turismo

Domingo, 23 de mayo de 2010

BICENTENARIO. VIAJE AL PASADO ARGENTINO

Lugares con historia

Viajar también es conocer la historia. Doscientos años en el tiempo y miles de kilómetros en el terreno permiten asomarse a los escenarios de grandes y pequeños acontecimientos argentinos: desde el Cabildo hasta las rutas sanmartinianas de la Cordillera, hay muchas formas de conmemorar viajando.

 Por Graciela Cutuli

La historia, que se escribe en los libros, vive primero en los lugares que la vieron nacer. No hay mejor manera de aprenderla que seguir las huellas de los hombres que la forjaron, en el escenario mismo de los acontecimientos. A doscientos años de la Revolución de Mayo, un itinerario que parte de Buenos Aires y va subiendo a medida que también remonta el tiempo.

BUENOS AIRES En la ciudad donde todo empezó, allá por 1810, cuando aún no era siquiera una gran aldea, hay numerosos lugares para armar un itinerario histórico del Bicentenario. El epicentro es, naturalmente, el Museo Histórico Nacional del Cabildo y la Revolución de Mayo, o más simplemente “el Cabildo”, que aunque diezmado por las sucesivas transformaciones porteñas aún se impone en la orilla oeste de la Plaza de Mayo. Antiguamente tenía once arcos, haciendo juego con la Recova que dividía la Plaza. Hoy solamente subsisten cinco, y retomó su aspecto colonial gracias a la recreación llevada a cabo en los años ‘40 por Mario Buschiazzo, que también reconstruyó la torre central pero a menor altura. Por esas curiosidades de la memoria, pasó el Centenario de 1910 sin ser considerado Monumento Histórico Nacional: ese privilegio recién le llegaría en 1933. Hoy el interior del Cabildo permite vislumbrar algo de la naciente Buenos Aires previa y contemporánea a la Revolución de Mayo, a través de la muestra permanente de retratos, objetos y cuadros de los siglos XVIII y XIX que se exhibe en las salas interiores. Para destacar, la imprenta que el virrey Vértiz hizo funcionar en la Casa de los Niños Expósitos, donde se imprimió la Gazeta de Buenos Ayres. Y en el patio, un aljibe de 1835 es el que perteneció a la casa natal de Manuel Belgrano, ubicada en Belgrano 430. Los domingos, en la Sala Capitular, se invita a recorrer el pasado a través del oído, con el espectáculo “Los sonidos y las voces de mayo”. Saliendo de Plaza de Mayo y dejando atrás también su emblemática Pirámide, hay que visitar en San Telmo el Museo Histórico Nacional, que conserva cuadros, grabados, litografías, esculturas y toda clase de objetos relacionados con el nacimiento de la nación, sus grandes hombres y las guerras de la Independencia. Además, muestra el costado cotidiano de la vida familiar a lo largo del siglo XIX e invita a recordar cómo fue, hace un siglo, el Centenario de la Revolución de Mayo. Aquí se encuentra el piano de Mariquita Sánchez de Thompson, cuya casa en la calle Florida (donde en 1813 se cantó por primera vez el Himno Nacional) era sede de tertulias que también contribuyeron a la gesta revolucionaria.

En la Casa de Tucumán se declaró la independencia, seis años después de la Revolución de Mayo.

HOMENAJE A LA BANDERA A orillas del Paraná, Rosario homenajea la bandera en el lugar donde la izó por primera vez Manuel Belgrano, el 27 de febrero de 1812. El sitio preciso no podía sino suscitar ciertas discusiones, ya que el abogado devenido general había instalado dos baterías sobre el río para frenar las invasiones de las tropas fieles al rey de España: la “Libertad” cerca de la actual catedral y la “Independencia”, en la isla del Espinillo, cruzando el río. Después de varios estudios, el lugar del primer izamiento fue establecido y allí mismo se levantó el imponente Monumento a la Bandera, diseñado por Angel Guido y Alejandro Bustillo. Con vocación de sobresalir, la grandilocuente torre del monumento –en el sector llamado la Proa, parte de la nave que es todo el conjunto– llega a los 70 metros de altura, con un mirador que regala una vista espléndida de la ciudad. Esta parte del monumento evoca la Revolución de Mayo, y en la misma torre se encuentra también la cripta de Manuel Belgrano.

Siempre de este lado del Paraná, a sólo 20 kilómetros de Rosario, otro lugar histórico evoca las guerras de la independencia: el Campo de la Gloria, donde se produjo la batalla de San Lorenzo. En el Convento de San Carlos, junto al campo, se conservan los restos de los muertos en combate, y también se puede visitar un Museo Histórico dedicado a la batalla que inmortalizó al sargento Cabral. Sobre las cuatro manzanas del Campo de la Gloria se levanta el monumento conmemorativo, conformado por una serie de prismas de concreto que recuerdan el origen de los granaderos caídos, rodeados por mástiles embanderados. Detrás del Convento, un viejo pino donde San Martín redactó el parte de guerra de la batalla se conserva como “árbol histórico”.

Yapeyú, ciudad natal de San Martín. Un granadero custodia las ruinas de la casa familiar.

CASAS NATALES Hay que seguir camino al norte para llegar a Yapeyú, la localidad correntina donde nació José de San Martín en 1778. Nacida como misión jesuítica, que conoció tanto la prosperidad como la decadencia, renació literalmente de las cenizas después de ser incendiada por los portugueses en 1817. En cualquier época del año que se la visite los habitantes ya saben que los recién llegados preguntan antes que nada por la casa natal de San Martín, que se puede visitar cerca del centro de la ciudad, donde las ruinas de lo que fue la morada familiar del Libertador están protegidas por un templete y custodiadas permanentemente por un destacamento de granaderos. Lo que se ve son apenas las bases de las paredes y algunos restos de aberturas, precedidos por una urna donde se guardan los restos de los padres de San Martín: sin embargo, es el mejor punto de partida para reconstruir lo que pueden haber sido los años de su infancia, que coincidieron con los últimos años del Virreinato del Río de la Plata.

Encontrar las casas natales de otros personajes fundadores de la Argentina no es fácil, dado el paso del tiempo, la profunda transformación de las ciudades y el escaso afán conservador nacional. Sin embargo, hay otras excepciones, como la casa natal de Domingo Faustino Sarmiento, en la ciudad de San Juan. Antes que el propio Cabildo porteño, fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1910: lo merece no sólo por ser cuna del prócer, sino también porque es el último testimonio de arquitectura colonial que se conserva en la capital sanjuanina. La casa abarca nueve salas y tres habitaciones de servicio, distribuidas en torno de dos patios; es en el primero de ellos donde se levanta el retoño de la célebre higuera bajo la cual tejía doña Paula Albarracín. El telar, en cambio, se guarda en la primera de las habitaciones, junto con varios instrumentos para tejer y un retrato de Doña Paula. El resto de la casa, cuyas habitaciones más antiguas son de adobe con techo de caña y piso de tierra apisonada, exhibe muebles, cuadros, diplomas, medallas, fotografías y ediciones de los libros de Sarmiento.

Travesía sanmartiniana por el paso de Come Caballos, en La Rioja.

LA CASA DE TUCUMAN Aunque tendrá su propio bicentenario dentro de seis años, cuando se cumplan doscientos de la declaración de la Independencia, la “casita de Tucumán” también está de fiesta. Tampoco ella, con esas características columnas que con más o menos ingenio dibujaron en sus cuadernos generaciones de chicos, escapó a la historia agitada de los escenarios de nuestra historia: de hecho, la casa original –perteneciente a la dama tucumana Francisca Bazán de Laguna– fue demolida a principios del siglo XX, y reconstruida cuidadosamente en 1941. Lo que se salvó fue el Salón de la Jura, que conserva las mismas paredes encaladas y la misma despojada austeridad de aquellos tiempos. Las nueve salas de la casa museo exhiben documentos de época, armas, muebles, objetos relacionados con la independencia, piezas de platería criolla y pinturas: como traído de un viaje en el tiempo, está también el candil que estuvo sobre la mesa cuando se firmó el Acta de la Independencia. Los jardines y patios, florecidos en todos los colores durante la primavera y el verano gracias a los naranjos, los lapachos y los ceibos, son una parte encantadora de la casa, y es donde se realiza al anochecer un espectáculo de luz y sonido que recrea con emotividad los días del Congreso de Tucumán. En el último patio se puede ver una de las pocas modificaciones que se hicieron a la casa original: dos altorrelieves de Lola Mora, que representan la formación de la Primera Junta el 25 de mayo de 1810, y la declaración de la Independencia, el 9 de julio de 1816.

CRUCE CORDILLERANO Los hechos que comenzaron el 25 de mayo de 1810 nunca se habrían consolidado sin el esforzado cruce de los Andes comandado por San Martín en busca de reforzar la libertad fronteras afuera. Ese cruce se hizo en total por seis rutas; dos principales y cuatro secundarias. Dos de las columnas sanmartinianas pasaron por Mendoza, por los pasos de Uspallata y Los Patos; tres por San Juan y una sexta por el paso de Come Caballos, en La Rioja.

En Rosario, el Monumento a la Bandera evoca el lugar donde se izó por primera vez la enseña nacional.

Repetir casi dos siglos después aquella travesía extraordinaria es una aventura y el mejor homenaje que se les puede hacer a aquellos patriotas pioneros. Una de las posibilidades es emprender durante el verano el cruce por el paso de Come Caballos, tal como lo hicieron las columnas encabezadas por Zelada y Dávila: se parte de Villa Unión, y al día siguiente se pone rumbo al refugio del Peñón, a unos 3500 metros sobre el nivel del mar, donde comienza un período de aclimatación. Luego se parte a caballo, durante todo un día, hasta el segundo campamento de altura en los Pastillos. El siguiente campamento es en Pucha Pucha, frente al espectáculo imponente de la Cordillera de los Andes en todo su esplendor. Finalmente, el quinto día se llega a Come Caballos, el objetivo final del viaje de aventura y homenaje a la hazaña sanmartiniana.

Y siempre en el Noroeste, la travesía del Bicentenario puede concluir en Humahuaca, provincia de Jujuy, que hasta fines del siglo XIX fue uno de los grandes centros poblados camino al Alto Perú. Allí, más allá de las casas de adobe y el espíritu originario que late a cada paso, se destaca el imponente Monumento a los Héroes de la Independencia, 70 toneladas de bronce levantadas en homenaje a los soldados del Ejército del Norte que consolidaron la naciente libertad en numerosas batallas en tierra jujeñaz

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El Cabildo, transformado en escenario de los acontecimientos de Mayo de 1810.
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