y calidad culinaria son marcas registradas en Pipa. La avenida Baia dos Golfinhos (la calle principal) y sus aledañas concentran gran cantidad de bares donde se juntan los noctámbulos, y restaurantes con opciones para todo tipo de paladares.

Ana Bretón, argentina radicada en Pipa hace una década y gerente de la posada Tartaruga, propone a TurismoI12 el más sabroso recorrido gourmet: “El restó Tapas es nuestro Humphrey Bogart. Junto con Pacífico y Panela de Barro, son los tres mejores, los clásicos de aquí. Guacamole, de comida mexicana, es un restó nuevo que me encanta y en Dalí hay muy buena gastronomía española”, cuenta Ana, mientras asegura que “a medida que pasa el tiempo, disfruto más de las cosas simples: la naturaleza, el clima, playas maravillosas, calidez y cordialidad humanas. Puedo decir que en esta pequeña villa de pescadores encontré todo esto y mucho más”.

Algo de ese “mucho más” se puede vivir durante el Festival Gastronómico de Pipa, un evento que cuenta con la participación de destacados chefs de Brasil y Europa. En esta sexta edición, que se prolonga hasta el 18 de octubre, se cocina una gran olla con frutos de mar, se premia al mejor “feijoao” (poroto negro o marrón, una especialidad brasileña), y hay concursos para los mejores platos y nuevos talentos. Además hay música, teatro y poesía tanto en la playa como en las calles.

Tomando la calle central como punto de referencia, habitantes y turistas de esta pequeña aldea global pululan de bar en bar hasta altas horas de la noche. En Pipa vibran todo tipo de ritmos, desde un forró bien nordestino hasta el tecno, y todo puede ocurrir en un mismo lugar, como la disco Calangos, donde las caderas se agitan hasta el amanecer. El reggae es muy popular y se puede disfrutar en sitios como +39, Tribus y Oz, donde los jueves también se le rinde culto al samba. En Imperio do Sol y en Gameleira hay bandas en vivo, que generalmente tocan MPB, la sigla con que se conoce la Música Popular Brasileña. El bar Garagem, un barco frente a la playa, es una buena opción para comer una parrillada o camarones mientras se bebe una caipirinha con buena música y mar de fondo.

ENCANTADOS POR LA NATURALEZA Pipa no sería Pipa sin la vieja tribu de sus legendarios pioneros. En sus relatos de tintes novelescos todos parecen haber encontrado esta pequeña porción del paraíso por obra y gracia del destino.

El Bookshop es uno de los lugares emblemáticos y el sitio donde la cultura se hace un lugarcito bajo el sol tropical. Cintia, una gaúcha inquieta que devora libros desde pequeña, es su mentora. Para llegar hasta aquí viajó desde los 16 años por gran parte de América latina y Europa, sorteando oscuras historias personales hasta que cierto día siguió el consejo de regresar a su país e instalarse en Pipa. “Con mi primer salario alquilé una casa y puse los diez libros que tenía en un estantecito frente al bar Garagem”, recuerda Cintia bajo la atenta mirada de sus autores predilectos, pintados por el artista argentino Nano Simonini, que cuelgan de las paredes del colorido local: Wilde, Saramago, Camus y Borges, entre otros. Aquella semilla dio nacimiento al Bookshop, que hoy en día cuenta con más de dos mil ejemplares, entre los que se encuentran rarezas como un original en ruso de La Guerra y la Paz, de Tolstoi, y una colección de Chateaubriand publicada en 1806. Los visitantes pueden alquilar libros para su estadía, disfrutarlos allí mismo, intercambiarlos y, por qué no, dejarlos para los próximos viajeros.

Las posadas han proliferado, pero una se destaca por su estilo. Su propietario, Henrique, es un ingeniero agrónomo que residía en el interior de San Pablo. “Soñaba con vivir en un lugar con calidad de vida. Viajé por toda la costa brasileña hasta que en 1991 conocí esta villa de pescadores. En aquella época el camino era de tierra y no existía el turismo. Todo era muy simple, las personas, la vida y el tiempo en este lugar parecían no pasar, tenían otra velocidad.” “Este pedazo de paraíso con mata atlántica, dunas, delfines, tortugas marinas y arena blanca sólo podía prosperar”, cuenta mientras recuerda que por entonces construyó unos cuartos pequeños que fueron el origen de la Toca da Coruja, una de las mejores y más refinadas posadas de Pipa, miembro de una asociación que reúne a los “hoteles de charme”.

Por aquí abundan las historias como las de Cintia y Henrique, colmadas de relatos mágicos en boca de un puñado de brasileños, argentinos y europeos que encontraron su lugar en el mundo y, sin querer queriendo, transformaron esta exuberante y perdida aldea de pescadores en uno de los lugares predilectos del turismo en Brasil.

DATOS UTILES

Cómo llegar: Gol líneas Aéreas vuela hasta Natal.
Más info: www.voegol.com
–Desde el aeropuerto tomar la BR 101 hasta Goianinha, entrar en la ciudad, y tomar la BR 003 siguiendo las señalizaciones. Desde la terminal de ómnibus de Natal hay varios micros por día a Pipa.

Dónde dormir: Toca da Coruja: Av. Baia dos Golfinhos s/n. Tel: (005584) 3246-2226.
www.tocadacoruja.com.br
–Posada Tartaruga: Av. Baia dos Golfinhos 508. Tel. 55(84)3246-2385
–Terra dos Goitis: Rua das Acácias, s/n.
Tel 55(84) 32462261. www.terradosgoitis.com
–Posada Pomar da Pipa: Rua da Mata, s/n, Tel.: 55(84)3246.2256. E-mail: [email protected]

Excursiones: Paseos en Buggy: salidas diarias hacia Sibaúma, Bahía Formosa, Dunas de Genipabú. Tel.: 55(84)9994.6908 (Rodrigo).
–Mandacaru Expediciones: viajes en Land Rover por sitios arqueológicos prehistóricos, caseríos antiguos, haciendas e iglesias. Guía en español.
Tel.: 55(84)99885892.
www.mandacaruexpedicoes.com.br
–Paseo gastronómico en barco:
Desde Pipa hasta Tibau, un almuerzo con
ostras, mejillones, camarones y pesacado.
Salidas diarias desde la playa principal.
Tel.: 55(84)9925-7279.
–Paseos en kayak: Tel.: 55(84)99281087.
E-mail: [email protected]
–Kite surf: www.brazil-kiteboarding.com

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Grandes acantilados sobre las playas, una de las postales del paisaje nordestino de Pipa.

Dunas, manglares y el último vestigio de mata atlántica en este rincón brasileño.

La playa del centro, aguas azules rodeadas de verde bajo la sombra invitadora de las palmeras.
Imagen: Guido Piotrkowski
 
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