turismo

Domingo, 18 de octubre de 2009

ECUADOR > ISLAS GALáPAGOS

El archipiélago encantado

Hace cincuenta años se creaba en las islas Galápagos un Parque Nacional destinado a proteger la extraordinaria naturaleza del archipiélago que cautivó a Charles Darwin. En el año del bicentenario del naturalista inglés, una nueva visita a las islas donde cada día parece que el mundo amanece por primera vez.

 Por Graciela Cutuli

Alrededor del Ecuador, esa frontera invisible que divide al mundo en dos mitades iguales, y a casi mil kilómetros de las costas ecuatorianas, un collar de islas surgió del océano hace cinco millones de años. Todas diferentes, grandes y pequeñas, pobladas o inhóspitas, son en total 13 grandes islas volcánicas, junto a otras seis más pequeñas y por lo menos 107 islotes. El paisaje virginal está lejos, sin embargo, de encontrarse definitivamente diseñado: algunas de las islas-peñascos todavía se están formando a partir de erupciones volcánicas recientes, como la que registró este año en la isla Fernandina, una de las más jóvenes del archipiélago.

Hace 50 años, las Galápagos –que se conocen también como “las Islas Encantadas”– fueron declaradas Parque Nacional, con intención de proteger su privilegiado ecosistema del avance constante de la población y de la presión turística. Este año las islas celebran además el bicentenario de Charles Darwin, el naturalista cuyos estudios las hicieron célebres y las pusieron para siempre en el eje de los estudios sobre la evolución animal y humana. Para quien llega por primera vez, es como si el telón se descorriera suavemente sobre el primer amanecer del mundo, invitando al asombro y la contemplación de la naturaleza en estado puro.

TORTUGAS PROTEGIDAS En muy pocos lugares se puede decir que el viajero contempla hoy el mismo paisaje que vieron hace siglos los primeros exploradores. En verdad, las Galápagos fueron siempre algo huidizas, y los primeros navegantes que llegaron lo hicieron sólo por casualidad: fueron fray Tomás de Berlanga, obispo de Panamá, allá por 1535, y Diego de Rivadeneira, un desertor de los hombres de Francisco Pizarro, en 1546. El Océano Pacífico distaba entonces de ser un mundo conocido, y tal vez por eso, porque en su superficie infinita las islas parecían aparecer y desaparecer como por arte de magia, se ganaron el apodo de “Islas Encantadas”. Apodo que se suma a su nombre oficial, archipiélago de Colón, y a la denominación administrativa, provincia de Galápagos. Además cada isla tiene doble nombre: el español, y el inglés que les puso en el siglo XVII el bucanero Ambrose Cowley, el primero en trazar una carta de navegación de las islas.

Las Galápagos están estrictamente protegidas, y por eso sus 70 sitios de visita terrestre y 75 marinos sólo son accesibles de la mano de guías naturalistas especialmente registrados. El viajero que llega en avión aterriza en el aeropuerto de Baltra, una isla de apenas 27 kilómetros cuadrados separada por un canal estrecho de la isla de Santa Cruz: ese canal se cruza en lancha, y una vez en la isla vecina se toma un ómnibus para llegar hasta Puerto Ayora, la principal ciudad de las islas. Aquí se encuentran las oficinas del Parque Nacional y la Estación Científica Charles Darwin, de modo que es el mejor lugar para conocer las famosas tortugas Galápagos, que dieron nombre al archipiélago (a su vez, fueron llamadas así porque a quienes las vieron por primera vez les recordaron a las “galápagos”, el nombre que se daba a un tipo de silla de montar liviana). No son tan fáciles de ver, ya que viven en la parte alta de las montañas de algunas islas, como la Santa Cruz precisamente. Pero aquí en Puerto Ayora se puede visitar al Solitario Jorge, la tortuga más tristemente famosa del archipiélago: se debe a que el ejemplar, descubierto en la isla Pinta en 1971, es el último de su subespecie. Hasta ahora fueron infructuosos los intentos de lograr una cruza con una hembra de una subespecie semejante: sin embargo, la historia del centenario quelonio –se estima que nació a principios del siglo XX– podría tener un final feliz, si se comprueba que son fértiles los huevos encontrados pocas semanas atrás en el nido de una de las hembras que conviven con él.

SANTA CRUZ Y OTROS RINCONES Santa Cruz tiene una larga historia de asentamiento humano: hoy unas 15.000 personas, en su mayoría dedicadas a la pequeña agricultura y la cría de ganado, viven en Puerto Ayora. Sin embargo la isla, que es un gran cono volcánico dormido desde hace largo tiempo, es digna de visitar por sus paisajes naturales –en particular sus famosos túneles de lava– y la riqueza de su fauna: prácticamente todas las especies de aves del archipiélago se pueden avistar aquí, y quienes realicen caminatas entre la exuberante vegetación de la zona alta podrán descubrir, si tienen el oído atento, la presencia de las tortugas gigantes. En todo caso, todos los viajes a las Galápagos incluyen el paso por Puerto Ayora, porque es el punto de partida de los cruceros que recorren las islas, porque es uno de los pocos lugares donde pasar la noche si no es a bordo de un barco, y porque la pequeña ciudad es también el único lugar donde conseguir un souvenir para llevar en el regreso... más allá de la foto de la enorme estatua blanca de una tortuga galápago instalada sobre la avenida costera.

Los lugares que se pueden visitar durante una estadía en las islas están cuidadosamente controlados, y en algunos casos se limitan a senderos de pocos metros, sobre un acantilado o en los bordes de algunas playas. Por ningún motivo es posible alejarse solo de los lugares señalizados, y en cuanto a los grupos deben estar siempre acompañados por un guía y no superar las veinte personas. También hay horarios estrictos: se deben abordar bien temprano las “pangas” o gomones que acceden a las islas, para caminar por los lugares permitidos entre las 8 y las 10 por la mañana, y entre las 15 y las 18 por la tarde (es decir, los horarios de mayor actividad para los animales). El resultado está a la vista, con una fauna asombrosamente confiada, donde las colonias de piqueros anidan sin inmutarse ante los ojos de los turistas, las vistosas fragatas no mueven ni una pluma para dejarse fotografiar tranquilamente, y las familias de lobos marinos se muestran cómodamente apoltronadas sobre la arena y los acantilados. De algún modo hace pensar en un paraíso perdido, en lo que pudo haber sido el mundo con una convivencia pacífica entre hombres y animales...

La diversidad de las Galápagos se puede clasificar en cuatro grandes ecosistemas, donde evoluciona la mayor parte de la vida terrestre. El primero es el que conforman las zonas costeras secas, sobre los acantilados de lava que dejaron las erupciones volcánicas, donde se pueden ver los famosos piqueros de patas azules, los piqueros de patas rojas y los enmascarados. Junto a ellos, las fragatas comunes y reales, las aves del paraíso, los pingüinos de las Galápagos y las iguanas marinas. El segundo son las zonas costeras húmedas, de acceso más restringido, generalmente sobre las costas bajas y cubiertas de manglares donde se avistan pelícanos, garzas y flamencos, entre otras especies. Tierra adentro, la zona de “scalesias” (por un árbol endémico del que se clasificaron unas 15 especies en la islas) es el hábitat de las tortugas gigantes, y la zona de “miconias” (sólo en las islas Santa Cruz y San Cristóbal) completan el panorama.

Inevitablemente, hay que elegir a la hora de organizar una visita, y generalmente la elección ya viene dada por los itinerarios armados para cada grupo. Pero entre los lugares posibles, hay que contar Punta Pitt, en el extremo este de la isla San Cristóbal, donde se asciende por un sendero hacia lo alto de un cerro de toba volcánica, con varios miradores naturales: sólo aquí se observan las tres especies de piqueros y las dos de fragatas anidando en la misma zona (un fenómeno debido a la abundancia de alimento). En La Playa, de la isla Bartolomé, se pueden ver en cambio pingüinos de Galápagos y tortugas marinas. La playa norte de la isla permite practicar buceo superficial, mientras la playa sur cuenta con un sendero que atraviesa un manglar: está prohibido nadar, pero se pueden ver rayas y tintoreras. Mientras tanto, en el Complejo de Humedales de la isla Isabela se visita el mirador del cerro Orchilla, con vista a los volcanes Sierra Negra y Cerro Azul, los bosques de mangle de la Poza Escondida, y los miradores de Los Tunos y Pozas Verdes, para divisar varias especies de fauna y flora. En la misma isla, la Playa Tortura Negra está reservada sólo a grupos especiales, con algún interés científico, dedicados a observar lobos, iguanas marinas y nidos de tortugas. Otro buen lugar para las visitas interpretativas es la isla Lobos, a una hora de navegación de puerto Baquerizo Moreno, otro de los lugares más poblados: aquí se ven piqueros de patas azules, fragatas, pelícanos y, en el buceo, lobos marinos, tortugas y rayas.

Además de los recorridos por la superficie, las aguas de las Galápagos también son un universo protegido, al que se puede acceder sin embargo en algunas zonas autorizadas para el snorkelling y las inmersiones con equipos. El panorama en estas aguas transparentes es inolvidable, y resulta el broche perfecto para la aproximación al mundo virginal que conserva este encantador archipiélago del Pacífico, donde cada amanecer parece el primero de la Creación.

Charles Darwin

Este año, las islas Galápagos se suman a las celebraciones realizadas en todo el mundo para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin. El naturalista inglés pasó por esta porción del Pacífico en 1835, en el mismo viaje alrededor del mundo a bordo del “Beagle” durante el cual exploró las costas patagónicas y otras regiones de la Argentina. Las observaciones y conocimientos acumulados durante su estadía en las Galápagos, aunque breve, le permitieron consolidar las bases de su Teoría de la Evolución. El punto de partida son los pequeños gorriones endémicos del archipiélago, que tienen diferentes hábitos alimentarios y algunas variaciones morfológicas en el pico: la relación de estas diferencias con los distintos ambientes de las islas, así como el estudio de las subespecies de las tortugas galápagos, inspiraron a Darwin los elementos esenciales de su estudio sobre la evolución. En homenaje al naturalista fueron bautizadas las Puertas de Darwin, dos picos rocosos que se levantan sobre el mar al norte de las Galápagos, lo primero que ven los barcos que llegan hasta aquí procedentes del norte.

DATOS UTILES

Cómo llegar: En avión hasta Quito (a partir de 630 dólares) y de allí otro tramo aéreo hasta Baltra por la compañía ecuatoriana Tame (a partir de 380 dólares).

Dónde alojarse: Distintos operadores ofrecen cruceros por las islas, una opción práctica porque sólo se puede dormir en cuatro lugares del archipiélago, pero que puede complementarse con una noche en Puerto Ayora o puerto Baquerizo Moreno (se consiguen habitaciones dobles a partir de 80 dólares).

–Un crucero de siete noches partiendo de Baltra cuesta alrededor de 2300 dólares por persona, en camarote doble, en cabinas con vista al mar.

Otros datos: Para ingresar al Parque Nacional se paga una tarifa de 100 dólares.

–Información sobre sitios para visitar y condiciones de cada uno de ellos en www.galapagospark.org, el sitio oficial del Parque Nacional.

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